*Por Fernando Bordignon* y Lucila Dughera**
En los últimos meses y de forma inesperada el mundo se vio interrumpido en su ritmo habitual por la pandemia Covid-19. Esta situación llevó a que en la gran mayoría de los hogares de los distintos países del mundo, además de sentir temor por los efectos de una posible enfermedad, nos vimos obligados a construir una nueva "regularidad" hasta ahora totalmente impensada que nos permita continuar la vida. En los hogares más afortunados, aquellos que contamos con distintas pantallas telemáticas y posibilidad de comunicaciones de datos, nuevos integrantes empezaron a formar parte del paisaje cotidiano.
Ahora, dichas pantallas ya no solo son usadas para entretenernos, satisfacer una necesidad de información, conversar con un ser querido, sino que además ofician de “articuladores” con el mundo. En este contexto, nos interesa hacer foco en la educación formal, específicamente en las formas de “hacer” escuela a través de las tecnologías digitales. Ensayamos entonces alguna suerte de diálogo respecto del papel de las plataformas de Internet y su rol con la educación.
De manera provisoria, partimos de la idea que una plataforma es una arquitectura de la actual etapa del capitalismo, entendida aquí como informacional, que principalmente organiza las interacciones entre usuarios a los cuales brinda servicios variados.
En efecto, las plataformas son nuevos artefactos alimentados por datos, que en sus arquitecturas funcionan de manera automática -bajo la organización de software- a partir de relaciones de propiedad que responden mayoritariamente a modelos de negocio con fines de lucro y, de manera complementaria, funcionan bajo acuerdos de usuario asimétricos que habilitan unilateralmente mecanismos desleales. El lado oculto de estas plataformas nos permite advertir la opacidad de dichos algoritmos en base a los que funcionan y de las plataformas corporativas en general, cuando intentamos pensar desde la educación pública para sostener la educación mediada por tecnologías digitales. En los últimos años, la educación no ha sido ajena a los procesos de plataformización.
En dichos procesos es posible identificar una diversidad de opciones que van desde aquellas que parecerían nacer con la impronta de la educación, o en las que la educación es su leit motiv, en tanto, otras que, si bien no han nacido bajo este paradigma, han sido resignificadas por los diferentes actores educativos.
En nuestro país, Argentina, en el inicio del aislamiento social, preventivo y obligatorio, realizamos desde el Observatorio Interuniversitario de Sociedad, Tecnología y Educación (OISTE), en el que participa la UNIPE, un relevamiento nacional sobre algunos aspectos de los procesos de enseñanza y aprendizaje mediados por tecnologías digitales en los distintos niveles educativos.
El sondeo arrojó resultados sobre el uso de las plataformas que realizan los docentes y estudiantes del nivel secundario del sistema educativo: un 39% usa servicios de videoconferencia; casi siete de cada diez de los actores educativos usan WhatsApp para recibir y enviar tareas y un 52% para conversar sobre la clase; un 41% accede a videos por YouTube con fines de estudio y un 54% de los docentes armaron aulas virtuales utilizando el servicio Classroom de Google.
A partir de estos resultados, identificamos un uso intensivo de plataformas comerciales con fines educativos. Así, observamos que las y los docentes, en una buena parte de los casos, exploran y adaptan sus propuestas áulicas a nuevas herramientas, en particular plataformas educativas, que posibilitan la mediación docente.
Estos usos son sumamente valorables y podrían llegar a enriquecer nuestras prácticas de enseñanza y de aprendizaje al momento de regresar a las aulas en la medida que, además de darles continuidad, se construyan desde las políticas públicas plataformas alternativas. De este modo, los beneficios estarían vinculados a la seguridad en cuanto al tratamiento y resguardo de los datos personales (en base a sistemas de procesamiento y gestión transparentes) y soberanía tecnopedagógica a partir de poder decidir el diseño de los servicios educativos y sus interfaces. Sin desconocer la urgencia de acompañar a estos procesos con conectividad en todas las escuelas del país y con la entrega de computadoras a estudiantes y docentes.
Entendemos que este período de digitalización de prácticas educativas y sobre todo de revisión de propuestas de enseñanza, más allá del anhelado retorno a los espacios físicos institucionales, podría sedimentar en elementos de valor que permitirían enriquecer el paso por las aulas de nuestros estudiantes y un acompasamiento con ciertas prácticas sociales que han ingresado parcialmente al aula.
*Profesor investigador en la Universidad Pedagógica Nacional (UNIPE), dirige el Proyecto Saberes Digitales. Doctor en Educación (UNED) y Magister en Redes de Datos (UNLP)
**Investigadora CONICET