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Historia y sus apropiaciones

No amamos tanto el 9 de Julio

El conjunto de la sociedad civil se apropia del legado. Como cada momento de la historia, las fechas nacionales se disputan: ¿quién es el más patriota? La Casa de Tucumán es un espacio propicio para que aparezcan las luchas de poder político.

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Milei en la Casa Histórica de Tucumán, celebración por el Día de la Independencia. 2024. | cedoc

Es un consenso que el 25 de Mayo y el 9 de Julio activan discursos de “origen”. Una nación supone caminos sinuosos, y el de los historiadores es solo uno entre varios discursos del pasado, contrastante con la euforia de la política y los sobreentendidos de la sociedad.

El 9 de Julio, como momento clave, toca fibras sensibles. Un espacio físico (la Casa de Tucumán) y un tiempo ritual (cada 9 de Julio) estampan emociones. Cada vez que el calendario las alcanza, quien preside el país debe apersonarse, tal como se institucionalizó desde Carlos Saúl Menem. Esta hábil utilización desde la política de una narrativa sobre los orígenes sigue siendo en Argentina, como en otros países, una de las claves de un nacionalismo con facetas folclóricas, identitarias y, en ocasiones, belicosas.

La construcción de héroes, de visiones clásicas o revisadas, no proviene solo de los profesionales, sino del conjunto de la sociedad civil, que se apropia del legado pretérito y lo expresa en rituales. Con todo, la práctica profesional es indispensable, se trata de quienes se formaron específicamente en grado y posgrado para manejar fuentes, pero debemos tener la inteligencia de entender la complejidad del entramado.

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Abordar fechas fuertes como el 9 de Julio, que no sirven solo a la ciencia, sino también al ritual cívico, implica desafíos investigativos, pedagógicos y comunicativos. ¿De qué color era la casa de Francisca Bazán? ¿Quién era esa mujer y por qué un Tucumán distante del puerto era anfitrión del Congreso? ¿Cómo eran los territorios y por qué no corresponden con las provincias y naciones actuales? ¿Cuáles fueron los objetivos del Congreso? ¿Y sus obstáculos? ¿Qué pueblos y sectores se veían representados en las sesiones?

Con una programación de canales educativos basada en la importación de productos audiovisuales de Estados Unidos y su cultura política, como está por ocurrir, estas implicancias soberanas quedarán en peligroso olvido.

Ritualizar, investigar (y defenderse). Quienes vivimos del antiguo oficio tenemos que entender que los rituales son diferentes que la ciencia, pero por ello mismo mostrarnos y respaldarnos. Hace décadas un historiador de Santiago del Estero, Ramón Leoni Pinto, encontró documentos que muestran que la casa de los Laguna había sido alquilada, no cedida patrióticamente, tensando la frágil cuerda que ata la memoria con la historia. Su archivo, y la labor de arquitectos, ubicaron que el solar no estaba pintado de verde y amarillo, sino de blancas paredes y “azul de Prusia” en puertas y ventanas. No eran solo pigmentos, por las connotaciones políticas, precisamente. Gene-raron resistencia sus hallazgos, y aún en la actualidad no han circulado del todo sus avances, creando desequilibrios entre ciencia y contenidos educativos. Historiadores del Conicet y/o instituciones públicas como Gabriel Di Meglio, Alejandro Rabinovich y, principalmente, Alejandro Morea han mostrado el peso del ejército y su relación con los diputados. La guerra es ineludible para el Tucumán de su tiempo, para Salta, Mendoza, Buenos Aires.

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Divulgación, investigación, docencia media y universitaria son miembros de un cuerpo que deberían articularse, pero a menudo se descabezan y se elimina así la ciencia nacional. Quienes estudiamos el pasado tenemos que intentar que las dimensiones de nuestra labor se equilibren. Que la información que circule en aulas, podcasts, salitas del nivel inicial, se articule con la investigación “pura”. Si desmantelamos el Conicet, si removemos a los más formados, como ocurrió recientemente en el Museo Histórico Nacional, perdemos décadas de financiamiento estatal.

Hace años que, con Gabriela Tío Vallejo, Cecilia Guerra, Valentina Mitrovich y Juan Pablo Bulacio, hemos sumado aportes. Se ubicó a San Miguel de Tucumán como una ciudad transformada por la guerra, que accedió en 1814 al estatus de provincia, separándose de la intendencia de Salta. Fue huésped circunstancial de más 2 mil soldados y oficiales, recibiendo congresales y emigrados. Fue una “difícil centralidad”: una ciudad con transeúntes, comerciantes y una actividad guerrera y política que la sacó de su ritmo cansino.

Soplaron vientos de Buenos Aires en la propia presencia de un Belgrano que se radicó allí entre 1816 y 1819. En otro artículo, de mi autoría, se evidencia que su larga estadía generó entusiasmo, pero también temor antes proyectos independentistas todavía difusos, y frente a aquel ejército al que llamaban “porteño”.

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El miedo, objeto de estudio, es un iceberg del desgaste de la guerra, y ubica sectores populares que aceptaron directivas, pero también cuestionaron. Esa angustia de boca en boca terminó generando cambios en el Acta, agregando que la independencia era en realidad frente a “toda dominación extranjera”, no solo la corona hispánica.

Un festejo nacional en una provincia periférica.

En los festejos del año 2016, la Dra. Marcela Ternavasio intervino con inteligencia sosteniendo que más que una “guerra de cronologías”, había que hilvanar los puntos entre 25 de Mayo y 9 de Julio. Desde el prestigioso Instituto Ravignani, de la Universidad de Buenos Aires, propuso repensar esa “doble efeméride”. Los rituales, la escolaridad y hasta la gastronomía aúnan ambas fechas distantes en seis años y en kilómetros. Ciencia y contenidos no deben exagerar su desencuentro, y por eso otra investigadora notable, Noemí Goldman, indagó y asesoró a la Casa Histórica y acercó ciencia y comunidad.

Disciplinas como sociología, antropología, historia, patrimonio, son esenciales. La llamada “Casita de Tucumán”, que necesita urgente un concurso de director para no imponer personas por coyunturas de poder, es un ámbito central que debe protegerse de las garras del oportunismo político.

*Conicet-Universidad Nacional de Tucumán.