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Baldosas Piezoeléctricas: un paso hacia un mundo más limpio y eficiente

Por Ing. Roxana Salinas, docente del Dpto. de Tecnología Industrial y Servicios e investigadora del Instituto de Tecnología (INTEC) de UADE.

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Ciudades como Londres y Tokio ya comenzaron a implementar esta tecnología. | UADE

La lógica suena infalible. La mayoría de nosotros utiliza los pasos para movilizarse en cada acción cotidiana. Aprovechar esa articulación natural y otorgarle el valor agregado de aportar energía sin un gasto extra más que el caminar parece una idea tan simple como poderosa. Pensar en una pasarela que conecta líneas de subte podría funcionar como un gran escenario para generar una fuente de energía limpia y sustentable. Pero esto, como todo, tiene una limitación.

Un error frecuente es pensar que los materiales piezoeléctricos pueden generar grandes cantidades de energía para aplicaciones a gran escala. En realidad, este tipo de tecnología produce impulsos eléctricos breves y de alto voltaje, pero con una corriente muy baja. Esto limita su utilidad a dispositivos que requieren muy poca energía, como sensores, pequeños indicadores LED o sistemas electrónicos de bajo consumo. Aunque es una fuente interesante para aplicaciones específicas, no es viable como solución energética masiva.

La clave está, entonces, en encontrarle el uso adecuado. Aun con sus limitaciones, la tecnología piezoeléctrica no deja de ser una vía innovadora dentro del mundo de las energías limpias. Su mayor virtud está en la posibilidad de integrarse de manera imperceptible a nuestras rutinas, generando energía a partir de algo tan cotidiano como caminar.

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Ciudades como Londres y Tokio —referentes mundiales en innovación urbana— ya comenzaron a implementar esta tecnología en puntos neurálgicos de su territorio. En el caso de la capital japonesa, se colocó específicamente en el Shibuya Crossing, el paso de peatones en la salida de la estación de Shibuya, considerado como el cruce más transitado del mundo, con hasta 3.000 personas atravesándolo al mismo tiempo. La elección del lugar no es casual: un punto de altísimo flujo peatonal, ideal para generar micro cargas eléctricas constantes.

En Londres, siguiendo una lógica similar, se instalaron baldosas piezoeléctricas en la estación de tren de Canary Wharf, una de las más concurridas del sistema de transporte británico. Allí, la energía recolectada se utiliza para alimentar parte del sistema de iluminación, mostrando que un movimiento tan básico como caminar puede contribuir a un entorno más eficiente.

Este tipo de experiencias marca un rumbo posible: pensar en el uso de tecnologías alternativas no solo en grandes plantas o infraestructuras, sino en el día a día de las ciudades, en los gestos mínimos que hacemos sin pensar, pero que, bien aprovechados, pueden transformar nuestro impacto ambiental.

En línea con estas iniciativas, investigadores del Instituto de Tecnología (INTEC) de UADE desarrollaron un primer prototipo con 12 sensores piezoeléctricos apropiados para alimentar baterías eléctricas y equipos de audio. Este avance representa un primer acercamiento, pero también una muestra concreta de las posibilidades de escalar hacia desarrollos de mayor rendimiento y vida útil, con vistas a su implementación en centros estratégicos con gran circulación de personas.

El desafío ahora es múltiple: seguir perfeccionando la tecnología, aumentar su eficiencia, reducir los costos de producción y mejorar su resistencia. Porque si bien las baldosas piezoeléctricas no están pensadas para reemplazar otras fuentes de energía, su rol como complemento es cada vez más valorado en el ecosistema de las renovables. Para poner en dimensión, un paso genera de media 7 vatios de electricidad y cada paso empuja 5 milímetros hacia abajo la goma. Es decir, que con cada paso se podría estar encendiendo una bombilla led de 7 vatios que proporciona una luz tenue, con un bajo consumo de energía y una larga vida útil. Todo esto está ligado al peso corporal de la persona que ejerza la pisada.

A diferencia de la energía solar o eólica, que requieren grandes superficies o condiciones climáticas específicas, la tecnología piezoeléctrica tiene la ventaja de integrarse al espacio urbano sin necesidad de grandes modificaciones. Se adapta a entornos construidos, aprovechando la infraestructura existente y el flujo natural de personas, sin alterar el paisaje ni depender del clima.

Sin embargo, su costo inicial continúa siendo elevado, debido a la tecnología especializada que requiere. En contraposición, los costos de los paneles solares han disminuido considerablemente en los últimos años, volviéndolos más accesibles para proyectos de mediana y gran escala. Esto coloca a las baldosas piezoeléctricas en un nicho más específico, orientado a proyectos locales, puntuales y con fuerte circulación, como estaciones de tren, shoppings, aeropuertos o eventos masivos.

En definitiva, no se trata de pensar en esta tecnología como una solución total, sino como una pieza más en el rompecabezas de las energías renovables. Una pieza que, al insertarse en lugares clave, puede generar un cambio significativo. Que cada paso cuenta no sólo en términos de destino, sino también en términos de energía.

Con desarrollos como el del INTEC y experiencias que se replican en distintas partes del mundo, damos un paso más —literal y simbólicamente— hacia un futuro más limpio, más eficiente y, sobre todo, más consciente.