La primera imagen es una sala a oscuras en la que no se ve nada y se escucha el transcurrir delicioso de “Infinito Particular”, la canción que Marisa Monte elige para abrir el show y la puerta a su sofisticado y precioso universo sonoro. Casi al final del tema, un haz de luz se refleja en ella y la muestra luminosa y sola, sobre una tarima levadiza, cortejada a sus costados y desde abajo por una banda de nueve músicos.
Ese es sólo el comienzo de un concierto impecable con el que la musa brasileña pasó por Buenos Aires para presentar en el Gran Rex su espectáculo “Universo Particular”, en el que reúne sus dos últimos discos grabados en simultáneo el año pasado: “Universo a meu redor”, donde bucea en la atmósfera del samba y rescata viejas canciones olvidadas o nunca grabadas, e “Infinito Particular”, donde desarrolla su trabajo como compositora y con una estética más pop.
No hay saltos bruscos en el repertorio, todo va in crescendo suavemente. Desde lo alto de la plataforma, Marisa dirige y, en un primer tiempo, hace prevalecer las guitarras y la orquestación general para luego jugar con sus músicos a los dúos, tríos o cuartetos, momentos en los que interpreta canciones como “Aconteceu”, “Passe em casa” y “Satisfeito”.
Desde el segundo tema, “Universo a meu redor”, la excelente puesta en escena, con grandes figuras móviles de luces que se desplazan por el escenario y en ocasiones sirven de pantallas de proyección de imágenes (velas, papelitos, mariposas), potencia ese mundo en el que lo musical y lo visual se enriquecen poderosamente.
La banda ejecuta, inmutable. Con un particular swing carioca, al mejor estilo de la elegancia de Caetano o Gal Costa, combina la estética y los sonidos del Brasil con el pop y una cierta mística europea y latina. La inacabable gama de instrumentos evidencia la apertura de las fronteras: guitarra, cello, bajo, violín, cavaquinho, percusión, batería, marimba, armónica, melódica, fagot, trompeta, flugel horn, teclado, sampler y más.
Casi a mitad de camino de las dos horas de show, la artista se baja de la tarima y recorre el escenario plena de sensualidad. Con la liviandad de un pájaro, interpreta entre otros, el samba “Meu Canario”, de 1950, que permanecía inédito hasta su último disco. Ese es el estado que luego fluirá hacia un lugar más pop para cerrar con un ritmo eléctrico, casi rocker.
En los tres conciertos brindados desde el viernes hasta anoche, Monte entregó a un colmado teatro su exquisito Universo Particular que, apoyado en la fusión de sus dos últimos discos, repasó también a Tribalistas, el proyecto que comparte con Arnaldo Antunes y Carlinhos Brown.
Jugó con su público, a quien hizo corear y hasta iluminar la sala con las luces de los celulares (ya no se usan los encendedores en los conciertos), para luego dejarlo solo y nuevamente a oscuras, con una pantalla en la que pasaron los créditos de los que contribuyeron a generar ese maravilloso mundo emocional.
Músicos:
Marcelo Costa (batería y percusión)
Dadi Carvalho (bajo, guitarra acústica y eléctrica)
Mauro Diniz (cavaquinho y guitarra acústica)
Pedro Gomes (guitarra eléctrica y acústica)
Carlos Trilha (teclados, melódica y programación)
Pedro Mibielli (violín)
Marcus Ribeiro (cello)
Juliano Barbosa (fagot)
Maico Lopes (trompeta y flugel horn)