Como director de casting soy libre y creo en no tener prejuicios al pensar en un elenco, pero siempre partiendo de un punto de vista claro del proyecto. Intentamos que las búsquedas sean lo más abiertas e inclusivas posibles y poder abrir el juego de la imaginación ya que el casting define el proyecto.
En el caso de las biopics hay un elemento determinante: ya existe una referencia del personaje, pero el parecido físico no es lo único importante: hay que captar su esencia y encontrar a quien nos permita imaginar a esa persona que ya conocimos: el actor y su instrumento son lo mismo, o sea que uno elige a una persona para contar a otra.
En Monzón la búsqueda comenzó cuando todavía los libros no estaban listos, ni había director aún. La primera impresión con los productores fue: “Hay que encontrar a Monzón o no hay
serie”. La búsqueda debía ser exhaustiva. La convocatoria fue a nivel nacional e internacional, incluyendo boxeadores. Pero a la semana de arrancar mandé un mensaje a los productores con dos fotos de Mauricio Paniagua con el Barrio 31 de fondo: “¡Es él! Es actor y boxea” Luego de preseleccionar por foto a más de trescientos candidatos, comenzó la primera etapa de audiciones: dos minutos de boxeo y una entrevista en la cual les pedía a los actores que no hicieran una imitación, sino que imaginen su propio Monzón sin forzar. “No acting please”. Mauricio pasó por varias pruebas para evaluarlo actoralmente y ver cómo respondía al ser dirigido, pero durante esos meses la búsqueda no se dio por finalizada, aunque yo sabía que él iba a ser Monzón. Pero el trabajo como director de casting no consiste solo en cubrir un rol, sino también lograr que todo el equipo artístico pueda ver lo mismo que nosotros y a veces eso lleva más tiempo que encontrar al actor. Cuando Jorge Román (Monzón adulto) entró a mi estudio, sabíamos que estaba solo unas horas en Buenos Aires, no había tenido tiempo de prepararse, ni vestuario traía. No suelo ayudar a los actores en las audiciones, pero, en este caso, entendía sus circunstancias. Su evidente parecido con Monzón y su relajación me hablaban de que él ya se sentía protagonista de la serie.
Cuando se realizaron en mi productora los castings para la serie de Maradona, la dinámica fue muy diferente: un casting muy cerrado convocando a talentos que ya venían preseleccionados por la productora de la serie y de ahí saldrían los protagonistas.
En la película de Tita Merello, la búsqueda se acotaba a una actriz que pudiera cantar como “Tita”. Hicimos una convocatoria poco voluminosa y un casting extenso: un monólogo, una canción y una escena. Cuando llegó Sofía Gala al estudio, me dijo: “Vine porque sos vos y no te quería dejar plantado, pero no la voy a hacer porque sé que sos exigente y no me preparé”. Un casting debe ser exigente y tiene la tensión de una prueba para un trabajo en la cual soy parte importante de un jurado: disimular la verdad de la situación me parece una hipocresía. Pero admito que el desparpajo de Sofía ese día me pareció interesante porque Tita lo tenía. Así que le respondí: “¡Te quiero ver igual, todo eso que hiciste es ‘muy Tita’, si no sabés el monólogo completo: improvisá!”. Y no estuvo nada mal: tenía el arrabal y el ángel para Tita pese a que daba joven para la edad que buscábamos. Cuando entró Mercedes Funes, con su vestuario, su flor amarilla en el pelo, el monólogo súper incorporado, y una canción que nadie había elegido, le dije a mi equipo: “¡Es ella!”.
Mis indicaciones en el casting son pocas, pero precisas y los actores con oficio las suelen incorporar rápidamente. A Darío Lopilato lo cité a audicionar tres veces para Solo se vive una vez, donde haría un judío ortodoxo. Cada vez le daba más indicaciones y él las tomaba divertido. En cambio, hay actores que vivencian las marcaciones como críticas o no las comprenden y se frustran. Si parten de la base que ya tienen la verdad sobre el rol y vienen a lucirse en lugar de a probarse, el trabajo se dificulta. Mis seminarios para cámara/casting son para que los que aún no tienen oficio lo adquieran antes de ir a una audición y poder cortar el círculo vicioso.
En fin, el casting es un viaje que empieza con un rumbo y sin prejuicio. En el camino todo puede ir cambiando, pero siempre hay un destino adonde llegar: una historia para contar con una mirada que se va construyendo y consensuando entre todos: casting, director, productores y demás jugadores de la industria. ¿Siempre queda lo que yo quiero? No siempre, pero se acerca bastante.
*Actor, director de castings.