ESPECTACULOS
ace de oro

El impulso salvaje

Por Marilú Marini

Trayectoria. Comenzó su carrera en Mar del Plata, vivió en París y regresó con gloria.
| Jorge Amado Group

Un premio significa un reconocimiento, pero también sentir que a una le dan identidad, por una mirada, que no sólo pasa por encima de ti sino que se fija, se detalla, analiza, escruta y con eso conforma una imagen. Para mí el haber sido reconocida con el ACE en una cuaterna de mejores actrices del año, el estar al lado de compañeras de muchísima calidad como Leonor Manso, Paola Krum o María Onetto fue muy importante.

El que me hayan dado el ACE de Oro me sorprendió profundamente. Hoy, al día siguiente de haberlo recibido, me dio también una sensación de que no sólo mi trabajo aquí en la Argentina fue mirado, sino el que se desprende de mi labor en el exterior, de alguna manera siento que lo han tomado en cuenta, aunque estuviera en otro ámbito y cultura. Se me encarna la alegría de estar sobre un escenario, porque es el lugar donde una se siente más libre, aunque haya pautas técnicas. Me vino el rostro de Jorge Luz, sabía que él había ganado el ACE de Oro hace varios años. Fue un gran artista del espectáculo, tenía una gran capacidad de crear. Me enseñó mucho, me conmovió como persona y como artista. Tenía perfección, era muy preciso en cada propuesta que hacía. Interpretó Scapin de Molière con dirección de Madanes, hizo La Porota en televisión, fue el poeta en La noche de la iguana de Williams, actuó en operetas y todo lo transitaba con solvencia e invención. Podía interpretar todos los géneros con solvencia e invención.

Siempre tuvo ese doble juego, perfectamente ubicado y le daba una libertad, que a todo transformaba en único. Fue un artista popular y poético, trascendía porque era capaz de abarcarlo todo. La noche de la entrega se la dedicaron a Alfredo Alcón, una figura que nos dio tanto y que éticamente fue fantástico y único. También tuve la suerte de conocerlo.

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Cuando gané premios en Francia siempre me sentí reconocida, aceptada y feliz de integrar algo en un lugar muy generoso conmigo, pero la Argentina es el sitio de mi infancia, es el cuarto de los niños en El jardín de los cerezos, donde siempre se vuelve. Es como la primera mirada de una madre. Tal vez sea muy elemental, pero lo que hago espero que sea universal. Mi entrega como artista es igual en Francia que aquí, pero la mirada y el reconocimiento es distinto. Cuando una vuelve a su país es retornar al ámbito de los primeros afectos y encuentros.

Cuando subí al escenario me vino a la memoria gente que me quiso, que me quiere y también los otros –como lo dije–, los que no me quieren, pero que de otra forma también me ayudaron a mostrarme. Se me apareció Jean Genet, pensé que hubiera sacado un manifiesto contra la burguesía presente, que hubiera tenido en ese momento una actitud provocadora, pero que yo no tengo tanta fuerza. También se me apareció aquella bailarina que fui, cuando empecé en el Di Tella.

Para mí los autores nos dan mucho, hablo desde Shakespeare y también los textos de Niní Marshall. Ellos nos articulan la voz y el cuerpo, porque hay que encarnarlos.

Un premio me da una esperanza de algo ecuménico, una actitud frente al arte. Tengo un movimiento interno no romántico, sino humanista frente a la posibilidad que tiene el ser humano de expresarse a través de los distintos lenguajes artísticos y que puede reunir a la gente, casi como algo religioso, no por solemne o sectario, sino de volver a unir lo que está separado. Me sentí reconocida como artista, no sólo por mí sino también por todos mis pares, ya que tenemos la capacidad de obrar sobre nuestra realidad. El arte y el amor pueden transformar, gracias a estos momentos llegamos a soltar amarras, nos distendemos, podemos ser generosos con los otros y con nosotros mismos. Nos abren la posibilidad de cambiar, ya que ambos son actos gratuitos, no tienen finalidad y son puro don. No están digitados por lo intelectual sino que los mueve lo emotivo, como un efluvio de esa zona que todos tenemos pero que a veces no conocemos, es como si desde el inconsciente saliera lo primitivo, lejos de lo cultural.

Cuando nace el impuso creativo no es un acto cultural, sino que es salvaje, no debe estar pautado, ni debe tener normas sociales, tal vez éticas, pero no morales. Muchas veces el arte es transgresor de lo establecido, eso es lo que abre y nos expone a una situación de interrogantes. Lo artístico no debe ser sólo lo aceptado, lo que está en los museos o en los teatros comerciales o alternativos sino también lo que está en la calle, el arte popular es tan conmovedor como una obra de Shakespeare.

*Actriz.