ESPECTACULOS
Teatro

Fernando Peña: “Soy la Juana de Arco de los ABC1”

Polifacético y sanguíneo, depresivo y contradictorio, se define como un actor obrero que controla todo el proceso creativo. Despiadado para hablar de sí mismo, dice que no sabe amar. Cree que el teatro tiene que comprometerse con mejorar el mundo. Admite que es un personaje pero asegura no ser hipócrita. En Buenos Aires y en Mar del Plata, expone su honestidad brutal.

Fernando Peña 20220223
Fernando Peña | PABLO CUARTEROLO

Mono llega adentro de un bolso, la apoyan en una silla del bar y ahí se queda. No ladra, no hace pis, no come. Sentadita, mira entre los cierres. Cuando, después de una hora de paciencia, intente salir de su envoltorio, una voz conocida volverá a paralizarla. “Mono, estoy trabajando”, le dice firme Fernando Peña a la pequeña caniche gris que lo acompaña hasta en el escenario del Multiteatro.

—El año pasado habías trabajado con Sofía Gala en “Yo, chancho y glamoroso”. Ahora volviste a actuar solo. ¿Te gusta más?

—Sí. No soporto mucho a los elencos, a la gente; soy muy huraño, histérico, neurótico, y si estoy solo, mejor.

Esto no les gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
Hoy más que nunca Suscribite

Fernando Peña: "Además, soy muy egocéntrico, no quiero que alguien esté al lado mío"

Desde una mesa cercana, invade un gritito infantil. “Maten al nene”, acota rápido y vuelve.

—¿Te resistís a los textos de otros?

—Sí, lo probé cuando era actor y más joven, y me parece una mediocridad. No es lo mío. Me gusta ser yo, una marca, esto que soy, una cosa rara, un bollo, un buñuelo, con mis cosas, no las de otros. Claro que leo y admiro mucho a escritores pero creo que el actor tiene que interpretar lo propio. Siempre me identifiqué con (Eduardo) Pavlovsky por su trabajo de actor-obrero, que escribe y hace. No me gusta el actor que está en su casa y lo llaman, cobra su cachet y se va. Me gusta el que se maquilla, hace su vestuario, su escenografía. Yo voy al Once a comprarme las pelucas, las telas, hago todo, tengo colaboradores pero el diseño es mío, me gusta la fábrica de hacer teatro.

—Pero eso supera al actor...

—Es que estoy fascinado con ser un actor-obrero. Esa es la esencia de lo que me pasa ahora (hace el gesto de una jeringa extrayendo sangre de las venas). Detesto a los actorsuchos que dicen “porque este laburo”... No, es un trabajo pesadísimo de obrero de carga. Laburo es ser cajero de banco. Esto es un trabajo de alpinista, de pico y pala, de enano. Quiero un teatro vivo, sin utilería, donde la sangre, la lágrima y la cachetada sean verdaderas. Y destruir guiones porque no puedo seguir la letra si alguien tose o suena un teléfono. Quiero reproducir realidades.

Fernando Peña: "Si sos actor, tiene que doler y a la gente le tiene que doler. Si no, no es teatro, es ficción"

El rabioso

Impecable. Afeitado, lisito, las uñas pintadas, camisa linda muy abierta, un solo aro, tatuajes y más tatuajes, manos hermosas y muchos pelos en el pecho. No esquiva, mira directo y oscuro, subraya, enfatiza, se pone rojo, chupa todo el aire. Testosterónico y viril a su modo, es un gallego con la sangre en el ojo tirando piñas al viento a riesgo de noquearse a sí mismo.

—¿No sentís miedo de...

—No tengo miedos.

—... aburrirte de vos mismo y tus personajes?

—Dejo todo y me voy a vivir a una isla. O me hago homeless. No tengo miedos porque alcancé un nivel de madurez por el que mi felicidad me importa más que cualquier otra cosa. Tengo plan B. Hoy estoy acá y bien; si me va mal o me aburro, me pego un tiro. ¿Qué puede pasarme?

Fernando Peña: "Lo descubrí hace unos seis años, tal vez cuando supe lo de mi VIH. Me aburrí del miedo"

—¿Por qué siempre la autorreferencialidad?

—Todas mis obras lo son. Me gusta el compromiso, me alegra contarle a la gente cosas. Por ejemplo, ahora estoy muy enamorado, no soy correspondido y sufro mucho. Es una especie de Muerte en Venecia. Y a veces lo hablo con la gente, les pregunto qué hacer. Me psicoanalizo con ustedes.

—Raro, porque más de una vez dijiste que jamás te habías enamorado.

—Nunca me enamoré sanamente. Es más, el día que me diga “te quiero” lo empiezo a torturar, a maltratar. Soy un histérico, y esto es un berretín, un metejón, es “quero, quero”(con voz de nenito). Cuando lo tenga, lo hago mierda al pendejo.

Fernando Peña: "Yo no sé amar, me amo a mí mismo y nada más. Pero necesito coger y que me toqueteen y la cosa romántica"

—¿Y con el público no hay amor?

—Nooo, no quiero al público ni ellos a mí, es gente que me viene a ver, nada más... Tengo necesidad de ser reconocido y admirado pero no amado. No me gusta que me toquen, me besen, me den la mano, me da asco. Yo si toco es para acabar. Siempre fui un chico hosco, siempre estuve solo. Me cuesta mucho la vida civil. Por eso cada vez más quiero que el teatro sea mi casa; ahí soy un bebé y no este puto agresivo.

—¿Sos un underground con público ABC 1?

—Hay un poco de eso. Por mi cuna, mi crianza, atraigo a los ABC 1 porque no pueden creer cómo a alguien de clase media alta le pasan cosas oscuras por la cabeza. La gente ABC 1 no tiene humor ni alegría, no ve lo tragicómico, no sabe bucear en las profundidades. Le falta frescura, campanellismo, tiene intelecto pero no inteligencia. Y yo soy como su ovejita negra predilecta, soy la Juana de Arco de los ABC 1.

El iluso

“Estamos con el pico seco”, dice e invita la ronda. Pide un whisky. No esconde su lado burgués y bon vivant ni da examen de bohemio torturado: “No compongo un personaje. Puede que lo sea pero no soy hipócrita. Ser honesto me da una impunidad gratificante. Mirá si voy a estar preocupándome por si alguien ve que soy puto, que estoy enfermo, que consumo prostitución... Estoy totalmente en desacuerdo con lo que dijo Norma Aleandro (diario PERFIL, 8 de enero) sobre preservar la intimidad del actor. Esto es vida y obra. Si no, sos un títere”.

—¿Te cabe la ternura?

—Claro. También lloro todo el tiempo. Pero soy pudoroso con la ternura y el afecto. Es mi privacidad.

¡Pum! ¡Plaf! ¡Crash! En el ruido ambiente, sobresalen de pronto chirridos metálicos y choques de vidrios. El pobre Mono habrá temblado.

—¿Ves? Esas cosas me hacen reír, las bandejas y copas que se caen.

Traga un sorbo y retoma el control:

—¿Sabés? Yo no actúo para pedir amor para mí. Yo quiero amor en el mundo, quiero un mundo mejor. Y eso me da tanta bronca que me pongo así. Creo que desde el teatro se puede cambiar algo.