Mario Cimarro, el galán de telenovelas que conquistó a mujeres de toda Latinoamérica, saluda cordialmente al otro lado del teléfono. Su alegre tonada caribeña, sin embargo, se torna cortante cuando se le pregunta por Cuba, su país natal, el cual abandonó en 1993 para estudiar arte dramático en México. “Escucha, sólo quiero hablar de mi carrera artística”, aclara. Claro que los condicionamientos no se terminan allí: tampoco quiere hablar de su ¿actual? mujer, Natalia Streignard, la protagonista de La tormenta y se enoja cuando se le pregunta sobre su mote de galán. “Galán es un adjetivo (sic) que no me interesa. No le presto atención porque, en realidad, soy actor.Las personas, por ignorancia, repiten esa palabra. Mi único objetivo es hacer bien mi trabajo histriónico”, comenta el protagonista de El cuerpo del deseo, la telenovela de la cadena estadounidense Telemundo donde también actúa el argentino Martín Karpan y que a partir de hoy se emitirá a las 15.30 por Telefe.
Escrita por Julio Jiménez, el creador de Pasión de gavilanes –el culebrón que el año pasado incendió la tarde del canal de las pelotas, llegando a medir picos de 27 puntos de rating– El cuerpo... es la historia de Pedro José Donoso, un millonario de 70 años que reencarna en el cuerpo de otro hombre más joven en pos de venganza. “Este personaje es un reto muy lindo para mí porque tiene doble personalidad. Por un lado, soy un campesino humilde y, por otro, tuve que adoptar la forma de pensar y actuar de un hombre anciano. Es un regalo del cielo, una bendición”, sostiene Cimarro, en un rapto místico.
— En muchas escenas, sólo se vale de la expresión de su rostro, ya que no tiene diálogos. ¿Le fue complicado afrontar esos momentos?
—Los actores están para resolver problemas actorales. Si una escena no tiene obstáculos, es mediocre.
—En la historia, el tema de la reencarnación está muy presente. Si tuviese que reencarnar en alguien, ¿en quién lo haría?
—Creo que en un delfín. Me encanta el mar. Es pureza, pasión y siempre que salgo a navegar, que es mi hobby, puedo pasar horas y horas con los delfines. El mar forma parte de mi vida porque crecí en una isla.
—¿Extraña Cuba?
—Mucho. Añoro a mi familia, mi gente y mis amigos...en fin, mi país. Si Dios quiere, algún día las cosas cambiarán, las oportunidades se abrirán y yo podré volver.
Diez años pasaron desde que Cimarro compartió pantalla con Leonardo Di Caprio en la película Romeo y Julieta. Luego llegaron las telenovelas La usurpadora, Amor latino (producida por Raúl Lecouna en Argentina) y Gata salvaje. Pero su carrera recién dio un vuelco inesperado en 2003, cuando se convirtió en Juan Reyes, el vaquero tosco, musculoso y de larga melena de Pasión de gavilanes. “Nunca imaginé que iba a llegar a ocupar este lugar de enorme reconocimiento. Pero no fue un golpe de suerte. En todos estos años, siempre estudié y traté de involucrarme en personajes sólidos y psicológicamente humanos”, asegura el cubano que confiesa amar a la Argentina.
—¿Qué cosas le trajo de bueno el éxito y cuáles hubiese preferido no vivir?
—Lo bueno es que ahora puedo elegir mejor los proyectos en los cuales me involucro. Y, a pesar de la presión que genera sobre mí y sobre los que me rodean, nunca diría que me trajo nada negativo. El éxito es lo mejor que me pudo pasar en la vida.