El lugar más caótico y estresante de un hospital es el “shock room”, el área de guardia destinada a los casos críticos. En esa sala, un equipo de médicos y enfermeras especializados en emergencias reciben a personas que están en el límite entre la vida y la muerte –o al revés–, y se enfocan en dos tareas básicas: la reanimación y la evaluación. Inmediatamente se realiza un control de gases en sangre, se monitorea el corazón, se le coloca una vía endovenosa, se entuba a la persona, se le practica masaje cardíaco, se le controlan los signos vitales y se le extrae sangre. Parte de los análisis que se hacen, y que pueden tardar entre 2 y 4 minutos en dar resultados, son un ionograma o toma de electrolitos, análisis que permite conocer cuáles son los niveles de sodio, potasio y cloro del cuerpo. A partir de estos últimos niveles, se decide si se aplica potasio o no, porque la persona puede llegar con hipokalemia (los niveles muy bajos) o hiperkalemia (muy altos).
El martes 28, Romina Yan pasó por esta rutina intensiva en el Hospital Central de San Isidro, desde que fue llevada al “shock room” hasta unos 50 minutos más tarde, cuando fue declarada clínicamente muerta: la hora que trascendió fue las 17.20, aunque el hospital nunca llegó a emitir el parte oficial prometido por las autoridades, un comunicado habitual cuando se trata de celebridades. La familia pidió evitarlo.
Una de las versiones indica que su muerte tuvo que ver con la anorexia que padecía. Romina cumplió desde chiquita con el mandato del éxito que al menos ella creía debía honrar. . Luego contaría los sufrimientos que ello le trajo consigo, y hasta revelaría las dificultades que le provocaron en la adolescencia que su madre, Cris Morena, fuera flaca, tuviera un lindo cuerpo y hasta pareciera siempre mucho más joven.
La Revista Noticias de esta semana revela detalles de los trastornos alimenticios que sufrió, y su relación con la imagen de su madre.
