ESPECTACULOS
"POLICIAS EN ACCIN"

Cámaras a la gorra

Dos días de recorrido en los móviles de la Bonaerense junto a la producción de Policías en acción permiten describir los detalles del b ackstage de uno de los programas más exitosos de la TV argentina y conocer la metodología de trabajo de los uniformados. Acción, peligro y la relación de los policías con las cámaras. ¿Reivindicación o parodia de la institución? Periodistas con chalecos antibalas y policías que practican copetes.

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METODOLOGA. Los productores del programa suelen hacer interminables preguntas a los denunciantes. Los policas se limitan a ser testigos oculares. | Cedoc

Siendo las 20:00 horas del viernes 19 de enero, la femenina identificada como Laura Blanco, periodista, de 25 años, se presenta en la Comisaría 1era. de Quilmes, ubicada en la intersección de Alem y Sarmiento, preguntando por el capitán Javier Fredes. Acompañada por un fotógrafo masculino, portador de sus instrumentos de trabajo, explica que fue citada por la producción del programa televisivo Policíasen acción para abordar un vehículo policial de dicha comisaría y circular la cuadrícula correspondiente en busca de cacos y/o malvivientes.

Recorrido. Ya es de noche, pero las calles de Quilmes aún están tranquilas. “Vení, pasá”, invita José Iglesias, productor de Policías en acción, el docureality que ya va por su cuarta temporada y que se mantiene con un promedio de 19 puntos de rating. El capitán Javier Fredes no es el estereotipo de policía. Joven, bronceado y sin un gramo de más, arma el itinerario de la jornada, mientras U2 suena de fondo y el camarógrafo del 13, Esteban Gherza, se entretiene con el juego de dardos que cuelga de la pared.

Si bien no se maquillan, los policías de esta comisaría aman las cámaras. Una y otra vez, repiten el copete: “No te vayas. Seguí viendo Policías en acción” y se ríen entre ellos por furcios pasados. “Este programa reivindicó a la Bonaerense. Le hizo ver a la gente que la Policía no sólo va a un robo, sino también a ayudar a una mujer a la que se le subió el gato al techo –explica Fredes–. Al principio, nos daba desconfianza que se mostraran ciertas cosas. Pero al pensarlo mejor, dijimos: ‘Trabajamos 16 horas seguidas. No tenemos por qué ocultar que comemos o tomamos mate’”.

—¿Tampoco les molesta que los graben cuando piden la pizza gratis?
— Lo de la pizza es mito.

—Mmmm...
—Comemos más carne (risas).

En marcha. El Sargento Horacio Martínez carga su arma reglamentaria, una 9 milímetros, y arranca la camioneta. Son las nueve de la noche y la radio está muerta. “Todo el mundo está de vacaciones, hoy va a estar tranquilo”, comenta. Mirar un episodio de Policías en acción sentado en el sofá de casa genera más adrenalina que presenciar su grabación. Aquí no hay tiroteos, persecusiones ni detenidos. “Lograr una nota lleva a veces una semana –explica Iglesias– . La mayoría de los llamados son por peleas familiares o vecinales. Y muchas veces tampoco nos sirven. Tiene que haber una historia, un conflicto y al menos dos personajes que hablen mucho”. Hace cuatro años, cuando al director artístico Rubén Viveros se le ocurrió la idea del programa, todo era diferente. “En principio, se pensó mucho en la acción y las corridas. Después, empezamos a buscar otras notas, con una mirada más divertida”, cuenta el productor ejecutivo Eloy Alazarb. La llegada del ministro de Seguridad Bonaerense, León Arslanián, dificultó aún más la tarea del equipo técnico, formado por diez camarógrafos y diez productores que recorren las comisarías del Gran Buenos Aires. “Eliminó los comandos y dividió todo en cuadrículas que abarcan de 50 a 200 manzanas. Eso te limita”, continúa Alazarb.

El prócer y el cantautor. A las 23 por fin suena la radio. “Denuncia por automóvil en actitud sospechosa. Aparentemente, sería un Fiat Siena gris”, informa la metálica voz. El patrullero acelera a 70 kilómetros por hora rumbo a Alem y Alsina. Martínez y el capitán Fredes, ya de civil, bajan de la camioneta. “Por fin pasan por esta zona –grita Mariano Moreno, un vecino asomado a la ventana–. Ayer quisieron entrar a mi casa y el otro día le robaron la guitarra a Argentino Luna, que vive acá al lado. ¡No se rían! Es que ustedes son tan corruptos como los delincuentes”.

Iglesias y Gherza, quienes trabajan hace ya cuatro años en el programa, siguen grabando. Son ellos los que charlan con el vecino, mientras los policías permanecen a un costado, mordiéndose los labios para no contestar las interminables acusaciones del denunciante. “La gente se hace la valiente delante de las cámaras”, dice Fredes, luego de subirse al patrullero. Iglesias disiente: “Me parece que cuando ven a los productores de Policías... comienzan a hacer chistes”. Y continúa: “Tenemos libertad para grabar lo que queramos en la vía pública; sólo pedimos permiso para entrar a una casa”.

Día 2, Virrey del Pino. A metros de la Fundación del Padre Pantaleo y a otros tantos del Ceamse –el relleno sanitario que recibe 2.400 toneladas de basura por día– comienza el segundo día de travesía. El productor Rafael Belaustegui y el camarógrafo Chelo Fuentes eligieron pasar la jornada junto al Sargento Carlos Alderete y el oficial Claudio Reno de la Comisaría 2º de La Matanza Sur. “¿Qué hacés, gato?”, saluda Reno.

El escenario aquí difiere bastante del de Quilmes y los policías no son tan amigables con las cámaras. “El programa es una burla a la Policía. Muestra toda su ineficacia”, se queja Alderete. El calor, el polvo que se te mete hasta en los dientes, el dolor de rodillas que llega después de horas sin poder moverse (el enrejado de los patrulleros deja sólo 10 centímetros para poner las piernas) y el ajustado chaleco antibalas hacen que uno desee con todas sus fuerzas que algo ocurra: un robo o, al menos, una pelea callejera, con tal de volver rápido a casa con la nota bajo el brazo. El cordobés Chelo no piensa igual. “Prefiero los días tranquilos –confiesa–. Estuve en dos enfrentamientos y en uno me pasó la bala a 20 centímetros. Los quince días postiroteo son tremendos”.

Tierra de vikingos. A las 21 en punto la sirena del patrullero se enciende para internarse en el Barrio Nicole. Las poceadas calles de tierra dificultan la llegada del patrullero. A su paso, todos los vecinos clavan la mirada en el móvil. Los niños saludan con una sonrisa; los adolescentes, en cambio, escupen el piso en señal de rechazo. Una vez en el lugar, Julio nos hace pasar a su casilla de techo de chapa. Está nervioso y acusa al marido de su ex esposa de amenazarlo con un machete “sin ninguna razón”. El oficial Reno sonríe. “Siempre se arman estos líos porque estos gatos son recornudos. Todo es problema de vikingos”.

Siendo las 23 horas del miércoles 23 de enero, la femenina Laura Blanco, acompañada por el fotógrafo masculino, informa la retirada de la Comisaría 2da. de Virrey del Pino. Posteriormente a descender del móvil 33662 y devolver los chalecos antibalas pertenecientes a la dependencia, suben al asiento trasero de un remís rumbo a Capital.