ESPECTACULOS
agustin alezzo

“En el mundo hay muy pocos Darín”

A los 80 años, el prestigioso director lamenta las dificultades burocráticas que impone el Gobierno de la Ciudad y duda sobre si mantendrá su sala independiente. Recuerda los años en que estuvo prohibido.

Maestro. Agustín Alezzo da cuatro horas de clases por día. Su escuela tiene 250 alumnos.
| Pablo Cuarterolo

Maestro. La palabra justa para definir a Agustín Alezzo. Un hombre que desde los 15 años quiso ser actor y se forjó con la directora austríaca Heydi Crilla, tiempo después tomó clases con Lee Strasberg y después fue pionero en acercar el método Stanislavsky en nuestro país. A lo largo de sus 80 años recién cumplidos, Alezzo dirigió más de noventa obras, fue exitoso en el teatro comercial con Alfredo Alcón (Ricardo III y Las Brujas de Salem) y Norma Aleandro (MasterClass), entre otros espectáculos, y hace cincuenta años creó su escuela, El Duende, donde estudian 250 alumnos, que hace 15 años abrió su teatro independiente con cincuenta localidades. Allí, el mes pasado estrenó Lo que no fue, de Noël Coward, que codirige con Nicolás Dominici.

—¿Qué tiene que tener un actor?
—En principio, que sea bueno. Me interesa que esté formado académicamente. En segunda instancia, que sea conveniente para ese papel. Y, fundamentalmente, que sea una buena persona. Me preocupa mucho eso, el teatro es una actividad en la que se debe convivir durante mucho tiempo.

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—Ricardo Darín no está formado académicamente y es considerado el mejor actor de Argentina.
—Lo es. Sin duda que lo es. Es una excepción, en el mundo hay muy pocos como él.   

Además de movilizarse para ir al cine (ver recuadro), Alezzo recorre teatros independientes y comerciales de Buenos Aires. “Me gusta mucho Cacace. Me encantó Mi hijo solo camina un poco más lento. Es un director joven, de mucho talento, y muy bien ubicado. Tolcachir es otro muy bueno, pero son pocas excepciones”, dice Alezzo al tiempo que sostiene que los directores de teatro no crecieron a la par que los actores. “Hay un aspecto que conspira contra algunos directores: la mayoría están preocupados por buscar la originalidad, y la originalidad no se busca. Cuando uno es más uno mismo, más original es. Creo que ahí hay un serio problema”.

Alezzo recibió el llamado de Julio Chávez en su contestador para preguntarle si quería volver a dirigirlo en el unipersonal Yo soy mi propia mujer. El director aceptó y a partir de enero, en el Paseo La Plaza, Chávez será Charlotte, un travesti perseguido y discriminado durante la Segunda Guerra Mundial. “La sexualidad, en teatro, interesa de la misma manera que otros aspectos de la vida humana, como la lucha por el poder, que es el motor de todas las obras de Shakespeare, y el existencialismo. La sexualidad siempre ha sido tomada en joda o tragedia desde los griegos hasta hoy”.
El maestro dice que lo que más le duele del teatro comercial es que “ha dejado de ser audaz. Grandes obras como Un tranvía llamado deseo o La muerte de un viajante, entre otras, se han estrenado en teatros profesionales, ahora ya no, y si aparecen es porque se repuso en Nueva York y ahí deciden traerlas. Buenos Aires se rige en pulsión de lo que pasa en Nueva York. Antes los empresarios que teníamos eran mas audaces, apostaban a propuestas importantes, con muy buenos elencos, y funcionaba comercialmente. Ahora se tiende a la cosa más fácil, por ejemplo a Toc Toc. No lo critico, me parece bien que se haga, pero son propuestas más comerciales”.
Alezzo enumera que en Buenos Aires hay 14 salas grandes. “Antes eran cincuenta. Perdimos espacio”.

—Hay quienes dicen que el teatro comercial se ha vuelto como McDonald’s, con gusto rico pero sin sustancia. ¿Qué opina usted?
—Algo de eso hay, sin duda. Escucho decir mucho que no hay cantidad de teatros en el mundo como en Buenos Aires. ¿Por qué se dice eso? ¿Porque hay 500 espectáculos por mes, que se hacen en salas pequeñas y una función por semana? ¿Por eso se dice? En su mayoría son espectáculos de los que no vive nadie, se pasan meses ensayando para hacer cuatro funciones mensuales. Me parece ridículo porque se mantiene gracias al esfuerzo extraordinario de la gente que lo hace, hay algo que está fallando ahí.  

—¿Qué falla?
—Hay dificultades. De hecho, una de las cosas que estamos viendo es si voy a cerrar la sala. Cuando la abrí, hace 15 años, se hicieron los planos, presentamos todo lo que nos exigieron en la municipalidad: baños, boletería, etc. Hace poco vino un inspector con exigencias nuevas, una lista interminable: hacer remodelaciones y todos los planos de nuevo. El principal cuesta 40 mil pesos, el plano de sistema de aire 10 mil. Antes, la Ciudad contaba con una oficina dedicada a los teatros independientes, y ahora la sacaron y quedamos en manos de inspectores que quieren recaudar. Finalmente tengo que gastar 100 mil pesos, y me enteré de que Cristina Banegas está viviendo una situación similar en su sala.
Agustín Alezzo mantiene la sala y paga a los profesores y los impuestos con las clases de teatro. Para Lo que no fue tiene el subsidio de Proteatro, que no llega a 40 mil pesos. “Yo cobro lo mismo que los actores, nunca cobré un peso de más. Es cooperativa”.

Corría 1979 y la dictadura militar lo prohibió. “Más allá de que no me dejaron salir del país y no me dejaron trabajar, fue un honor”, recuerda.  “Me quedé en Argentina porque soy hijo único y en ese momento mi madre estaba enferma, si no me hubiera ido. Creé el Grupo Repertorio, convoqué a jóvenes directores: Urquijo, Vaccaro, Agustoni,  Seibel, y les di libertad para elegir actores y textos. Con ese sistema entre el ’76 y el ’80 hicimos 27 espectaculos”.

 

‘El clan’, pelicula superficial

¿Por qué Alezzo nunca hizo cine?. “Simplemente no se dio –confiesa–.  Soy un excelente espectador de cine, miro dos o tres películas por semana”. A Alezzo lo enloquece el séptimo arte de Woody Allen, Ingmar Bergman y Federico Fellini. ¿Spielgberg? “Me gustan más Scorsese y Coppola dentro de los americanos”. De nuestro país, ubica a Damián Szifrón por encima del resto. “Me gusta mucho, mucho, su cine. Es tan personal. Los simuladores es la mejor serie de la historia argentina, la escribió y la dirigió, al igual que Relatos salvajes, que a mi gusto es mejor que El secreto de sus ojos. Szifrón tiene un talento fuera de serie”. Días atrás, en su raid cinéfilo, llegó el turno de ver El clan, el exitoso film de Pablo Trapero. “No me gustó nada. Le falta profundidad, no se mete en el núcleo familiar, en qué pasa con esa gente a la que detienen. El tipo (Arquímedes) era de la Triple A, va a ver a un preso que era el segundo de la Triple A y no lo dicen, como tampoco dicen que trabajaba en la SIDE. Es una película totalmente superficial. No agrega nada. Y lo de Francella es superficial, muy estereotipado”. En el poco tiempo que tiene no enciende la TV. “No hay nada que me interese. Nunca me atrajo la televisión. Me gustaba lo que hacía (David) Stivel, pero eso pasó hace cuarenta años. Tampoco Netflix. Son muy largas las series”.