ESPECTACULOS
“Brujas”

El retorno encantado

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Historia. Luis Agustín fue el encargado de adaptar la versión original española de “Brujas” en el año 1990. Aquella primera puesta fue protagonizada por Thelma Biral, Graciela Dufau, Susana Campos, Nora Cárpena y Moria Casán. Hoy, treinta años después, vuelve una obra que se ha distinguido gracias a su “versión argentina”. | gza. atomobit / multiteatro

A principios de noviembre de 1990 fui convocado por Carlos Rottemberg y Guillermo Bredeston para dirigir Entre mujeres, obra del español Santiago Moncada. Integraban el reparto Thelma Biral, Graciela Dufau, Susana Campos, Nora Cárpena y Moria Casán; me pareció una genialidad la combinación de cinco actrices que, siendo talentosas y bellas, diferían ostensiblemente en formación, estilo, trayectoria e imagen pública. Les manifesté una dificultad; la pieza era efectiva, pero presentaba una historia sobre mujeres desde una perspectiva tradicional con la que yo no coincidía. Pocos días después me dijeron: “Hablamos con el autor y autoriza que la adaptes como quieras”.

Mi primera decisión fue definir mujeres fuertes con vocaciones definidas que orientaban sus vidas y determinaban sus maneras de ser y sus conductas, a diferencia de la despectiva pasividad doméstica de costumbre. Luego fue crear entre ellas una amistad estrecha, profunda y duradera que la cultura imperante en ese momento les desconocía, una amistad leal que las mantenía enteras a través de los conflictos que la historia les planteaba. La pieza tendría que reconocer sus potencias y debilidades, sus aciertos y sus contradicciones, que la sociedad en que crecí les reprochaba, valorar cómo se esforzaban por construirse y el coraje con que removían barreras y desafiaban límites para enfrentar al mundo con su verdadero ser, muchas veces menospreciadas; muchas, estigmatizadas.

Escuché decir a Lee Strasberg: “El teatro se encuentra consigo mismo cuando expresa lo que hay en la mente y en el corazón de los espectadores”. Yo intuía que los tiempos habían cambiado y eran propicios para esa mirada diferente sobre el ser mujer en el mundo. Y creía que el teatro les debía a las mujeres, su público mayoritario, el amor que esa historia les profesaba.

Las actrices leyeron la adaptación y la aceptaron con convicción, ensayamos con intensidad, el dúo de producción, animado por el señorío afable y efectivo de Guillermo y el empuje volcánico de Carlos, realizó el espectáculo en todos los aspectos, y el talento, el encanto y el carisma de las cinco brujas, sostenido por su invulnerable disciplina, creó con el público un contacto emotivo y entusiasta que desbordó todas las expectativas. La explosión que siguió es de todos conocida: se sucedieron años ante la multitud.

Una particularidad: cuando estábamos ensayando, cualquier persona del ambiente teatral o cercano a él que me escuchara enumerar los nombres de las cinco actrices que integraban el proyecto invariablemente decía, con esa sorna con que a veces ciertos colegas te anuncian tu inminente desastre: “Se van a matar”. No solo cada una de las brujas atravesó indemne veinte años de temporadas, giras y reposiciones; estamos hoy ensayando con dos nuevas compañeras, Sandra Mihanovich y María Leal, con el clima amistoso, afable y emotivo de siempre… treinta años después. 

Otra circunstancia: fue para mí un orgullo cuando comenzaron los trámites de representación de la obra en otros países de habla hispana, y se pedía expresamente “la versión argentina”. Ese orgullo surgía no del ego artístico y profesional (que está siempre atento) sino de la sensación de que nosotros, los argentinos, estábamos proponiendo a través de Brujas una actitud más humana, más comprensiva, más justa, en oposición a prejuicios, preconceptos e ignorancias causantes de injustos, crueles e inmerecidos sufrimientos, y reclamábamos para la mujer el lugar de reconocimiento, respeto, admiración e igualdad absoluta que legítimamente le corresponde; y esa propuesta estaba siendo escuchada.

El sentimiento se incrementa al ver hoy, con todo el camino que falta recorrer, cuán distinta y mejor es nuestra sociedad de aquella de 1990, en sus actitudes, sus costumbres y sus leyes y, evitando con cuidado toda soberbia y desmesura, con qué satisfacción podemos considerar que hemos puesto un modesto ladrillo en la inmensa pared.

*Actor, director y dramaturgo. Fundó su teatro escuela El Ojo, donde permanentemente estrena sus propios espectáculos. Hoy en cartel está su última dirección de Brujas en Multiteatro, de miércoles a domingos. También reestrenó Claveles rojos, de la cual es autor, director y también actúa, en el Metropolitan Sura, los martes a las 20.30.