Es una pregunta grande. No lo sé. Creo que he intentado aprender, volverme más consciente de nuestros errores. He intentado entender el amor, y también el amor por este país, que yo amo. Gente como yo puede hacer quizás que Estados Unidos sea apenas mejor expresándome a través de mi arte”. Las palabras de Oliver Stone (70) sorprenden: no tanto por definir su incisiva obsesión por cristalizar en el cine figuras y cicatrices clave de la geopolítica reciente (sea en documental o ficción, su obra reciente va desde George W. Bush a Fidel Castro, pasado por los Kirchner, Nixon y las Torres Gemelas) sino por mostrar su sensibilidad, su Talón de Aquiles. Sobre todo considerando que desde Pelotón, Nacido el 4 de julio y Wall Street, su visceral cine ha sabido enojarse y ser reactivo a la realidad que lo rodea. Después del fracaso de una film sobre Martin Luther King, ahora llega la ya estrenada Snowden a las salas. Stone dice: “Me junté varias veces con Snowden, nueve, de hecho, y también usé de referencia Time of the Octopus, una historia de una personaje símil Snowden –escrita por el abogado en Moscú de Snowden–”.
—¿Qué creés que una figura como Edward Snowden representa hoy en un mundo donde parece que se ignoró lo que denunció el ex empleado de la CIA y que claramente está teniendo un giro político a la derecha?
—Representa para mí una forma de reconstruir este país. Una forma de volver al pasado, a nuestro mejor pasado donde la privacidad era un valor. El mundo se está convirtiendo en un lugar más pequeño y más fuerte. El equipamiento tecnológico que tienen los países, especialmente Estados Unidos, y el dinero no tenemos secretos. Nada está libre de la vista del control. Todas las compañías, todas las personas, nadie escapa. Snowden nos dio pruebas concretas de que esa forma en que espiaban era algo que estaba sucediendo.
—¿Cómo viviste la elección de Donald Trump?
—Ahora mismo en lo que respecta al control, es una continuación. Otra vez la excusa del terrorista para oír lo que dice y hace todo el mundo. Trump siempre busca crear una idea de fortaleza, de poder. Pero Obama, que iba a renovar y cambiar, nunca lo hizo: continuó el plan de Bush y ayudó a que mejore ese sistema que hoy es mejor que nunca lo fue. Es gigante, es omnipresente y aun así no hace bien su trabajo. No se pudo detener ciertos atentados, por ejemplo. Es el Gran Hermano, por fin.
—¿Por qué dirías que Trump fue elegido?
—Porque la gente está enojada. Los demócratas se alejaron del hombre trabajador, o que pregonaba por la paz. No hubo ni una charla sobre la paz. No hubo charlas sobre la CIA y su presencia alrededor del mundo. Fue una elección a base de la personalidad. Necesitamos trabajos en este país y él supo usar eso.
—¿Cuál creés que es el rol del cine en este escenario?
—Toda mi vida he intentado de mostrar a los largo de 25 películas la verdad sobre Estados Unidos. Pero el gobierno tiene a su favor a los medios. Ese es el poder. Pueden repetir el mensaje una y otra vez (terrorismo y miedo, por ejemplo, “necesitamos más muros, menos gente”). Siempre tuve una posición ambigua sobre qué puede hacer el cine. Muchas veces quiero renunciar y ya.
—¿Eso te genera tristeza o frustración?
—Cuando te convertís en un artista, o en un realizador, te das cuentas que aunque tengas contenido político no sos uno. No podés cambiar nada en el mundo salvo crear una buena película. No es poco, pero, repito, no cambia el mundo.
—Fuiste cercano a Fidel Castro e hiciste dos documentales sobre él, “Comandante” y “Buscando a Fidel”, ¿qué es hoy en vos ahora que ha muerto?
—Fue una gran figura de la independencia. No podías decirle lo que tenía que hacer. Ni los rusos pudieron decirle lo que tenía que hacer. Era un tipo duro. Su habilidad para sostener la revolución en pie durante tanto tiempo, y convertirla en un legado, es admirable. Tuvo el problema de estar cerca de Estados Unidos. Otro líder no hubiera resistido. La agresión contra Cuba siempre vino de Estados Unidos y eso no suele remarcarse lo suficiente.
—Filmaste en 2009 “Al sur la frontera” con nombres como Hugo Chávez y los Kirchner. Después de las elecciones de Macri y la destitución de Dilma ese escenario cambió. ¿Cómo lo ves?
—El retorno de la derecha es parte de un ciclo. Muchos ahora ex presidentes aparecían, incluyendo los Kirchner. Creo que a nivel regional en ese entonces la vida de mucha gente mejoró. Muchos cambios implicaron la educación, la mejora de los hospitales, la creación de una mejor vida. No se puede quitar eso. Algo pasó similar aquí después del New Deal, cuando se ayudó al ciudadano común. Esta revolución fue también una revolución de los derechos civiles. Puede haber un gobierno liberal, que se burle o quiera anular, pero los cambios están hechos. Lo van a intentar, como buscan ahora meter preso a Lula en Brasil. Y si tienen éxito, sólo los van a convertir en mártires. Lo que allí se dio fue un golpe de Estado, un pisoteo de la ley.
—¿Existe menos compromiso político hoy o se surfea superficialmente por la realidad gracias a la forma de consumir las noticias y de comunicarnos virtualmente?
—Es verdad. Pero la gente eventualmente se agota. Podés atrasar una revolución en el corto plazo, pero cuando las condiciones no son buenas nadie puede frenarlas. Cambiaron. Nunca van a volver a ser tan malas como fueron antes.
—¿Por qué creés que Hollywood se ha conformado con la figura del superhéroe en el cine?
—Es una proyección infantil, un deseo infantil. La gente joven suele ir detrás de esa idea, la del héroe que resuelve todo. En la vida cuando crecés te das cuenta de que no hay un gran héroe y que sólo hay gente que pelea, y que nunca es una lucha de “bien vs. mal”. No somos superhéroes, somos humanos: peleamos, lidiamos, pensamos y tratamos de entender. Debería haber un balance en ese sentido: películas que nos ayuden a pensar.
“Tiene que ver con el control social”
—Pero después de la revelación de Snowden las cosas siguen un poco iguales. Lo digo considerando la poca conciencia que sigue existiendo sobre el tema. ¿Qué pensás al respecto?—Lo sé. Esa abulia suele ser la reacción de la mayoría de la gente a la hora de pensar en su privacidad en las redes sociales. La mayoría de la gente es pasiva, primero, porque no les importa y la segunda, porque creen que realmente es usado para pelear contra el terrorismo. El Estado debe escuchar y ver todo. Eso es mentira. La mejor forma de pelear contra el terrorismo y está comprobado es espiar a blancos específicos. Saber quiénes son. Después de un ataque siempre aparece un círculo de personas y esa información puede recolec-tarse y seguirse. Es una excusa lo del terrorismo, y una que nos dieron a comienzo de los 2000. Ahora la gente se enoja, pero nuestros legisladores no hacen nada al respecto.
—Entonces ¿por qué se sigue recolectando información por parte del gobierno de los Estados Unidos?
—Porque es la expresión má-xima de poder. Porque quieren información sobre personas, sobre empresas, sobre aliados y enemigos. El sistema ya está funcionando. Hay satélites con antenas del tamaño de la Torre Eiffel al servicio de eso. Ya no tiene nada que ver con terrorismo, tiene que ver con el control social.