ELOBSERVADOR
Transformaciones

Todo tiempo pasado fue peor

En su último libro, los consultores políticos Jaime Duran Barba y Santiago Nieto sostienen que los profundos cambios tecnológicos han creado la nueva sociedad de la red: es diversa, se informa en tiempo real y no necesita la mediación de la autoridad. Mujeres y hombres empoderados e imprevisibles, a quienes ya no los mueven los discursos ni las pujas electorales, sino sus propias ilusiones.

 20220326_ciencia_tecnologia_shutterstock_g
Mejoras tecnológicas. El desafío es apoyarse en las reformas para mejorar la calidad de vida. | shutterstock

En las pocas décadas en las que nos tocó vivir, fuimos testigos de las mayores transformaciones de la historia de la humanidad. Pasamos de una sociedad en la que nos comunicábamos con los rostros y un mundo que se reducía al vecindario a otra en la que nos asomamos al cosmos y nos comunicamos con pantallas. 

Cuando niños, los ángeles vivían entre nosotros como personas de la familia, mientras el gato con botas correteaba entre los muebles de la vieja casona. En nuestro mundo simbólico existían fantasmas, curas sin cabeza y aparecidos, tanto en la ciudad como en el campo. La realidad se circunscribía a la familia, los vecinos y los condiscípulos. Los niños de nuestra escuela estábamos orgullosos de que el rector, un canónigo, tenga el título de “camarero secreto de su santidad”. Decían que por las noches iba a trabajar a Roma y por eso estaba siempre malhumorado. 

En 1961, los evangelistas fundaron el primer canal de televisión, Hoy Cristo Jesús Bendice, HCJB, en el que se podían ver coros de ese grupo religioso y algunos cortos del Pájaro Loco y de Mr. Ed. No era tan divertido como el YouTube actual, pero era lo que había en la pequeña oferta de placer de entonces. 

Esto no les gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
Hoy más que nunca Suscribite

La era del capitalismo tech
 

Las ciudades eran muy pequeñas. Durante la campaña electoral, los candidatos importantes organizaban su entrada en cada centro urbano. El acontecimiento paralizaba a todos por semanas. Chocaban manifestantes y manifestantes en contra, y normalmente había algunos muertos. La política era más rudimentaria y por lo tanto más fanática. 

Los candidatos daban discursos largos ante multitudes enfervorizadas en un tono delirante

La polarización contemporánea es ruidosa, pero menos violenta. Los estudiantes de los primeros cursos del colegio de los jesuitas salíamos, con niños de otros establecimientos católicos, al grito de “Viva Cristo Rey, abajo Cuba”. Los mayores, por las noches, cortaban las cuerdas que sostenían las carpas en que predicaban los protestantes. Nadie les alquilaba un local y por eso armaban tiendas de circo. 

Los candidatos pronunciaban discursos prolongados ante multitudes enfervorizadas. El tono de las intervenciones era delirante. No es cierto que se discutieran tesis profundas, como creen algunos que añoran el pasado. Tampoco la filosofía era interesante para los electores de ese entonces. 

En sus campañas Velasco Ibarra repetía una frase de Yrigoyen: “La próxima elección no es una elección cualquiera. Si votáis bien, el Ecuador se salvará. Si no, se destruirá para siempre”. El candidato ganó las elecciones cuatro veces, el país se salvó, lo derribaron antes de que cumpliera un año, todo se destruyó por toda la eternidad, pero nadie se dio cuenta. 

El reparto de regalos era frecuente. Los camiones con bolsas de alimentos recorrían los pueblos haciendo proselitismo. Las señoras ricas iban a votar encabezando una hilera de empleados y personas dependientes de la familia poderosa para que votara por su candidato. Después los premiaban con café y pan. 

Los líderes hablaban de temas teóricos. Leyendo los contenidos de los discursos, nos damos cuenta de que las masas seguramente no los habrán entendido, pero, como ahora, veían un espectáculo que los movilizaba con estímulos sentimentales. 

