ESPECTACULOS
Pompeyo Audivert y Rodrigo de la Serna

Los próceres argentinos vistos desde el presente

Acaban de reponer en el Teatro San Martín la obra de Andrés Rivera El farmer, donde se pone sobre el tapete la división entre unitarios y federales, la conducta de San Martín, Rosas y Perón, entre otros items. Los protagonistas opinan acerca del tema.

DUPLA. De la Serna y Audivert, dos grandes actores, que recorren con su impronta parte de la historia argentina.
| Sergio Piemonte

Se repuso en la Sala Casacuberta del Teatro General San Martín El farmer, de Andrés Rivera, con Pompeyo Audivert y Rodrigo de la Serna. Sólo Audivert estuvo en la pantalla chica – este año encarnó al buscador de oro en Los siete locos para la TV Pública–,  aunque quién puede olvidar los trabajos de De la Serna en Tiempos compulsivos o en El puntero.
“Este texto me lo propuso Jorge Ribak (hijo de Andrés Rivera), porque intuía en la novela un material teatral –recuerda Audivert–. Después me crucé con Rodrigo y lo invito a hacerlo. Ahí se nos ocurre el doble mítico, dividir en dos cuerpos el de Rosas, el que está a punto de morir y el que se escinde. El mito queda, permanece activo y acechando la historia, como un inconsciente clandestino de los argentinos, que habita por detrás”.
—¿Qué piensan de Rosas?
AUDIVERT: No tenía una posición muy tomada. Para mí era un personaje interesante porque lo habían extinguido de la historia oficial y en la escuela nos lo habían enseñado casi como un monstruo. Rosas es una superficie donde inscribimos un signo de identidad común a todos –actores y público– que nos sirve para producir esta operación poética teatral.
DE LA SERNA: Eso sigue resonando en los manuales, exaltaron las facetas más violentas, pero también se las podríamos adjudicar a sus opositores políticos, como Mitre, que mató el 80% de la población del Paraguay, extinguió a los afros argentinos y salió indemne. Este espectáculo no se focaliza en esta polémica, ni en este debate, utiliza la figura de Rosas como excusa para mostrar la máquina teatral, el juego del doble, el soñador/soñado, el destierro o ver a un anciano el último día de su vida recapitulando.
—¿Su personalidad puede ser asociada con la de Perón?
A: Puede ser asociable, pero el tema central de nuestro trabajo no pasa por la política, se cruza con otros niveles: hacer estallar la identidad y la pertenencia, lo que el teatro debe disparar.
—¿“Hace el mal sin pasión”?
DLS: Esa frase la escribió Sarmiento sobre Rosas. Ambos son los fundadores de la política argentina y esta dualidad la usa también Andrés Rivera. Facundo es un regodeo literario que busca estigmatizar al federalismo, y el que más se le opone es el Martín Fierro, donde se muestra la otra política.
A: Eso lo hacían los militares durante la dictadura, es la muerte sistemática, como una máquina.
—¿Tiene vigencia la dualidad de unitarios y federales?
DLS: Esta dualidad se reproduce en todos los ámbitos, tanto en el deporte como en la música, sin dejar de lado la política.
—Rivera escribió: “La política es otro de los nombres de la deslealtad”.
A: Ahí Rosas hace un racconto de su pasado y analiza a esa clase política y económica –los estancieros– que lo usaron, pero en su hacer político aparece otra gente, a la que él vuelve protagonista.
DLS: Rivera muestra a través de Rosas a una clase social que no tenía voz.
—¿Se le cuestiona que se haya exiliado en Inglaterra?
A: Los ingleses siempre fueron muy hábiles en poner en el freezer a sus enemigos, hasta que sus vidas se extinguían. Lo central es lo teatral, buscamos una figura histórica que quisieron expulsar de la historia oficial y que es una herida que nunca termina de cicatrizar. Funciona por detrás como la violencia y la convulsión a diferencia de otras identidades, más cómodas o visibles como la de San Martín o Sarmiento. Rosas es más complicado, por eso nos permite llevarlo al escenario.
—¿Pasaste de interpretar a San Martín a Rosas?
DLS: Es una extraña coincidencia que me honra. San Martín le envía su sable, lo cual es un gesto muy importante. De alguna manera los dos son fundadores de la identidad nacional. San Martín era un revolucionario de la Logia Lautaro que hizo quebrar la dependencia con la corona española y después vino Rosas a establecer una argentinidad. Cuando San Martín le envía el sable fue por la batalla de la Vuelta de Obligado, donde se enfrentó con las dos más grandes armadas (inglesa y francesa). Rosas nunca se movió de lo que reclamaba: que la soberanía quedara inmaculada y expresada en la Aduana. Después podemos leer el porqué. Para San Martín la gran epopeya fue la Vuelta de Obligado y no el Cruce de los Andes. Años más tarde Rosas le dio su propio sable a Solano López, el presidente del Paraguay en el contexto de la guerra de la Triple Alianza. Ahí hay una continuidad interesante. Por un lado, Rosas era un conservador, pero por otro un revolucionario, que benefició a una clase social abandonada.
—En la versión hay otra frase : “La cobardía incondicional de los porteños”.
A: Lo escribió Rivera, para definir lo que siente Rosas cuando retorna vencido de Caseros, pero podemos usarlo para ver los resultados de las elecciones por las que pasó nuestra ciudad. En un contexto nacional y popular donde el peronismo impera –como un fenómeno similar más allá de sus contradicciones–, el electorado porteño elige representantes de derecha, que se oponen a la tendencia de todo el otro país. No se vota a la izquierda, ni siquiera se va por los partidos nacionales y populares, sino por el camino del vendepatria.
DLS: ¡Es de una actualidad notable! Coincido con todo lo que dijo Pompeyo.