El brasileño Rodrigo Santoro posee una vida en Hollywood, donde ha estado en películas como 300 y su secuela, la continuación de Los Angeles de Charly, Love, Actually y muchas más donde oscilaba entre roles secundarios y pequeños cameos. Pero también, antes de Héctor, su actual personaje en la serie de HBO Westworld, Santoro fue una sensación en Brasil y su reinado de telenovelas. El pasado fin de semana, Santoro visitó Argentina Comic Con, el evento que reunió más de 90 mil personas en Costa Salguero y donde el brasileño era uno de los invitados grandes. Lo fascinante de Santoro, más allá de su belleza inmediata, era su urgencia para hablar sobre “directores argentinos, a quienes quiero mandarles un mensaje: quiero trabajar con ustedes”. Bromeando, en perfecto español, el actor mencionaba cuánto ansía trabajar con nombres como “Lucrecia Martel, Santiago Mitre, Juan José Campanella”. ¿La razón? “Simplemente deseo hacer cosas distintas, simplemente los admiro” sumaba a su pedido, sorpresivo para alguien que es parte de una de las series más populares de la cultura geek actual.
—“Westworld” es un show que se ha ocupado de ser distinto a muchas otras propuestas que mezclan géneros para un público adulto. ¿Dónde creés que se da esa diferencia en un panorama superpoblado de series?
—Yo creo que Westworld establece un diálogo directo con la realidad que estamos viviendo, por decirlo de alguna forma, en este preciso momento. Y lo hace como pocas series. Es una ficción, pero que ha logrado no ser tan ficcional, de hecho casi nada de lo que sucede en la serie se ve remoto, sean actitudes o tramas. Cuando ves la serie, puedes pensar sin dudas: esto es el presente, ahorita, y eso la diferencia de algunas formas de ciencia ficción que hacen referencia al presente. Entonces, creo que es un valor muy importante: su terror nace de lo realmente posible que es su ficción y eso la ha hecho el fenómeno que es hoy.
—¿Qué debe generar una serie para ser un fenómeno hoy?
—Generar pensamiento, sobre cosas. En este caso, sobre la tecnología, sobre metáforas que genera el parque y sus integrantes y el western (sobre todo a la hora de los roles a los que nos acostumbramos a ver en ficciones y que la serie altera). La manipulación y la oscuridad de la naturaleza humana: eso son cosas que la serie explora, y su clave está en que no quiere dar un mensaje. Por eso me divierten las muchas teorías que hay sobre la serie, algunas son alucinantes, y eso me estimula mucho, seguro, pero también estoy muy atento a eso, a esa reacción y a ese mundo de ciencia de la serie.
—¿Por qué te divierten las teorías conspirativas sobre la serie?
—Yo mismo empecé a enterarme de cosas gracias al show, empecé a interesarme en cosas de forma distinta. Empecé a ver Ted Talks, a estudiar, a investigar sobre inteligencia artificial. Desde cómo veía, por ejemplo, a los celulares en mi vida, que ahora las veo como esas cosas que se estiran desde nuestros dedos y que son parte de nosotros aunque todavía no sabemos definir cómo. Esas cosas que nos hacen completamente dependientes, que por un lado son un grillete, que nos sacan lo humano, y por otro nos dan saber. Pero nos quitan y aquietan la mirada. Sé que suena a cliché, pero en ese sentido Westworld me cambió la forma de pensar.
—Thandie Newton dice que “Westworld” rompe lo que ella llama “la última frontera en la industria”: el desnudo masculino. Tú has aparecido desnudo en el show, y otros actores hombres también.
—Es cierto. Es interesante porque en Westworld la desnudez viene en un contexto distinto. Son criaturas, no tienen carga sexual, no es una explotación o permite que siquiera que quién ve lo objetivice. Por eso es genial. Desactiva el fetiche. Son cuerpos naturales que están ahí. Cuando yo lo hice fue: “Vamos, y vamos, hagamos ya”. Pero había mucho respeto en el set, se achicaba el equipo para estas escenas más delicadas y solo está quien debe estar. Nunca me hicieron sentir incómodo. Es algo fundamental el contexto de la serie y cómo nos protege.
—¿Cómo es trabajar en Hollywood en este momento?
—Creo que estamos en un momento muy importante, de cambios. Con todos estos movimientos de #Time’sUp, de #MeToo, ver lo que pasó en la taquilla con una película como Pantera negra y cómo apeló a la diversidad. Hay un momento claramente de inclusión de las minorías. No me sorprendería si el próximo fuera el movimiento latino. Incluso: ¡cuenten conmigo! ¡Estoy ahí! Porque es un momento donde, de nuevo, aparece internet: por aquello malo que dije de la misma, de la tecnología, que creo existe, internet ha generado una conciencia de generación global como pocos fenómenos. Es exactamente de lo que
habla la serie. La globalización, pero también leída como algo que termina incluyendo culturas distintas, anulando jerarquías y anulando viejos dogmas. Es un momento interesante para todos.
Valorar lo humano
—¿Qué crees disfrutas de un personaje tan particular como el tuyo en la serie?
—Ahora puede ser. Después del final de la segunda temporada, creo que sí. Me ha llevado dos temporadas conseguir algo en el personaje que puedo definir como mío, como creado por mí, y que quizás hasta Jonathan Nolan desconoce. En la primera temporada muchos personajes eran arquetipos, pasaban por esto y aquello. Pero ahora Héctor está entrando en contacto con sus memorias, con dolores, está confundido y loco. En la segunda temporada pude estudiar, con detalle, las emociones humanas. Nosotros pasamos todos los días por muchas reacciones, emociones, y yo pude frenarme y ver con atención cómo es el mundo.
—¿A qué te referís?
— A cómo es el mundo cuando a alguien le interesa descubrir qué pasa con cada persona que nos cruzamos. Cuando tenés que mirar a la gente y debés ser como un niño que aprende a sentir, que descubre pensar y sentir. Eso implica que pensás quieras o no mucho sobre lo básico de ser humano. Es tremendo lo que pensamos, sentimos e ignoramos.