Una joven sostiene firme un cartel en una de las marchas del movimiento de mujeres, con sus dos brazos en alto exhibe un texto que también es una invitación “Penélope, sal de Itaca… el mar también es tuyo…”, no sé exactamente si fue en la marea verde de aquí, o si fue en otro punto del planeta unido por la infatigable ola feminista, pero ese cartel, es un llamado potente, vital y poético que invita a Penélope a interrumpir una espera continua de veinte años tejiendo y destejiendo, mientras su marido Ulises libra gloriosas batallas del otro lado del mar y atraviesa grandes aventuras. El cartel resuena como un grito envalentonado que insta con complicidad a la protagonista a dejar de tejer, a romper su propio techo o en este caso pared de “cristal” y lanzarse al mar como quien se tira al vacío con confianza.
Hoy los personajes protagónicos femeninos avanzan solos en un camino de empoderación, y no me refiero a la industria Marvel que para estar a la altura de los tiempos, salda una deuda creando a la Capitana Marvel, una súper guerrera con poderes extraordinarios, sino de las mujeres de nuestras series como Laura y Antonia de 100 días para enamorarse que haciendo uso pleno de sus capacidades, se animaron a valerse por sí mismas. Un guionista hoy, cuando tenga que imaginar una protagonista seguramente creará un personaje que en su arco dramático resolverá el camino de pararse sobre sus propios pies, o si ya lo logró, saldrá de allí para ir por más, y no solo por una declaración de principios, sino porque de otra forma no crearía empatía, ni identificación en los tiempos que corren. Para estar actualizada Penélope podría mutar a nuevas versiones más proactivas o al menos alguna de sus amigas más cercanas la obligaría a replantearse que está haciendo de su vida. Ahora bien, el camino a transitar por la paridad que les espera a las nuevas protagonistas está más claro, pero se les torna más nebuloso a la hora de posicionarse en el amor y sus laberintos.
Nos hemos encontrado varias veces en las rondas de trabajo con mis compañerxs con dudas del tipo “está bien que ella le pida al hijo que stalkee las redes sociales de su ex”, que si él le clava el visto y le contesta más tarde, ella entre en un espiral de conjeturas insoportables, que si él se va, ella se meta en la cama y se baje medio kilo de helado, que escuche en el auto una canción de Mon Laferte llamado Amor completo diciendo cosas como “Arrúllame, ahógame, aplástame, desármame, cómeme, fúmame” y le broten infinitas lágrimas añorando lo que perdió.
¿Habla mal de nuestras protagonistas que libren a capa y espada batallas por la paridad, pero que sufran porque tuvieron una cita y él no las volvió a llamar? Qué pasaría con nuestras protagonistas empoderadas si no pudiesen preguntarle a sus amigas: “¿Qué me quiso decir cuando me dijo te quiero en lugar de te amo?” y todas las variantes de incertidumbres sufrientes que van en la misma serie. Por otra parte, la contrapartida de ese amor desesperado, tampoco es el liviano, el que no tiene compromiso, el “amor líquido” alimentado en los desaires y descartes de las redes sociales que como vimos en el programa las dejaba a nuestras chicas más confundidas aún.
Sabemos que el amor romántico está en crisis hace tiempo. Así y todo, con cierta culpa debemos admitir que estamos atravesados por esa idea y esas emociones aunque no nos gusten, que las mujeres emponderadas también pueden permitirse si son duchas en las manualidades, hacerse de agujas de tejer y crear una espléndida manta mientras espera que él vuelva, es que una cosa no anula a la otra. Es todo junto encontrándose, pero no a la vez, ni en simultáneo. Y de esa contradicción creamos trama, basta con ver las comedias románticas que deben reinvertarse con guionistas que apelan a la acidez, al humor negro porque el género está en plena deconstrucción.
En 100 días para enamorarse nuestras protagonistas Laura y Antonia fueron mujeres de esta época que patearon el tablero, pero también se perdieron en los rulos del amor, aun así decidieron hacerse preguntas y ahondaron en la construcción de sus parejas, y en el camino de los cuestionamientos como en una estructura de mamushkas se interpelaron otros vínculos y aparecieron nuevas configuraciones familiares menos tradicionales incluso saliendo del binarismo, como en un ecosistema sano se movieron las alas de una mariposa y se habló en la tira diaria también de… familias nuevas, del amor entre personas del mismo sexo, de la transición transgénero, de la bigamia, del poliamor, de la legalización del aborto, de la discriminación, de la necesidad de una ESI (Educación Sexual Integral) y sobre todo de la hermandad femenina, de esas amigas incondicionales que celebran la sororidad.
En definitiva, Penélope hoy tiene posibilidades, puede elegir salir al mar, navegar, tomar sol en cubierta, tener aventuras, librar batallas, hacer revoluciones, pero también si se le canta, quedarse en su casa tejiendo y destejiendo toda la noche.
*Guionista de televisión.