Los discursos no eran conceptuales, y tampoco el debate que mantenían con sus adversarios. En general había más de insultos y de incitación al fanatismo que de propuestas programáticas. Importaba ante todo el culto. La personalidad del candidato que denostaba a sus adversarios. Las necesidades de la gente no estaban en el discurso. 

Las campañas las manejaban miembros de un aparato que normalmente buscaban empleos para entregar su aporte patriótico al Estado y conseguir un sueldo. Los miembros de la masa no tenían mucho que hacer.
 
Las nuevas formas de la sociedad. Lo que hemos expuesto en las páginas de este texto alteró la realidad, cambió a los seres humanos y las relaciones que mantenemos entre nosotros. Esa revolución se inició hace décadas, se acelera todos los días y no tiene un final previsible. 

Internet filtra nuestra relación con la realidad. El cerebro se adapta a cada cambio tecnológico 

Los cambios se articularon con facilidad porque, desde los años sesenta, ocurrieron muchas transformaciones que destruyeron los viejos valores, y sobre sus escombros se pudo instalar una nueva sociedad. Nuevas perspectivas y valores se desarrollaron, especialmente en las sociedades capitalistas, que cobraron fuerza y se emplazaron en toda Europa cuando cayó el socialismo real. 

Se consolidó, al mismo tiempo, la Tercera Revolución Industrial, que se profundizó con la pandemia; y está llegando la cuarta, con la que aparecerán nuevas especies que superarán a la nuestra. La evolución nunca se detuvo y ahora se aceleró. 

Cada vez empleamos más tiempo en navegar, leer noticias, revisar el correo, ver videos, escuchar música, buscar informaciones, conversar. El celular se convirtió en una parte central de nuestro cuerpo, sin la cual no podemos vivir. 

La red filtra nuestra relación con la realidad. Como siempre, el cerebro humano se adapta a cada cambio tecnológico. Internet es el más radical que ha ocurrido. 

Algunos temen que perdamos la facultad de leer y se debilite la de pensar con profundidad, otros creen que la tecnología se va a combinar con el cerebro para aumentar exponencialmente nuestra capacidad intelectual. En todo caso, la red está cambiando físicamente nuestro cerebro. 

Antes podíamos sumergirnos en un texto por bastante tiempo y recorrer los caminos de Swann. Actualmente, a los pocos párrafos nos desconcentramos y hacemos otras cosas. Normalmente, leemos el libro en un artefacto que nos conecta también con Amazon, YouTube, y nos da constantemente noticias sobre lo que ocurre en el mundo. Los medios suministran información y también modelan el proceso de pensar. Internet, convertida en el medio de comunicación universal, adiestra a nuestros cerebros para recibir información de manera rápida y en pequeñas porciones. 

Ray Kurzweil dice que este es el primer paso para incorporar la tecnología en el cerebro humano y ampliar sus capacidades. “Nuestras primeras herramientas que inventamos ampliaron nuestro alcance físico, y las actuales extienden nuestro alcance mental. Nuestros cerebros advierten que no necesitan dedicar un esfuerzo mental (y neuronal) a aquellas tareas que podemos dejar a las máquinas”.

“Somos menos capaces de realizar operaciones aritméticas desde que las calculadoras las hacen por nosotros desde hace muchas décadas. Confiamos en Google como un amplificador de nuestra memoria, y de hecho recordamos mejor las cosas con él. Pero eso no es un problema porque estas herramientas se están volviendo más ubicuas, y están disponibles todo el tiempo”. 

