ESPECTACULOS
‘El mecanismo’

El lavaautos que destapó la corrupción política

La serie de Netflix que cuenta la operación Lava Jato se transformó en un hecho no solo artístico, sino también social. Lula, Dilma y el PT se enfurecieron e, incluso, amenazaron con demandar a la cadena de streaming. Actores prestigiosos y mucha acción en un producto que logró convulsionar a Brasil y acercar a muchos espectadores del mundo a los detalles del caso que llevó a Lula a la cárcel.

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Ficción. La red de lavado y sobornos se manejaba desde lavaderos de autos sobre estaciones de servicio de Petrobras. Un grupo de policías (basado también en personas reales, como los interpretados por Seton Mello y Caroline Abra) se enfrentaron a los grupos más poderosos de su país. | CEDOC

Este programa es una obra de fi-cción inspirada libremente en sucesos reales. Personajes, situaciones y otros elementos fueron adaptados a los efectos dramáticos”. Así comienza cada uno de los ocho capítulos de la primera temporada de la serie El mecanismo, de Netflix. Sus creadores, José Padilha (Narcos) y Elena Soarez asumen un riesgo consciente en esta declaración de principios. Lo que se puede ver son “sucesos reales”, cosas que pasaron: la historia, la real, según queda dicho. La ficción los narra con “efectos dramáticos”. Esta declaración es una de las puertas de la polémica que desató apenas estrenada en Brasil y que transformó la serie de Netflix en uno de los hechos culturales del año.

Algunos de los personajes determinantes de la historia guardan un muy bien logrado parecido con personajes reales e hiperconocidos. El presidente João Higinio (Arthur Kohl) tiene la misma barba de Lula. Janete Ruscov (Sura Berditchevsky) es el nombre de una presidenta muy parecida a Dilma Rousseff. El juez Paulo Rigo (Otto Jr.) tiene el pelo igual de oscuro que el juez Sérgio Moro. Lo mismo sucede con otros personajes de la trama: Roberto Ibrahim (Enrique Diaz, un actor muy reconocido en Brasil) es una recreación del banquero Alberto Youseff y el personaje de Ricardo Brecht (Emilio Orciolo Netto) es la representación de Marcelo Odebrecht, así como la empresa ficticia Petrobrasil es una alusión obvia a Petrobras. Lo que no tiene un nombre ficticio es Lava Jato: la operación de corrupción y coimas que comenzó en un lavadero de autos y que terminó con la prisión del ex presidente Lula da Silva.

Realismo mágico. Para quienes no conocían qué es aquel Lava Jato del que tanto se habla en los medios, la serie puede resultar más que ilustrativa. En ocho capítulos trepidantes, con mucha voz en off (a lo House of Cards, otra serie sobre corrupción y políticos), en los que los autores no pierden tiempo en descripciones puntuales de la psicología de los personajes, aunque sí se demoran en algunas escenas eróticas –al fin y al cabo es una ficción, y latinoamericana–, el espectador puede entender de qué se habla en el Lava Jato.

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La ficción describe en qué consistía el lavado de dinero, cómo se daba el proceso (precisamente, el mecanismo) de las coimas, el vínculo de mutua necesidad entre políticos y contratistas públicos.

Todas cuestiones que hacen al menos interesante el visionado de la serie. Por momentos parece un “culebrón con políticos”, descripción que le cabe también a la mencionada House of Cards o a Scandal. Y, por otros, recuerda (nos parece que intencionalmente) a clásicos como The Wire: el intento de hacer un relato plural y político de una época, la historia de unos héroes de vidas y psicologías complejas, que se enfrentan a un poder maléfico. Esos héroes son, en la serie, los protagonistas (ambos inspirados en personajes reales, pero menos conocidos): el Marco Ruffo de Selton Mello, otro actor prestigioso, y la Verena Cardoni, de Caroline Abra.

Este es solo el comienzo de la polémica. Lo siguiente es contestar ¿Qué es lo que enojó tanto a Lula y a Dilma? Algo que, como reconoció el propio Padilha, no hizo más que generar un efecto publicitario a favor de su serie. Según el PT es “muy mentirosa”. Los creadores aceptan que “hay pequeños detalles” o inexactitudes menores, pero describen lo que sucedió. La hipótesis de la serie es que toda la política brasileña es corrupta. Hay casi setenta presos de distintos partidos que pueden funcionar como una corroboración. Además, no lo olvidemos, es una serie. Una ficción, aunque diga que cuenta la verdad.

