Por un puñado de pelos fue una necesidad de ir nuevamente a la aventura de filmar lejos de casa. Todas mis películas hasta el momento transcurren en gran parte en el interior.
Llevar un equipo de filmación y actores a muchos kilómetros ya predispone a todos a ser parte del mundo que hay que recrear para la ficción del film y a ser protagonistas, en vivo y sin escapatorias, de ese proceso que después se verá en la pantalla del cine.
El hecho de no poder volver a casa por algún tiempo te hace suponer, por ese período, que hay que abordar otra vida; no queda otra. Solamente un contacto telefónico te hará saber cómo están tus seres queridos, si llamó alguien a tu casa buscándote o si pagaron las facturas que están por vencer.
Rodar una película lejos de casa es entregarse. Si una historia transcurre en un lugar remoto, con personajes extraños salidos de no se sabe dónde, está bueno que todos los que la hagamos sintamos que estamos alejados del mundo y que nos sintamos raros.
Esta película se filmó mayormente en el Valle de Pancanta (cerca de La Carolina, San Luis) y en las Sierras de los Comechingones (límite entre San Luis y Córdoba); y también hicimos algunas escenas en la ciudad de San Luis.
Cuando elegimos las locaciones, sabíamos que estábamos en una especie de Fitzcarraldo: a lo Herzog, nos dispusimos a enfrentar una aventura dura. Había que llegar hasta una cascada que estaba a 2.200 metros de altura, caminando por cerros más de una hora con los equipos, con temperaturas y tormentas impredecibles (un día se desató una gran tormenta, con grandes piedras, y varios terminamos con chichones).
Elegir locaciones complicadas no fue un capricho, la historia requería encontrar un lugar mágico, que se sintiera alejado para potenciar la estética que pedía el guión.
En noviembre del año pasado, nos embarcamos en este maravilloso delirio que sólo el cine te puede hacer vivir… ¡A los que trabajamos en cine evidentemente nos gusta sufrir y nos encanta convocar a gente que venga a sufrir con nosotros!
Increíble la entrega de Nicolás Vázquez con la película. En medio de temperaturas que han llegado a los 40 grados, tenía que llevar una pelada de látex en la cabeza durante todo el día; el pegamento y la goma tironean la piel y generan mucho malestar. Pero Nico siempre inyectando buena onda y energía al grupo.
El Negro Rada también hizo su esfuerzo subiendo largas praderas junto a su mascota, el cerdo Patricio, y compartiendo charlas explosivas de sobremesa junto a Norma Argentina, sin obtener una sola coincidencia política.
El Pibe Valderrama llegó al rodaje con su esposa, Elvira. Siempre muy predispuesto y con muchas ganas de actuar; tuvo que esperar para hacer su debut en el set. El tiempo nos jugó malas pasadas porque las tormentas, en esas zonas, se arman y se desarman imprevistamente.
Fue mágica y a la vez tremenda una noche en que un temporal hizo crecer el río y nos dejó a todos encerrados de noche en un rancho sin luz ni señal de celular a la luz de las velas. Pero en medio de esa tempestad, el virtuosismo del Negro Ferreyra con su guitarra cautivó al equipo entonando canciones folclóricas.
Eso sí, no eran felices las conversaciones que tenía con la producción al ver que todo se atrasaba, que Valderrama no podía quedarse más de lo estipulado, que el Negro Rada tenía un show en no recuerdo dónde, saber que nos teníamos que mover a otro decorado en otra ciudad de inmediato, los costos de repetir lo mismo al otro día… Y todos (el cerdo Patricio incluido) atrapados en un campo en medio de la nada (a muy pocos kilómetros del lugar, el camino muere contra una montaña) a la espera de que Dios nos dijera: “Ya está, la tormenta pasó y el río bajó”.
Ni que hablar de las chicas de arte en la película cuando en cuatro horas tuvieron que rehacer el frente de un edificio porque el viento les rompió todo o cuando la creciente nos llevó la utilería de un decorado.
Sesenta personas que empiezan, transcurren y terminan la jornada juntas, moviéndose todos los días de un lado hacia otro, como un circo ambulante que arma y desarma la carpa, es la experiencia más excitante que podés vivir.
Esta película es una invitación a ese mundo que se construye si estás un poco loco… “Valderrama, acérquese al chancho y dígale que lo quiere”. Dar una consigna así como director a un ídolo del fútbol mundial, ver su entrega y felicidad por compartir semejante delirio, nos dejó a todos con una misma sensación: parafraseo a Héctor Alterio: “¡La puta que vale la pena hacer cine!”.
*Director de cine de Pájaros volando, Soy tu aventura, y en noviembre estrena Por un puñado de pelos.