Tiene 51 años, danza y hace acrobacias por el aire. Comparte escenario con otra mujer de la que nadie diría que tiene 76 años. Aquí, Eleonora Cassano reflexiona sobre su presente artístico, en el que comparte escenario con Nacha Guevara.
Quien se hizo famosa bailando junto a Julio Bocca tiene, sin dudas, una trayectoria propia, en la que, sobre la base de su formación en danza clásica, se anima a desafíos escénicos. A comienzos de enero de 2017, reestrena Stravaganza. Sin reglas para el amor, la creación de Flavio Mendoza, con la que estuvo la temporada de verano 2015-2016 en Carlos Paz. Ahora, compartirá el escenario nuevamente con Nacha Guevara y, en el rol que supo hacer Fernando Dente, esta vez en el Teatro Broadway de Buenos Aires, estará Felipe Colombo.
—¿Cómo te preparás para esta nueva temporada? ¿Qué exigencias te implica esta participación?
—Con muchas ganas de volver a hacer el espectáculo. Yo hago un personaje, que se llama Malena, que me permite mostrar mi parte de baile y cosas diferentes a las que la gente está acostumbrada a verme. Bajo colgada de un arnés; y estoy en un elemento, que es como un sinfín metálico, de 3 metros de largo y alto, en el que se trabaja con los contrapesos del cuerpo. Es muy visual y un poquito arriesgado. Salgo volando agarrada de la muñeca. Tengo 51 años, pero no lo siento. Me siento muy bien, me mantengo; en el cuerpo tengo una memoria que hace que arriba de la escena nada importe.
—¿Cómo la ves a Nacha? ¿Te imaginás estar en un escenario, como ella, a los 76 años?
—Después del verano, con Nacha terminamos con una relación muy linda. Antes de escena, nos encontrábamos en el camarín, hacíamos una meditación. Es admirable su personalidad, su fuerza. Pocas veces vi personas con la energía que tiene Nacha. En escena y fuera de escena, es una persona incansable. Todo eso que es su vida lo pone en escena. A los 76, me encantaría estar… no sé si bailando, porque bailar es distinto a cantar o a actuar. Yo ya bastante me estoy estirando en el baile. Espero poder llegar como ella… Tiene una sabiduría maravillosa, y eso se transmite en escena.
—Iñaki Urlezaga acaba de conseguir, a través del Ministerio de Cultura de la Nación, que se configure lo que sería el primer ballet nacional dedicado a la danza clásica. ¿Qué opinión te merece esto?
—Me parece bien. Iñaki tiene conocimiento para llevar adelante esto. Es un poco extraño, tal vez, porque decís “ballet” y pensás en el Teatro Colón. Pero es bueno que se siga ampliando el mundo del ballet. Me da un poquito de cosa, porque con Julio Bocca, Lino Patalano –jugándosela y consiguiendo plata de donde fuera, para ir de gira, para pasajes– y el Ballet Argentino, nosotros tratamos de hacer eso hace mucho tiempo y nunca tuvimos el apoyo necesario. Lo llevamos a cabo en forma privada, siempre luchamos y nunca tuvimos el apoyo que tendríamos que haber tenido en su momento. Iñaki lo consiguió.
—¿Cómo es tu vínculo hoy con Julio? ¿Cómo lo ves? ¿Qué sabés de su trabajo en Uruguay?
—Con Julio nos encontramos de vez en cuando. Si estuviera viviendo acá en Buenos Aires, sería diferente. Nos vimos en el cumpleaños pasado de Lino, que se hizo en Italia. Justo en ese momento Julio se había tomado la licencia en el ballet del Sodre. Estaba un poquito… Es muy duro luchar siempre con todo: con bailarines, con empresas, con gobiernos… Es desgastante. Lo que hizo Julio con el Ballet del Sodre fue algo maravilloso. Le ofrecieron absolutamente todo allá (en Uruguay); hasta viajó con el presidente a Washington en la comitiva presidencial. Acá nunca le dieron bola. Teniendo un Julio Bocca, acá no se lo aprovechó. Ahora se lo quedó Uruguay; él generó en Uruguay una compañía maravillosa.
—En Buenos Aires, una de las principales salas dedicadas a la danza contemporánea, Café Müller, cierra la semana que viene, lo mismo que salas independientes como El Crisol y La Nave Surrealista. ¿Qué reflexión te merece esto?
—Es muy triste. La situación teatral está muy difícil. Hoy en día es muy difícil tener una compañía, sea de ballet o de teatro. A los teatros más pequeños, independientes, se les complica muchísimo y llega un punto en que no queda otra solución que cerrar… Hubo épocas mejores; hace veinte años era un momento teatral maravilloso. Ahora lo que está viviendo la gente se refleja en el teatro. Ir a un teatro y después ir a comer algo… estás hablando de una fortuna. Además, la gente no sale hasta muy tarde, por la seguridad. Se cierran teatros, se disuelven compañías. Son cosas que no son buenas.