En un mundo cada vez más digital, la lectura no solo resiste: se transforma. Lejos de quedar relegado a lo solitario, el hábito de leer gana nuevas formas de comunidad y acceso. Hoy proliferan los clubes de lectura tanto presenciales como virtuales, donde lectores de distintas partes del mundo se conectan para compartir historias. Y como si fuera poco, nuevos servicios de suscripción llevan libros físicos directamente al hogar, con propuestas curadas según los gustos de cada lector. Leer, ahora más que nunca, es también una experiencia compartida.
¿Qué es leer? Al respecto, el doctor en Comunicación Social de la Universidad Austral Francisco Albarello explica a PERFIL que “desde una perspectiva sociocultural, y en un momento en el que el ecosistema de medios está hegemonizado por las pantallas, diría que leer es enfrentarse a diversidad de textualidades: palabras escritas y sonoras, imágenes fijas y en movimiento, digitales y analógicas. Leer sigue siendo un acto de decodificación de signos, pero en una variedad de soportes, medios y formatos nunca antes vista”.
Sin embargo, aunque el profesor Albarello considera que “leemos más que nunca, leer no es lo que era; se diversificaron las maneras de leer”, ejemplifica: “La lectura en el libro impreso ya no es la predominante: conviven con ella distintos tipos de lecturas, en distintos soportes, con distintas funciones y en distintos lugares y momentos del día, siempre de acuerdo con las estrategias y preferencias del lector”.
También la escritora Ana Arzoumanian considera que la lectura ha cambiado. “En lugar del encuentro privado con una narración, lo que se busca es un espacio escénico, performático, teatral, donde alguien cuenta con otros. Y aquí también nos encontramos (casi) como en tiempos del trabajo de los monjes relatando los textos manuscritos a sus fieles. Estamos pasando de una cultura escrita a una cultura oral. Pero no la oralidad de antes de la escritura, sino una oralidad en tiempos de un más allá de la escritura”. Coincide con esta idea, aunque con sus matices, Albarello: “Asistimos a una lectura que recrea de alguna manera la lectura en voz alta de la Antigüedad, pero ahora a través de las pantallas o en eventos presenciales que congregan multitudes. El paradigma de la lectura silenciosa y en solitario ha cedido terreno a otros tipos de lectura donde cobra mayor relevancia el aspecto comunitario de la lectura: clubes de lectura, experiencia de lectura colectiva, maratones de lectura, influencers de la lectura en las redes sociales”.
En la variedad está el gusto. Es así que las opciones de poder leer “con alguien” en la virtualidad y la presencialidad son diversas. Por ejemplo, Te Llamaré Viernes, además de una librería y un lugar de venta de vinos, también reúne a la gente. La propuesta cambia, pero lo que se mantiene desde el comienzo “es la lectura y la escucha”, cuenta a PERFIL Paola Lucantis, socia del lugar e idea. “Pasamos por ciclos de poesía, de cartas, ferias –donde alguien lee y se acompaña con una copa de vino– o una cena. También cambian la duración y la dinámica”, puntualiza. “Ahora tenemos un Club de Lectura que surgió a pedido de la misma gente del barrio de Belgrano que quería un espacio de conversación”, explica Lucantis “Nosotras elegimos un libro e invitamos a quienes quieren participar. Tienen unas semanas para leer el material y luego nos juntamos. Entonces primero lo lee en silencio o en privado y después viene a ponerlo en común”.
En cuanto a la franja etaria, Lucantis destaca que hay jóvenes y gente adulta, e incluso “se están acercando cada vez más varones”: “La verdad, está buenísimo porque se va formando una comunidad de escucha y gustos donde se recomiendan autores, teatros, vinos”.
Para aquellos que prefieren no salir de su casa o no pueden participar por cuestiones de tiempo, La Letra en Llamas son encuentros virtuales. Surgió hace cinco años de la mano de Mariana Brito Olvera. Ella es mexicana y estudió Letras Hispánicas en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y desde 2016 vive en Buenos Aires. “La finalidad es mantenerme conectada con dos cosas que amo que son la literatura y mi país”, reconoce Brito Olvera. “Así hemos leído desde Elena Garro, Nellie Campobello, Josefina Vicens hasta Cristina Rivera Garza, Brenda Navarro o Verónica Gerber Bicecci, entre muchas otras”, detalla.
