Fue parte de la camada de modelos que – en los 90- revolucionó el mundo de la moda y de los medios de comunicación. Su rostro sereno e inquietante sigue siendo uno de los más requeridos por empresas de cosméticos. Como si fuera poco, su debut en el mundo de la música no fue menos auspicioso: su primer disco Quelqu'un m'a dit fue elogiado por la crítica y muy bien recibido por el público.
Sin embargo, la mayoría de las veces que su nombre aparece en los medios no es por un logro profesional. Sus romances, siempre, despiertan un interés mediático inusitado. Porque, hay que decirlo, a la hora de buscar pareja, a Carla Bruni le resultan irresistibles los hombres famosos y conflictivos.
" Es absurdo, pero me gustaría ser escuchada sin que me viesen, sin televisión, sin imagen, sin sexo, pura comunicación sonora. Eso no está al alcance de casi nadie; son muy pocos los escritores o los pintores que pueden pasar de las argucias promocionales. Y luego está la vanidad, la tentación de la vanidad, que es fácil negar, pero que sigue ejerciendo su poder de atracción: me gusta gustar", señaló la cantante en una reciente entrevista.
Lo cierto es la muchacha logró "gustarle" nada menos que a los míticos Mick Jagger y Eric Clapton, con los que vivió apasionados romances.
Años más tarde, mientras disfrutaba de su bien recibido viraje hacia la música, Bruni vivió una temporada con el editor Jean-Paul Enthoven. Una ralación que conoció el escándalo cuando Bruni se enamoró perdidamente de Raphael, el hijo de Enthoven.
Actualmente, Carla y Raphael son padres de un niño de seis años. La esposa de Enthoven, Justine Lévy, se vengó: presentó su versión de lo ocurrido en la novela Rien de grave, uno de los libros más leídos en París en los últimos tiempos.