Hay desafíos. En China el desarrollo tecnológico generó un control total de la población

Más allá de los temores sobre hipotéticos efectos negativos de Internet sobre la cognición, Kurzweil da la bienvenida a esta influencia: “Cuanto más confiamos en la parte no biológica (las máquinas) de nuestra inteligencia, la parte biológica trabaja menos, pero el conjunto aumenta su inteligencia”. “La red ofrece la oportunidad de albergar toda la computación, el conocimiento y la comunicación que hay. Al final, excederá ampliamente la capacidad de la inteligencia humana biológica”. “Una vez que las máquinas puedan hacer todo lo que hacen los humanos, se dará una conjunción poderosa porque mezclados con ellas nos haremos más inteligentes”. 

Lo que viene. Con el ingreso de la inteligencia artificial en las computadoras cuánticas se va a dar un nuevo gran salto en la historia de la comunicación. A diferencia de las computadoras clásicas, que manipulan bits que pueden ser 1 o 0, los llamados qubits de los ordenadores cuánticos pueden ser 1 y 0 a la vez. Esto les permite procesar enormes cantidades de información simultáneamente. 

¿Podría una máquina producir los principios abstractos y no intuitivos de la teoría cuántica, o los principios de Albert Einstein de la relatividad? ¿Podría producir una teoría que los humanos no podemos entender? Parece que vamos hacia eso. 

Hay que abandonar la idea de que el elector es una unidad tonta a la que podemos mover con publicidad. Tiene distintos niveles de interés y de compromiso, y hay que tratarlo de manera más personalizada. Quiere participar en todo, desde su punto de vista. 

La nueva sociedad y la política. Los algoritmos fomentan en la red los fanatismos y la difusión de teorías conspirativas, pero se impone un ordenamiento general. Es indispensable promover la necesidad de generar el respeto por el otro, tanto a nivel nacional como internacional. Es necesario generar una sociedad en la que existan personas que piensan de distinta manera, que puedan convivir. 

La educación repetitiva y memorística educa seres humanos que no pueden competir en ese campo con las máquinas. Necesitamos fomentar la creatividad, la disrupción, el caos creativo, la pluralidad interna, la discrepancia. 

Internet de las cosas se difunde vertiginosamente y está alterando la realidad. Muchos objetos se conectan a la red con una microcomputadora, recopilan información y crean conceptos, en lo que hasta hace poco era un territorio virtual solo para humanos, más de cincuenta mil millones de dispositivos estarán conectados a la red en 2030. 

Esa combinación de Internet de las cosas con la inteligencia artificial está ya en nuestros teléfonos, hablamos con Siri y Alexa. En este momento la refrigeradora inteligente sabe lo que tiene y pide lo que se agota. Las casas inteligentes se manejan solas, prenden y apagan cualquier cosa. Es solo el comienzo de una realidad que en pocos años se transformará todavía más. 

Toda la información que se produce se almacena en sitios como Amazon, Google y otros. Para que funcione Internet de las cosas todo debe estar prendido siempre y por eso las máquinas pueden oír y registrar todo lo que hacemos. 

Hay enormes desafíos. La privacidad tiende a desaparecer. En China el desarrollo tecnológico ha generado un control total de la población. El Estado registra y premia o castiga hasta los aspectos más personales de la vida cotidiana. 

Las alternativas chinas de las redes que usamos en Occidente carecen de elementos que en nuestra sociedad parecen esenciales: libertad de acceso, comunicación abierta con la comunidad, producción libre de contenidos. El gobierno dispone de un sistema que controla y censura todo lo que se produce. 

Con el tiempo se ha vuelto común la censura social, más específicamente, el shaming (avergonzamiento público). En una versión menos dramática que la de Corea del Norte, son los ciudadanos comunes quienes denuncian a los que hablan en contra de lo que llaman “los intereses del país”. La gran victoria del sistema no es solo el bloqueo exitoso, sino que los ciudadanos no demanden información y se conformen con lo que determina el sistema. 
Las transformaciones que han ocurrido están llegando a otros niveles. Estamos preparando un nuevo texto acerca de la política y las revoluciones industriales.

*Consultores políticos. Fragmento de su libro La nueva sociedad.