ESPECTACULOS
Michel Didym

“Hoy la plata es todo”

El director francés debuta hoy en el San Martín con El enfermo imaginario, de Molière. Su relación y agradecimiento con el argentino Jorge Lavelli.

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Oportunidad. El enfermo imaginario se presentará solo hasta el próximo domingo 16. | Aballay

El director francés Michel Didym está por tercera vez entre nosotros. Desde hoy hará funciones de El enfermo imaginario, de Molière, en el Teatro San Martín, solo hasta el domingo 16. Llegó con su propia compañía: el Centre Dramatique National Nancy-Lorraine, La Manufacture. Recuerda su paso por el Festival Internacional de Buenos Aires (FIBA) en 1999 con Confesiones y luego para el ciclo Tintas Frescas con El diván (2004), donde pudo dialogar con creadores nacionales como Alejandro Tantanian, Daniel Veronese y Eduardo Pavlovsky.

Sus inicios fueron como intérprete. “Conocí a muchos autores –recuerda hoy–, fui un actor vinculado con la nueva dramaturgia contemporánea y naturalmente llegó el paso de dirigir. El teatro es un trabajo colectivo, siempre trabajé con los textos, en el análisis e incluso en la escenografía. En un momento me pidieron que montara una obra y cuando quise actuar me obligaron a hacer la puesta”.

El nombre de nuestro compatriota Jorge Lavelli le acerca importantes recuerdos. “Participé del primer espectáculo –subraya– con el que se inauguró el Théâtre National de la Colline en París (1987). Me convocaron para un casting con intérpretes increíbles e hice El público, de García Lorca. Fue un espectáculo muy ambicioso y tuvo mucho éxito, dirigido por Lavelli. Yo salía de la escuela y fue mi primer trabajo importante como actor. Después él me convocó como director”.

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Los vínculos con América Latina continúan en la vida profesional de Didym. “Dirigí Orejas caídas y hocico casi cilíndrico, de otro argentino, Marcelo Bertuccio. Es un texto sobre la dictadura y tuvo mucho éxito en París”. Luego de estrenar textos de una nueva dramaturgia como la de Philippe Minyana o Bernard-Marie Koltès, por primera vez decidió enfrentarse a un autor clásico de su patria. “Molière es muy moderno, contemporáneo –asegura–. Tenemos un burgués que quiere que sus hijos tengan cultura, pero busca que el casamiento de su hija le aporte a él, por eso pretende casarla con un médico. De esta manera conseguirá fácilmente las recetas. Molière ya estaba enfermo cuando la escribió, y sabía lo que era lidiar con estos profesionales. En la obra se habla del cuerpo y del dinero: estos temas son actuales. Si mirás la televisión, el fútbol, el tenis, son el cuerpo y también el dinero que hace al valor de las personas. Hoy la plata es todo. Los chinos son geniales, están destruyendo el mundo pero tienen dinero. Molière fue muy lúcido y previó esto. Este texto –El enfermo imaginario– es una comedia ballet, donde entrecruza otras obras suyas como El avaro, La escuela de las mujeres, El burgués gentilhombre y El misántropo”.

Cuando se le pregunta por la tradición argentina, donde el color amarillo trae mala suerte en el escenario, ya que se lo asocia con el vestuario de Molière en su último espectáculo, Didym responde: “El vestía de verde. Hay una explicación, en esos tiempos, para fabricar ese color se usaba un tipo de sustancia que con la transpiración provocaba una reacción química que pasaba al cuerpo. No solo traía mala suerte sino que podías morirte. El murió a la cuarta representación de El enfermo imaginario”.

“En Francia queremos mucho a los argentinos –finaliza–… Jorge Lavelli, Marcial di Fonzo Bo… Me gustaría que en Buenos Aires nombraran a un director francés para dirigir una sala, como nosotros hacemos con ustedes. Molière es el representante de la lengua francesa y puede entenderse en distintos niveles, más allá de la edad. Leímos la obra como si fuera moderna, nos quitamos de encima todas las tradiciones. El vestuario es atemporal y no buscamos reconstruir los espacios, aunque copiamos los tapices de Versalles. Hicimos varias giras con este espectáculo desde su estreno (2015), ya estuvimos en Suiza, Bélgica, Alemania, Marruecos y China, seguiremos por Rusia, Polonia y Estados Unidos”.

El arte y los suburbios

La actualidad de Francia se cuela entre tanta experiencia teatral como la que expone Michel Didym. Cuando se le pregunta por los chalecos amarillos, responde: “Son un ensamblaje, una mezcla de distintas tendencias. Tenemos el centro de París, los suburbios y los que están más allá de los suburbios, y ellos están allí. No terminaron de pagar el crédito de su casa ni el estudio de sus hijos, y si les subís la nafta están terminados. Les cuesta llegar a fin de mes. Se organizaron para manifestarse contra el poder y eso es entendible, pero son nacionalistas y cerrados. El resultado es que ha subido la extrema derecha en Francia”.

“Me interesa trabajar en los suburbios donde no hay arte –continúa–, hoy vemos que las ciudades que votaron al comunismo ahora lo hacen por la extrema derecha. Todo para nosotros, nada para ellos, esto tiene matices y los periodistas cuentan cualquier cosa. Se puede reivindicar sin romper todo, lo veo todos los días. Voy a los barrios y los conozco, no necesitan a los chalecos amarillos.  Francia mantiene su descentralización cultural y la sigue desarrollando. Hay zonas que llamamos ‘blancas’, donde no hay satélites ni para internet, ni telefonía celular. Hago un espectáculo en un barco, para ciento veinte lugares, con creaciones contemporáneas, y vamos a los pueblos. Hace cinco años que lo hacemos y hemos logrado conquistar un nuevo público”.

“Tuvimos una suerte histórica –reflexiona–: cuando se eligió a François Mitterrand presidente triplicó el presupuesto de cultura con Jack Lang como ministro. Con Sarkozy bajó, con Hollande volvió a subir un poco y ahora Macron quiso hacerlo bajar, pero gracias a los chalecos amarillos lo mantuvo. Teme que los artistas nos volvamos tan violentos como ellos”.