Verdades. El 23 de marzo se estrenó El mecanismo. El 7 de abril se entregó Lula. No haremos spoiler. Pero la serie cuenta algunas verdades indiscutibles. Por ejemplo, el discurso en el que Dilma dice que el eje de su segundo mandato será “la lucha contra la corrupción”. En las confesiones, uno de los momentos claves de la serie, el personaje de João Pedro Rangel (que es la representación de Paulo Roberto Costa, el jefe de contrataciones de Petrobras), pregunta “¿Cómo comenzó todo? Todo empezó en 1808, cuando vino Juan VI a Brasil. Hablo en serio. Ahí comenzó”.

Sobre cómo funciona el mecanismo corrupto, el personaje de Ruffo dirá que “es una cosa infinita, infinita… es algo que se autoalimenta. Y expulsa a todo lo que no es parte de él. El mecanismo está en todo. En todo. (...) Está en lo macro, está en lo micro. Es un patrón. El poder económico y los agentes públicos actúan juntos. Los políticos designan a los directores, quienes asignan las obras, siempre a los mismos contratistas. Estos cobran de más y devuelven parte del presupuesto en forma de coima. El sistema se perpetúa a sí mismo, ¿entendés?”.

Imaginar que el mecanismo es algo ni de izquierda ni de derecha, que es parte de la historia del Brasil, es la teoría que tiene la serie. De hecho, Michel Temer (Samuel Thames –Tonio Carvalho–, en la ficción) aparece mostrado también como parte del sistema.

Polémicas. En la serie se verá al seudo Lula en un departamento que parece un tríplex frente a una playa que parece Guarujà (le gusta el lugar, sin dudas, aunque agrega: “Usted sabe que estas cosas no las decido yo”). También veremos a los contratistas del Estado negociar directamente con el gobierno de Brasilia. Tampoco se priva de adjudicarle a Lula una frase que no fue de él: “Hay que detener esta hemorragia”. En realidad, fue pronunciada en una grabación secreta de 2016 por el senador Romero Jucá, que era opositor al gobierno trabalhista. Los Lula y Dilma de El mecanismo están muy interesados en su imagen pública, en aparentar.

El Moro de la serie, en cambio, es un personaje que, pese a sus contradicciones, de una ambición sutilmente mostrada, es intachable. De alguna manera, pese a que El mecanismo sería algo impersonal, la serie cuenta una historia de buenos y malos.

La primera temporada termina cuando los detectives empiezan a acercarse a la familia Odebrecht. Netflix, en paralelo, anunció que  prepara un documental sobre el caso Nisman. Seguramente habrá polémica en la Argentina.

 

Presos reales

Lula –João Higinio–, es el último condenado a 12 años y un mes de prisión. Lo que lo llevó a la cárcel es la condena por haber recibido un tríplex como soborno, acusación sobre la que aún resta un fallo definitivo de la Corte. Sus partidarios, y el propio ex presidente, insisten en que no hay pruebas que lo incriminen.

Marcelo Odebrecht –Ricardo Brecht en la ficción– es el dueño de la empresa familiar. Fue condenado a 19 años y cuatro meses de prisión por corrupción pasiva, lavado de dinero y ocultamiento de patrimonio.

Alberto Yousseff, el Roberto Ibrahim de la trama, aún espera ser juzgado, dado que recibió distintos beneficios por la delación premiada. Sin embargo, sobre él pesan cargos que incluyen asociación ilícita, pago de sobornos y evasión fraudulenta, entre otros.

Eduardo Cunha, ex jefe de los diputados de PMDB, mencionado como “Penha” en El mecanismo, está condenado a 15 años y cuatro meses por corrupción.

Paulo Roberto Costa, es João Pedro Rangel (con sus dólares escondidos en la casa, como una suerte de José López a la brasileña), también espera ser juzgado por dar y recibir sobornos, uso de documentación falsa y fraude al Estado.

Hay casi setenta personas, entre políticos, banqueros y empresarios, que purgan o esperan condena en la cárcel por delitos vinculados al Lava Jato en Brasil.