ESPECTACULOS

Ricardo Darín: "¡Nunca me había contestado un jefe de Estado!"

En una extensa entrevista, habla de su vuelta al teatro y del sonado episodio con la Presidenta.

Darín canta y vocaliza en una pausa de los ensayos finales, tiempo que transcurre conversando sobre teatro, televisión, cine y política con diario PERFIL.
| Cedoc

Una rara electricidad se percibe en el teatro Maipo. Faltan días apenas para que llegue el miércoles 5, día en que se estrena Escenas de la vida conyugal, obra del sueco Ingmar Bergman –que hizo una versión para las tablas de su propio film–, a estas alturas un clásico de la dramaturgia que explora el amor, el distanciamiento y todo el universo que puede crear una pareja. Hace veinte años, la obra fue puesta en escena con los protagónicos de Norma Aleandro y Alfredo Alcón. Hoy, la consagrada actriz dirige la nueva versión, que cuenta con las actuaciones de Valeria Bertuccelli y Ricardo Darín, en su regreso a los escenarios teatrales después de varios años. Darín está contento. Canta y vocaliza en una pausa de los ensayos finales, tiempo que transcurre conversando sobre teatro, televisión, cine y política con diario PERFIL.


— Regresa al teatro después de bastante tiempo. ¿Cómo siente este retorno a las tablas?

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— Yo soy un enfermo del teatro. Es un espacio en el que se puede trabajar sobre un texto todos los días. Un texto que podés resignificar y redescubrir. Los actores tenemos la chance de preparar nuestro trabajo con un prudente tiempo de aproximación y de preparación para ver qué querés transmitir, para ver de qué habla la historia que tenés entre las manos, de ajustar tus herramientas en función del trabajo que estás haciendo. En el momento en que se abre el telón, están los actores ahí arriba, y todo queda a cargo de ellos. Es un ritual extraño que combina la energía de la audiencia y la de un elenco en un escenario jugando un mismo juego. Y tienen a su cargo hacerlo lo mejor posible. Ese ritual no se parece a ninguna otra cosa.

— Sus últimos trabajos fueron en películas, es una transición a un registro muy distinto.

— Yo fui siempre medio saltarín. No me gusta quedarme demasiado tiempo en un lugar porque cuando me empiezo a sentir cómodo siento que hay algo que estoy resignando en función del confort o de la comodidad. Siempre fui movedizo. Es una búsqueda en la que asumís un riesgo. Además, adquirís entrenamiento, oficio y cancha. La cancha te da mucha sabiduría, aunque suene un tanto petulante que lo diga yo.

— "Escenas de la vida conyugal" es un gran tratado sobre la pareja. Usted está hace muchos años junto a Florencia Bas; ¿cómo influyó su relación personal para la elaboración del papel?

—Se relaciona en todo. Mi punto de aproximación a esta pieza teatral es absolutamente distinto al que podría haber tenido hace veinte años. Cuando empezás una relación, tenés tu primer hijo, es distinto al momento que sigue, cuando tenés todo el camino andado en pareja. Hoy estoy en mejores condiciones para entender contra qué cosas protesta la pieza que hace veinte años.Fue una vibración que Norma (Aleandro) me extendió. “Me parece que éste es el momento justo para que hagas esta pieza”, me dijo. Y la escuché porque la admiro, la respeto y la quiero mucho.

— "Escenas..." es una obra despojada, sólo usted y Valeria Bertuccelli en el escenario. ¿Se sintió inquieto por esto?

— Me siento a mis anchas, hacer esta obra junto a Valeria es algo que valoro muchísimo. Hay algo que sucede cuando estás frente a un buen texto: lo llevás a tu casa, convivís con él las 24 horas del día. Causa gracia, es una deformación profesional propuesta por el oficio mismo. Con Valeria y Norma estamos a punto de estrenar y estamos todo el tiempo pensando en el espíritu de la obra, pensando en cada línea y su sentido, en qué dice y cómo se dice, y cómo lo recibe el otro. Como ésta es una obra muy realista, es imposible que no interfiera con tu vida personal de alguna forma, que no intervenga, que no te aleccione.

