A principios de noviembre de 1990 fui convocado por Carlos Rottemberg y Guillermo Bredeston para dirigir Entre mujeres, obra del español Santiago Moncada. Integraban el reparto Thelma Biral, Graciela Dufau, Susana Campos, Nora Cárpena y Moria Casán; me pareció una genialidad la combinación de cinco actrices que, siendo talentosas y bellas, diferían ostensiblemente en formación, estilo, trayectoria e imagen pública. Les manifesté una dificultad; la pieza era efectiva, pero presentaba una historia sobre mujeres desde una perspectiva tradicional con la que yo no coincidía. Pocos días después me dijeron: “Hablamos con el autor y autoriza que la adaptes como quieras”.
Mi primera decisión fue definir mujeres fuertes con vocaciones definidas que orientaban sus vidas y determinaban sus maneras de ser y sus conductas, a diferencia de la despectiva pasividad doméstica de costumbre. Luego fue crear entre ellas una amistad estrecha, profunda y duradera que la cultura imperante en ese momento les desconocía, una amistad leal que las mantenía enteras a través de los conflictos que la historia les planteaba. La pieza tendría que reconocer sus potencias y debilidades, sus aciertos y sus contradicciones, que la sociedad en que crecí les reprochaba, valorar cómo se esforzaban por construirse y el coraje con que removían barreras y desafiaban límites para enfrentar al mundo con su verdadero ser, muchas veces menospreciadas; muchas, estigmatizadas.
Escuché decir a Lee Strasberg: “El teatro se encuentra consigo mismo cuando expresa lo que hay en la mente y en el corazón de los espectadores”. Yo intuía que los tiempos habían cambiado y eran propicios para esa mirada diferente sobre el ser mujer en el mundo. Y creía que el teatro les debía a las mujeres, su público mayoritario, el amor que esa historia les profesaba.
Las actrices leyeron la adaptación y la aceptaron con convicción, ensayamos con intensidad, el dúo de producción, animado por el señorío afable y efectivo de Guillermo y el empuje volcánico de Carlos, realizó el espectáculo en todos los aspectos, y el talento, el encanto y el carisma de las cinco brujas, sostenido por su invulnerable disciplina, creó con el público un contacto emotivo y entusiasta que desbordó todas las expectativas. La explosión que siguió es de todos conocida: se sucedieron años ante la multitud.
Una particularidad: cuando estábamos ensayando, cualquier persona del ambiente teatral o cercano a él que me escuchara enumerar los nombres de las cinco actrices que integraban el proyecto invariablemente decía, con esa sorna con que a veces ciertos colegas te anuncian tu inminente desastre: “Se van a matar”. No solo cada una de las brujas atravesó indemne veinte años de temporadas, giras y reposiciones; estamos hoy ensayando con dos nuevas compañeras, Sandra Mihanovich y María Leal, con el clima amistoso, afable y emotivo de siempre… treinta años después.
Otra circunstancia: fue para mí un orgullo cuando comenzaron los trámites de representación de la obra en otros países de habla hispana, y se pedía expresamente “la versión argentina”. Ese orgullo surgía no del ego artístico y profesional (que está siempre atento) sino de la sensación de que nosotros, los argentinos, estábamos proponiendo a través de Brujas una actitud más humana, más comprensiva, más justa, en oposición a prejuicios, preconceptos e ignorancias causantes de injustos, crueles e inmerecidos sufrimientos, y reclamábamos para la mujer el lugar de reconocimiento, respeto, admiración e igualdad absoluta que legítimamente le corresponde; y esa propuesta estaba siendo escuchada.
El sentimiento se incrementa al ver hoy, con todo el camino que falta recorrer, cuán distinta y mejor es nuestra sociedad de aquella de 1990, en sus actitudes, sus costumbres y sus leyes y, evitando con cuidado toda soberbia y desmesura, con qué satisfacción podemos considerar que hemos puesto un modesto ladrillo en la inmensa pared.
*Actor, director y dramaturgo. Fundó su teatro escuela El Ojo, donde permanentemente estrena sus propios espectáculos. Hoy en cartel está su última dirección de Brujas en Multiteatro, de miércoles a domingos. También reestrenó Claveles rojos, de la cual es autor, director y también actúa, en el Metropolitan Sura, los martes a las 20.30.