ESPECTACULOS
Entrevista

Santiago Loza: “El cine siempre fue para mí una forma de entender”

El autor vuelve con una película que fue estrenada en San Sebastián y que sigue ahora su recorrido en el cine Gaumont, en el Centro Cultural San Martín y en la sala Hugo del Carril en Córdoba. Un relato que lo muestra en su mejor forma, libre y contando con un total dominio de su poética y de su rincón del mundo.

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Retorno. Loza regresa a la pantalla con la película con una producción de Gonzalo García-Pelayo, protagonizada por Eva Bianco y Anabella Bacigalupo. | NESTOR GRASSI/GONG/CEDOC

Santiago Loza no para: este año estrenó una película, editó un libro y ya prepara otro, mientras arma las valijas para irse unos días a Shanghái, invitado para una residencia por la China Writers Association. Loza es un artista hiperactivo y multifacético –tiene una obra importante que incluye cine, literatura y teatro–, pero conscientemente se ha alejado de los encasillamientos. “Mi inclinación por la hibridez puede marear un poco –advierte–. Pero para mí es importante hacer lo que se me antoja. Nunca pensé en términos de una carrera. Y tampoco hice demasiadas cosas para conseguir un bienestar económico. Cuando escribo –sean guiones para películas, teatro, narrativa o poesía–, me tiene que importar eso que estoy produciendo. Siempre me pareció peligroso poner energía en algo que no me importa”.  

El nuevo largometraje de Loza se llama Amigas en un camino de campo, se filmó en Villa Ventana y está íntegramente protagonizado por mujeres (Eva Bianco, Anabella Bacigalupo, Jazmín Carballo, Carolina Saade). Es, entre otras cosas, una sensible invocación a la poesía de Roberta Iannamico –que vive en la zona donde se rodó la película– y un fresco melancólico sobre la amistad femenina y las huellas y los dilemas que siempre provoca el paso del tiempo. Se puede ver en Buenos Aires (cine Gaumont a las 13 y Centro Cultural San Martín en diferentes fechas en septiembre) y Córdoba (sala Hugo del Carril). 

“Es una película que surgió a partir del placer por la lectura –explica el director–. Me volví un lector mucho más asiduo de poesía desde que voy a un taller con Laura Wittner, y me gustó la idea de combinar los poemas de una autora que admiro como Roberta Iannamico con el placer de deambular y las conversaciones de algunas mujeres que hablan en profundidad de un vínculo como la amistad, constitutivo en mi trabajo y mi vida cotidiana. También es una película pospandemia: es como una especie de deshielo después de todo ese tiempo en el que estuvimos encerrados. El cine siempre fue para mí una forma de entender las cosas, y esta película me permitió volver a conectarme con el mundo después de la pandemia, algo parecido a lo que les pasa a los personajes que la protagonizan”. 

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Hay, más allá de los textos de Iannamico incorporados orgánicamente al relato, una impronta poética en la imagen: el paisaje sugerente del inicio de la Patagonia argentina en Bahía Blanca, una ciudad ubicada justo en la transición entre la llanura pampeana y el imponente sur argentino, muchas veces dice más que mil palabras. “Para mí la poesía está relacionada con los ‘no sirve’, con lo que no tiene practicidad. Y en cine tiene que ver con valorar cierta inutilidad de algunos planos. Hablo de esos planos que no son narrativos o en los que no aparece la figura humana. En esta película era tan importante filmar la flor de un cardo con un trozo de cielo de fondo como el rostro de las actrices. Los detalles que parecen irrelevantes me interesan. Cuando filmamos hubo algo relacionado con la espera que me gustó. A pesar de que es una película de bajo presupuesto, hecha con pocos recursos, nosotros decidimos esperar: al único tren que pasaba por la comarca, o a una luz determinada del día. Fue un rodaje un poco zen”. 