— Hace un tiempo, la Presidenta se refirió a unos dichos suyos sobre su crecimiento patrimonial en una entrevista, y usted planteó que podrían encontrarse. ¿Sigue queriendo que Cristina lo reciba?

— No, yo lo que planteé es que si tenía alguna oportunidad, quería aclararle algún aspecto de aquella nota que por cuestiones editoriales fue suprimido y que podría ayudar a la comprensión más clara, para que no se entendiera como un ataque personal. Un ciudadano que hace una reflexión en voz alta no tiene por qué dar explicaciones a nadie, salvo que sea mal interpretado. Tal vez mis declaraciones fueron mal interpretadas por cierto sector que pensaba que era un ataque al Gobierno, al modelo o a la democracia. Pero para pensar eso de mí o bien hay que no conocerme, no haber prestado atención a los trabajos que hice, o confundirse respecto a mis objetivos.

— Es muy fuerte que una presidenta conteste a unos dichos en una entrevista de ese modo.

— ¡Nunca me había pasado que un jefe de Estado me contestara! (ríe). Es conmocionante. Tenés unas horas o unos días en los que estás conmocionado, y todo tu entorno se conmociona. Algunos dicen: “Wow, qué bárbaro que Cristina le conteste a un ciudadano”. Otros piensan que es un desatino. Cada uno tiene su propia versión.

— ¿Cuál es la suya?

— Yo quería aclarar que no se trataba de un ataque personal o un ataque al modelo, no iba por ese lado. Sin embargo, tristemente, a meses de distancia, veo que muchos se están haciendo las mismas preguntas debido a la aparición de ciertos sujetos. No terminamos de entender bien cómo funciona esta cuestión. Sobre todo cuando se le pide a la gente que entienda el modelo, que tenga paciencia, que este camino es el correcto. Cuando aparecen líneas en contra de eso, algo se resiente. Yo hice una reflexión en voz alta, pero no era tan original, sino que yo la había escuchado de muchas otras personas. Pero bueno, ya pasó. Hay cosas importantes para atender en el país, cosas de urgencia.

— Cuando “El secreto de sus ojos” ganó el Oscar, el director Juan José Campanella y usted fueron recibidos por la Presidenta. Hoy Campanella se ha transformado en un firme opositor.

— Algo debe haber pasado para que Juan José se sienta tan herido y tan golpeado. Yo le agradecí su incondicional apoyo cuando él sintió que me estaban atacando a mí. Algo groso le debe haber pasado, que desconozco porque no he podido hablar sobre el tema con él. Pero son cosas que pasan dentro de la estructura de la democracia, y no está mal. Creemos que tenemos doscientos años de democracia, pero en realidad tenemos que aprender porque tuvimos más interrupciones que períodos de desarrollo. Nadie se tiene que enojar u ofender, y creer que se trata de ataques cuando se realizan críticas. Digo, cuando se realizan por parte de personas de buena fe, porque también es cierto que existe gente con un ánimo marcado para que las cosas no funcionen.

— ¿Percibe un corrimiento de ciertos sectores que antes eran afines al kirchnerismo?

— Hay gente que sí, otros que no, depende cuál es el término de aproximación que hayan tenido con el Gobierno. Todo está en movimiento. A mí me pasa lo mismo que me pasaba cuando hice esa reflexión en voz alta. Yo valoro muchas cosas que tiene esta administración y que me parecen muy buenas. Hay otras que me sentaría a discutir con quien quiera.

— ¿Como cuáles?

— El tratamiento nunca me terminó de conformar. Ni siquiera me refiero a la Presidenta, sino al tratamiento de un entorno que tiene mucha facilidad para ofenderse o que tiene la necesidad de exaltarse cuando en realidad lo que necesitamos es que quienes nos gobiernan bajen la temperatura y digan: “OK, vos pensás distinto, opinás tal cosa, charlemos, abramos el debate”. Mis reflexiones siempre giraron en torno a esto.