A diferencia de su padre, que dejó el secundario después de repetir tres veces tercer año, el Chino terminó sus estudios en el ILSE en 2006. En una casa llena de inquietudes artísticas, sólo había una manera de dar rienda suelta a la rebeldía adolescente: dedicarse a los números. “Lo que más me gustaba era saber mucho de física y química”, especifica. Así fue que se anotó en la carrera de Ingeniería Industrial en la Universidad de Buenos Aires. Pero no llegó a cursar ni una sola materia: no importa la resistencia del ministro Martín Lousteau, rulos como esos no crecen en una cabeza ocupada con ciencias exactas.
—No sé bien por qué fui a visitar la Universidad del Cine en San Telmo y decidí anotarme. Estoy cursando segundo año.
—¿Cómo que no sabés por qué? En tu casa debe hablarse mucho de cine.
—Claro. Pero la verdad es que me daba un poco de miedo. No me animaba a meterme en el terreno de mi viejo. Porque además estoy estudiando teatro con Raúl Serrano. Siempre me atrajo y ahora pensé: “Ya que estoy estudiando cine...”.