En las décadas que lleva operando el Mercado de Chicago, sólo un gobierno se atrevió a desafiar el comportamiento de las cotizaciones, sólidamente definidas en ese ámbito, incluyendo la volatilidad y movidas internacionales de diferente índole. Fue el de la Argentina, cuando desató la furia rural al estimar que las subas espectaculares que tendría la soja, superando los 600 dólares por tonelada, representaban casi una bofetada para la población no agrícola del país.
Hace siete meses, las autoridades buscaban fondos frescos por diversas razones y hasta se intentó conmover a la población con un discurso protector para los consumidores de alimentos, definiendo a los reclamos de la producción como "piquetes de la abundancia" frente a quienes menos tenían...
Pero el pronóstico presentó fallas "inesperadas" (para el Gobierno y previsibles para el comercio granario mundial) y las rentas fenomenales que las arcas oficiales esperaban ansiosas, vía retenciones, se derrumbaron a las más bajas de los últimos dos años, que ya es decir bastante, dejando como saldo un vacío (de fondos frescos) imposible de llenar. Pero si algo no le falta a este Gobierno es capacidad para seguir imaginando cómo generar divisas. Y, de hecho, fueron hacia ellas sin medir consecuencias al estatizar los fondos de pensión privados, sin recordar que en el campo, quedan millones de toneladas de granos sin vender, sólo por caprichos y enfrentamientos estériles.
De acuerdo con las variables económicas que maneja el kirchnerismo, el mundo no necesitaría consultar diariamente al principal termómetro internacional en la fijación de cotizaciones agrícolas. Bastaría con levantar un teléfono y preguntar por el futuro de los commodities, por ejemplo, para saber qué, cómo y cuándo sembrar, ya que ese es otro curioso conocimiento agronómico que tienen las autoridades nacionales.
Hoy, aunque la crisis internacional le venga como anillo al dedo al Gobierno para justificar cualquier medida que adopte, el sector oficial olvida que en lugar de provocar semejante malestar y angustia en la población en general y en los jubilados en particular, podría impulsar la venta urgente del capital-grano que sigue en los silos. Ya nadie pide la eliminación de las retenciones, pero con reducirlas a la mitad, por ejemplo, y por no más de seis meses, el campo saldrá a vender para dejarle jugosos ingresos al Tesoro.
¿Quién informa a las autoridades sobre el comportamiento diario de los mercados granarios? Algún eslabón de la cadena de reporte esta fallando, ya que también olvidan que, además de potenciar el comercio granario, con un recorte en los gravámenes, estimularían la mayor siembra para este ciclo que, hasta ahora, proyecta una cosecha magra y, consecuentemente, menor ingreso de dinero.
O, dicho de otro modo, la generación de divisas en el corto plazo: el país ofrece dos cosechas por año y apenas un novillo cada cuatro. La propuesta no es difícil de entender si se necesitan recursos, más genuinos, imposible. El escenario agropecuario actual y a esta altura del año (o ciclo productivo), contrariamente a lo que debería suceder, aparece opaco, detenido, sin oferta ni demanda y todos los operadores esperan alguna señal oficial. Si buen parte del dinero que el Gobierno necesita está ensilado en los campos, aunque ya no sea en las proporciones que se proyectó en marzo de este año, ¿por qué no buscarlo allí?.
No sólo ingresarían divisas por retenciones, sino que también se motorizarían otros tributos como el IVA o Ingresos Brutos, además de poner en marcha a decenas de pueblos que están al borde del abismo por la parálisis del campo. Obviamente no se llegaría a los mal imaginados 13/15.000 millones de dólares que se pensaron en el último otoño, pero hasta sería un aspecto más que inteligente para la producción y el país, en los umbrales de un año electoral que, hasta el momento, aparece no sólo complicado sino con un futuro severa e injustamente intervenido.