Sobre el formato de La Letra en Llamas, su mentora y coordinadora reconoce que “por el momento he realizado principalmente espacios virtuales. Los encuentros son abiertos a cualquier persona interesada en la literatura en México y con ganas de leer en compañía. En la hora y media leemos fragmentos concretos de las obras y desde ahí vamos desentrañando características y estilos del libro. Igualmente, siempre digo que la cita comienza desde antes de la fecha pactada ya que yo elaboro materiales complementarios para enriquecer la experiencia de lectura de quienes participan”.
Carmen Hernández es una alumna que, desde hace tres años, una vez a la semana se conecta con el círculo de La Letra en Llamas. “Prefiero leer en talleres o clubes de lectura, pues es más práctico y hay un compromiso de lectura analítica. Además de conocer a otras lectoras y aprender más sobre escritoras y escritores que enriquecen mi conocimiento”, cuenta esta mexicana, que dice que el horario diferente entre su país y Argentina “no me molesta”, reconoce que “las clases son grabadas así que, si pierdo por trabajo, lo puedo revisar en el Drive”.
Otra interesante propuesta, y teniendo presente que para leer no hay edad, surgió en Club EnLápiz, “un club de libros y juegos por suscripción para niñas y niños de 0 a 9 años”, explican a PERFIL Vane y Meli, sus socias y fundadoras, mamás y docentes.
Sobre la dinámica, detallan que “todos los meses enviamos una valija aventurera con una propuesta distinta, una nueva temática y propósito de lectura que incluye libros, juegos, actividades y más sorpresas”.
Antonio es uno de los suscriptores, que tenía 5 años en su momento y ahora tiene 6. Su mamá, Camila, detalla los motivos que la llevaron a suscribirse: “Le interesaban mucho los libros y teníamos una rutina del sueño que implicaba leer uno o dos libros todas las noches y escuchar una canción. Así fue cómo, viendo libros para él, me enteré de que existían suscripciones mensuales”. Continúa: “Luego, me llegaron dos publicidades a través de redes en verdad... Y de entre ellas la que más me gustó fue la de Cub EnLápiz. Me encantaron su forma de abordar la propuesta como la propuesta en sí misma, los colores y las temáticas. Además, la presentación del producto: que viniera en una caja con forma de valija me pareció un regalo hermoso (además de que a Antonio le fascinan las cajas, así fue como no dude más, y elegí ir por este camino”.
A modo de conclusión. Así como Arzoumanian reconoce que “los libros y la función de la lectura han cambiado radicalmente, donde solo sobrevivirán los libros que marquen una diferencia en la edición”, Albarello sintetiza que “leer sigue siendo un acto de decodificación de signos, pero en una variedad de soportes, medios y formatos nunca antes vista. Es así que propongo el concepto de ‘lectura transmedia’: ponemos en diálogo diversos medios y textualidades para sacar el mejor provecho y acceder a la información de acuerdo a la disponibilidad, el momento del día, la comodidad y las preferencias de cada uno. Y a eso le sumamos nuestros propios textos o contenidos para expandir la experiencia lectora”.
Lectores más vivos
Graciela Bialet*
Bajo la mirada de actual mundo globalizado e hipercapitalista, acaso este tiempo no estaba bien invertido. El ocio de inventar juegos y compartirlos con los amigos no deja dividendos. ¿Por qué estar paveando en la calle si se puede estar disfrutando del hiper-des-realismo del yopin y de las baratijas made in (algún país con trabajo esclavo)? O mirando vidrieras y caminando en solitario, aunque se vaya acompañado.
El consumo desmedido trastocó todos los parámetros. Los sociales. Los económicos. Los ecológicos. Todos. Incluso los culturales y artísticos. La lectura disputa, con otros soportes de entretenimientos, al ser un bien cultural apetecible, porque hay que dedicar tiempo y tener ganas de apostar a recrear nuevas ideas. (…)
Quien lee se pone “más vivo”, como decían las abuelas. ¡Qué sabiduría la de los dichos populares!: ser más vivo, que implica reconocer que se posee mayor inteligencia y astucia, se articula con la palabra “vida”. Es que durar y transcurrir no es lo mismo que vivir y ni qué hablar de Honrar la vida, como canta Eladia Blázquez.
*Autora de Lectores rebeldes, editorial La Crujía.