Los que hacemos la televisión dependemos de la elección del público, quien nos marca sus preferencias, y de los anunciantes, que según esa elección que determina la audiencia, deciden su pauta publicitaria. El negocio de la TV, en definitiva, es “vender público” a los anunciantes. Y no siempre lo que lo determina es el factor cuantitativo de audiencia, sino el cualitativo, o sea, no sólo importa cuántos nos ven sino quiénes nos ven, referido a sexo, edades, composición socioeconómica y cultural de los televidentes. Los canales emisores y las productoras de TV, debido a ese motivo, perfilan sus públicos porque el negocio se nutre de generar programas exitosos en cuanto a repercusión popular, y por ende, de la captación de parte de la torta publicitaria, pero también de la calidad de esos productos, ya que la imagen y la identidad de cada empresa audiovisual es fundamental para el posicionamiento local e internacional.
Para ello es importante el rating, una herramienta más, pero fundamental en el negocio de la TV industrial; una brújula que junto a otros indicadores nos marcan el camino a seguir en los programas que producimos.
Este año se escucha hablar mucho de la crisis de la TV abierta, o de las crisis de las ficciones que ya no logran convertirse en fenómenos de audiencia… En honor a la verdad, no creo que haya una crisis si tomamos ese concepto como algo “dramático”, sino que hay que analizarlo dentro del contexto actual. Desde hace casi diez años, la TV abierta viene decreciendo en cuanto a la participación en el encendido general de la TV, ya que las audiencias emigraron hacia el cable, canales Premium, internet, redes sociales, etc. Es una tendencia global y no local, siendo además Argentina uno de los países con mayor penetración en el cable de toda la región.
Esa tendencia se acentuó en los últimos años, las nuevas tecnologías, con sus nuevas pantallas, captan la atención de los públicos (sobre todo del más joven), mucho más que la TV como estamos acostumbrados a mirarla los mayores de 30 o 35 años. Y eso no es bueno ni malo, es lo que sucede y hay que aceptarlo y adaptarse. En todo caso, “crisis” es “oportunidad”. El público cambiará la manera de mirar TV, pero no dejará de consumir contenidos, sobre todo de ficción, siempre querrá conmoverse con las historias que les contemos a través del soporte que sea.
Hacer más de 20 puntos de rating, entonces, hoy dista de ser algo habitual ya que el público participa de otro modo en su relación con la TV abierta; habiendo tantas propuestas compitiendo en otras pantallas o porque luego pueden ver esos programas por la web o pregrabados. Sólo los fenómenos populares logran captar una atención más grande y masiva, y eso depende de algo coyuntural. Este año la gente tiene la atención centrada en lo periodístico por diferentes motivos, y eso también les juega en contra a las producciones de ficción ya que la realidad parecería más interesante. Nada que no haya sucedido en otras épocas, con diferente magnitud.
En el 2004 con Los Roldán lográbamos más de 40 puntos, casi diez años después con Graduados, picos de más de 30. Este año Solamente vos, de Canal 13, y Vecinos en guerra, que nosotros emitimos en Telefe, se reparten los públicos, y ambas ficciones, siempre están entre lo más visto de cada jornada para cada canal. Hay programas que por su potencia y el contexto arrastran con todo (los “tanques”), y otros que logran dividir al gran público, algunos traccionan audiencias que llamamos “turista”, que vienen del cable o internet sólo ante “llamadores” televisivos muy notables, eso sucede hoy únicamente con estrenos como el de Susana, con el show periodístico de Lanata (un verdadero “boom”) y con el fútbol.
Este año no hay grandes ganadores, sino programas que comparten el éxito dentro de un panorama coyuntural, dentro de una tendencia mundial en el que la TV abierta no ha desaparecido, pero ya no es la gran protagonista.
*Director de Producción y Contenidos de Underground (empresa liderada por Sebastián Ortega).
