Una breve puesta en escena de menos de 10 minutos: un jardín con vista a un lago, dos perritos y una pareja. Ella, la cantante en español mejor paga del mundo. El, el hijo de un ex presidente que tuvo que irse en helicóptero. Ella le sonríe, lo mira, lo toma de la mano, lo abraza con fuerza. El no responde tan afectuosamente. Ella juega con los perritos. El mira para acá y para allá, ansioso por dar por finalizados esos escasos minutos de exposición.
Shakira tiene previsto pasar la Navidad en su chacra La Colorada de José Ignacio, comprada en 2005 y estrenada recién el año pasado. Después habrá un viaje por Medio Oriente para trabajar en un próximo disco y viaje relámpago a Washington: la cantante es una ciudadana del mundo y el 20 asistirá a la asunción presidencial de Barack Obama, a quien apoyó públicamente durante la campaña.
Aprovecha el descanso para pasar unos días con su novio Antonio de la Rúa y probablemente sus suegros la acompañen en Navidad. Nuera ideal, ya en el año había pedido la compañía de Inés Pertiné y Fernando de la Rúa mientras su novio concretaba negocios en Nueva York. En noviembre de 2007, la expectativa en torno a la presencia de Antonito fue enorme, pero el chico sushi se hizo desear y dejó a la colombiana en compañía de sus padres, su hermana Agustina y sus nietos Sol y Simón. Plan familiar.
La comitiva 2008 llegó el pasado domingo al aeropuerto internacional de Laguna del Sauce y se trasladó en una Suzuki Vitara hasta la residencia, unas cinco hectáreas ubicadas a dos kilómetros del centro de José Ignacio.
Al caer la tarde del jueves, Shakira permitió el ingreso de las cámaras y posó con Antonito a unos 50 metros. En su última visita, en noviembre del año pasado, había recibido a algunos periodistas sólo para desmentir –por enésima vez– los rumores de boda. “Mucha gente vino hoy. Por favor sólo pueden ingresar los fotógrafos”, pedía esta vez Tonino Mebarak, el imponente hermano de la cantante. Dos empleados de seguridad custodiaban el portón vestidos de gauchos.