Radio y televisión: lo suyo es la palabra hablada, sea para denunciar la coyuntura política, gritar un chimento de la farándula, coordinar una mesa de comentaristas o para enlazar las historias de vida de un reality show, como Escuela para suegras, que se estrenó el pasado 2 de marzo, apoyado sobre el exitoso formato de Escuela para maridos. Santiago del Moro es verborrágico como entrevistador y como entrevistado: aquí presenta el nuevo programa que conduce junto a Alessandra Rampolla y Jey Mammon en el canal Fox Life, donde, en 13 episodios los jueves a las 23:15, seis parejas y sus respectivas suegras exponen sus problemas de relación; también analiza su pase radial de la Pop a la Cien, su lugar en los medios y el panorama del rating.
—¿Cómo encarás este nuevo programa? ¿En qué consiste su atractivo?
—Esto no era parecido a nada de lo que estaba haciendo, pero me fascinó el proyecto: la suegra es una figura totalmente universal, acá, en la China o en Irlanda. El único problema era que yo tenía que parar [mis actividades diarias] para ir a Colombia, porque el programa se grabó allá en 22 días, entre fines de noviembre y principios de diciembre pasado. Las vacaciones que me tomé en el canal [América TV] fueron para grabar esto. A mí me gusta la tele en vivo, el minuto a minuto, trabajar sin red. Acá es totalmente diferente: una cosa pautada, con gran nivel de producción; la única variable que no se maneja son las suegras y sus familias, porque no sabés qué va a pasar. Al principio, cuando yo lo vi de afuera, pensé que era una cosa digitada, armada, y después me di cuenta de que es imposible. Las suegras representan a todos los perfiles: la obsesiva, la metida, la insoportable, la histérica, la desprejuiciada, la que compite con la nuera. Hay dos vínculos muy diferentes: el de suegra-nuera y el de suegra-yerno. Lo cierto es que nosotros nos quejamos mucho de las suegras, pero cuando nos cuidan los chicos, está todo bien. En este programa, se muestran relaciones humanas, a través de un personaje muy característico, que es la suegra, pero que es mucho más que un cliché.
—¿Tenés suegra?
—Sí. A partir de este programa, me pidió que no hablara más de ella. En el fondo, hay mucho respeto y un afecto muy grande, por lo menos de mi parte. Pero está esa electricidad en la relación, porque la suegra siempre tira para el lado de su hija o su hijo y para el bienestar de los nietos.
—Fuiste parte de “Gran Hermano” y de otras propuestas que, como “Escuela para suegras”, responden al formato de reality show. ¿Por qué creés que a la gente le gusta mostrarse y ver a otros, cuando la idea original está inspirada en la novela “1984”, de George Orwell, donde todo esto es una pesadilla, una distopía?
—Gran Hermano es el último gran formato que tuvo la tele mundial y dio origen a un montón de reality shows. Es una manera de narrar que tiene la televisión mundial, un código que a la gente le atrae mucho, pero el público ya no es tan inocente como al principio. Escuela para suegras es otro tipo de abordaje: la gente no convive, no hay cámaras las 24 horas; lo bueno es que rápidamente podés tener una identificación: como yerno, como nuera, como suegra. El reality atrae como cuando hay un choque en la ruta y todos se paran a mirar, o como cuando te ponés a escuchar a tus vecinos que están discutiendo. Pasa acá y en cualquier lugar del mundo, tiene que ver con el morbo, con el voyeurismo, es algo innato del ser humano.
—Dejaste tu histórica radio, Pop, y pasaste a La Cien, de lunes a viernes de 6 a 9; la Pop bajó su audiencia y La Cien subió. ¿Cómo vivís esto?
—No esperaba algo tan rotundo. Nos fuimos con casi el 27% de share, desaparecimos del aire dos meses, y luego de haber pasado un mes en La Cien, ya estamos primeros. Este programa lleva mi apellido (El club del Moro) y eso era un compromiso extra cuando la radio me lo propuso. Pero no quiero hablar tanto de números; Pop ha sido mi casa durante ocho años, tengo la mejor con Pop, quedó mucha gente amiga ahí. Ya había tenido tres propuestas importantes para irme. Ahora sentí que era el momento.
—¿Cómo es el éxito en televisión y en radio? ¿Y cómo comparás el rating en televisión abierta frente a canales de cable y otros formatos?
—Arranqué haciendo radio a los 11 años; la radio es mi casa, más allá de la adrenalina que genera la tele. La radio es algo muy lento, muy a largo plazo. En cambio, el poder que tiene la tele abierta no lo tiene nada; la tele abierta es una aplanadora, es masiva, se retroalimenta. Se la critica mucho, pero sigue estando eternamente. Si yo analizo nada más que la medición de Ibope, me quedo con una sola parte, pero, por ejemplo, Intratables, después, está posteado en un montón de sitios, en páginas, en blogs, en redes sociales, se ve en todas partes del mundo, se vuelve a ver, se descarga. El rating para mí es una herramienta maravillosa; me apasiona, tengo ese timming. Pero yo hablaría, más que de rating, de share.
—¿Cómo te llevás con Jorge Rial?
—Yo nunca tuve un problema con Jorge (Rial), nunca. Lo que pasa que para el afuera es como el título perfecto [la posibilidad de una pelea entre nosotros], pero nunca. Es más: cuando yo hacía Infama [hasta 2014], nos dábamos una mano. Ahora [con Del Moro al frente de Intratables y Rial en Intrusos], tenemos programas que no son nada que ver. Antes teníamos algo que ver cuando yo hacía periodismo de espectáculos, pero ahora nada que ver. Siempre fue conmigo un tipo re-generoso. Además, está en el canal donde yo trabajo. Yo no quiero tener problemas con nadie. Soy cero drama, cero rencoroso, no soy un tipo de rollo…
—En “Intratables”, abordás temas de política y economía. ¿Te considerás un periodista?
—Yo soy un conductor siempre en formación, porque ser conductor es un aprendizaje eterno. Estudié periodismo pero tengo tanto respeto por el periodismo, por la gente que verdaderamente es periodista… a veces oficio de, pero ellos saben lo que hacen. Obviamente soy una persona a la que le gusta preguntar, que aborda los temas a su manera, pero no más que eso: un laburante.