Pepe Soriano y Marilú Marini son los protagonistas de Nocturna, un proyecto de Gonzalo Calzada, basado en su propia novela, a la que filmó en dos películas que pueden verse por separado o juntas. Nocturna. Lado A: La noche del hombre grande está actualmente en la cartelera porteña; Nocturna. Lado B: Donde los elefantes van a morir se estrenó en el XX festival mexicano Macabro, donde ganó el premio a la Mejor Película Iberoamericana.
El Lado A es un thriller psicológico donde personajes, conflicto y argumento se reconocen con claridad; el Lado B, filmado en formato celuloide super 8 y 16 mm, asocia fragmentos de la historia, con libertad poética, onírica. Esta producción de La Puerta Cinematográfica y Coruya Cine ya fue reconocida por el Frightfest, de Reino Unido; por el Festival Internacional de Cine de Shangai, y por Fantaspoa, de Brasil. En su elenco, se incluyen también Lautaro Delgado Tymruk, Desirée Salgueiro y Nicolás Scarpino. Marini es Dalia, una anciana cuyos errores, miedos y prejuicios la vuelven deleznable; Soriano, a sus 92 años, compone el personaje de Ulises, en quien avanzan la demencia senil y el fantasma de su esposa.
—¿Cómo presentarías a “Nocturna”?
—Es una obra muy especial, que indaga en una zona de nuestro inconsciente, una zona límite, confusa, crepuscular, un umbral que tenemos los seres humanos en el que, al mismo tiempo, hay destellos. Todo esto sucede en un contexto real, cotidiano.
—¿Dalia, tu personaje, es francamente mala?
—¿Quién es malo y quién es bueno? Somos todo. Dalia está profundamente herida por la vida, por algo que le pasó con la hija, y porque, un poco a lo Madame Bovary, tenía el sueño de una vida más plena; tiene una frustración profunda y vertebral. Por eso es tan jodida.
—¿Dónde se filmó y cómo se relaciona ese departamento, con lo que va aconteciendo en esa casa-cuerpo, casa-mente del protagonista?
—Fue en una casa muy impresionante, cerca de la cancha de San Lorenzo de Almagro. Había pertenecido a una familia de industriales; al lado había todavía un callejón empedrado, por donde habían entrado y salido los carros de caballos con la mercadería que hacía esa familia, que había tenido un momento de esplendor y ahora estaba reducida económicamente. Había una cúpula de vitraux; estaba toda muy abandonada: eso ya daba un cuerpo. Los protagonistas de Nocturna no quieren salir de la casa, porque es el cuerpo, es la representación simbólica de toda su vida: social, emocional, carnal.
—¿Cómo fue filmar esta historia, que tiene que ver con la vejez y la muerte, para vos y para Pepe?
—Actuar es jugar. Nuestro oficio de actores requiere poner todo lo que tenemos al servicio de lo que piden el personaje y el director. Gonzalo Calzada guía muy bien porque sabe lo que quiere. Pepe es un actor increíble, con una intuición total, un “actor de raza”, como decía mi gran amigo Jorge Luz. Y yo tengo una energía vital fuerte, al servicio de lo que pide el personaje, en este caso, de lo oscuro, de lo deshecho. Dalia tenía una forma de caminar y de apoyarse en un bastón con trípodes, y me quedé agarrada a ese gesto y después tuve un problema de espalda.
—Vivís en Francia desde la década del 70. ¿Qué te atrajo entonces, qué te brinda en la actualidad?
—Yo llegué a Francia en el ´75: me llamó Alfredo Arias, con quien habíamos trabajado en el Instituto Di Tella, para unirme al grupo TSE. La situación en la Argentina no estaba para volver en todos esos años: Francia me dio y me sigue dando un espacio para seguir trabajando. Pude crear mi familia acá, tengo mi casa. Francia me da la posibilidad de expresarme en mi trabajo y en mi vida personal. Tengo la suerte de volver a la Argentina para estar en proyectos.
Peter Brook y el teatro
La enorme y prestigiosa trayectoria de Marilú Marini quizás pueda sintetizarse en que el hecho de que el mismísimo Peter Brook, a sus 96 años, la eligió para su puesta en escena –realizada con Marie-Hélène Estienne– de La tempestad de Shakespeare, titulada Tempest Project. Estrenada en 2021, volverá a verse en el ya mítico teatro Bouffes du Nord, en París, del 21 al 30 de abril de 2022. Marini reflexiona sobre el valor más importante en torno al teatro, que ha reconocido al trabajar con Brook: “La sencillez. La sencillez en el sentido amplio, en el sentido íntimo de la palabra. Él te hace ir al corazón de la situación de una forma muy pero muy sencilla; te mete en el centro de lo que tenés que buscar para no estar saliéndote de vos misma y queriendo hacer otra cosa y componer otra cosa. En La tempestad, yo soy el personaje de Ariel, y él me propuso que mi relación con mi dueño, con el mago Próspero, era una relación amorosa, una relación de afecto. Por eso, se pueden pelear también. Cuando Ariel le reclama “¡Pero, ¿cómo? ¡Vos me dijiste que me ibas a liberar después de esto!”, “¡Vamos!”, le dice Próspero, “¿Qué protestás?”. Se pelean, discuten como cuando discutís con tu pareja. Y completa Marini: “Cuando la gente va al teatro, nosotros somos espejo; ellos se ven reflejados en nosotros. A veces ese espejo está medio sucio, hay que limpiarlo, hay que ver cómo se transmite. Pero el público va a buscar esa empatía, que está hecha de mil maneras: el motor, el vínculo, el lazo, es el mismo”.