Desde que debutó en la dirección de cine con Extraño (2003), una ópera prima premiada en el Festival de Rotterdam (Holanda) hasta hoy, para Loza las cosas no han cambiado mucho en términos de condiciones de producción: tiene una decena de películas pero sigue sin encontrar demasiadas vías concretas de financiación disponibles. “Siento que así como otros cineastas de mi generación se han ido profesionalizando y trabajan para plataformas o en producciones más grandes, yo filmo cada vez más chiquito. Y edito libros de poesía… Me fui haciendo cada vez más amateur. A mí no me sale trabajar con más despliegue. Y las películas que filmo son raras, tienen su recorrido en festivales, pero son como un objeto indescifrable para el mercado. No podría hacer un cine de entretenimiento, ni se me ocurre hacerlo. Me salen naturalmente estas cosas más híbridas. Películas donde la gente camina mucho y lee poesía…”.

Loza rescata distintos modelos para su cine, todos más cercanos a la experimentación que a las formas más corrientes: Marguerite Duras, la primera época de Wim Wenders, las películas de Werner  Herzog, Viaggio in Italia de Roberto Rossellini: “Me sigue conmoviendo algo del deambular, de lo errático, una temporalidad muy propia del cine de estos autores… También pienso en Sin techo ni ley, de Agnès Varda. Todos esos relatos un poco errantes, porosos, son los que más me interpelan”.

En breve la editorial independiente Entropía editará Pequeña novela de Oriente, una serie de crónicas de viaje por Corea y Japón que también iban a incluir algunas experiencias personales de Loza en China. La pandemia impidió el viaje al gran gigante asiático, pero la residencia que hará en estos días será una buena oportunidad de reformular aquel proyecto: otra editorial alternativa, Bosque Energético, le propuso retomar la idea de un diario de Shanghái: “Además me voy a llevar una cámara para hacer unas tomas. Mi intención es hacer un cortometraje porque la verdad es que no soy tan bueno haciendo cámara. Pero me propuse hacer un plano por día. A ver si lo logro, porque cuando viajé a Japón también pensaba escribir todos los días y realmente no pude: o se vive o se escribe. Después volví y fui elaborando y reconstruyendo la experiencia”.

Aun cuando su cine está muy lejos de las fórmulas de las narrativas más convencionales, en este presente donde mandan las ficciones producidas con presupuestos inverosímiles por compañías superpoderosas como Marvel o Disney, Loza ha conseguido atraer la atención de un público más atento a a la novedad: “Fue mucha gente joven a ver la película a la Sala Leopoldo Lugones y también vi muchos jóvenes en la Feria de Editores (FED) de este año –analiza–. Hay una resistencia a esos discursos dominantes. Este año soy jurado de la Bienal de Arte Joven, que cumple diez años, y no puedo creer la cantidad de producción que hay. Percibo la dinámica y el entusiasmo que había en el cine independiente argentino hace unos años, ahora volcado en los fanzines o en las lecturas de poesía. Son muchos los jóvenes que se resisten a esta idea del descarte permanente, de lo efímero. Por un lado está Instagram con su volatilidad. Y por el otro, la gente que apuesta a la escritura, que es algo que tiende a permanecer”.

 

99 naturalezas muertas

Al margen del estreno de su nueva película, Santiago Loza acaba de lanzar un libro de poemas. Se llama 99 naturalezas muertas, lo editó el sello independiente de Gog & Magog y el autor lo define como “una enumeración de detalles de esos restos que quedan cuando atravesamos ciertos espacios”. La idea de Loza fue armar “cierta línea biográfica a partir de esos restos y combinarla con otras dos partes del libro relacionadas con un par de talleres que hizo, uno de poesía, con Laura Wittner, y otro de acuarelas. La foto de tapa es de Nora Lezano. 

Loza está muy entusiasmado con el resultado, pero aclara que no sabe con certeza si escribiría poesía fuera del ámbito del taller: “Este libro es el producto del trabajo que hice con Laura Wittner -remarca-. Ahí descubrí a Joe Brainard, un artista multidisciplinario de la New York School fallecido a mediados de la década del 90 que fue una inspiración muy concreta”. 

Otros autores que menciona como referencias importantes son “las poetas mujeres que leemos en el taller, como Circe Maia, Alicia Genovese y Roberta Iannamico, la propia Laura Wittner, Juan L. Ortiz, Fabián Casas… Es difícil nombrarlos a todos, se vuelve  infinito”, asegura Loza, autor también de la novela El hombre que duerme a mi lado y los diarios íntimos Nadadores lentos y Diario inconsciente.