Carla, ¿cómo fueron los inicios de tu profesión?
Todo comenzó con mi carrera de Sommelier cuando me mudé a Mendoza. Soy de Viedma, Río Negro, y antes había estudiado gastronomía y trabajado en cocinas y como bartender. Sin embargo, quería un cambio: seguir ligada a la gastronomía, pero desde otro lugar. Decidí dejar mi ciudad y elegí Mendoza como destino. Al llegar, me deslumbró el mundo del vino; no podía creer la magnitud y lo importante que era. Eso me enamoró de inmediato.
El primer año lo dediqué a acomodarme y conseguir estabilidad. Al año siguiente comencé a estudiar la carrera de sommelier. Desde el primer momento en Mendoza, todos mis trabajos estuvieron cerca del vino, lo que me permitió disfrutarlo y aprender. Me recibí en tiempo y forma, con mérito de honor, y tuve la fortuna de trabajar en lugares que me hicieron crecer profesionalmente y sumar experiencias valiosas.
¿Cuáles son los servicios que brindas al público?
Los servicios que brindo tienen que ver con transmitirle a la gente lo lindo que tiene este mundo, no solo con explicaciones técnicas sino también con emociones y disfrute. Lo más especial de esta profesión es poder regalar a las personas un momento único, siempre acompañado de un vino. Con la enorme diversidad que existe y los gustos personales de cada consumidor, elegir una botella que encaje a la perfección con cada situación es un desafío hermoso. Me encanta pensar que cuando alguien me elige para recomendar un vino, me hace parte de su historia y de ese recuerdo.
¿Qué es lo que más te gusta como sommelier cuando vas a otro lugar y te atiende un colega?
Ya sea en vinoteca, restaurante o bodega, lo que más disfruto es ver la pasión en la otra persona. Me gusta escuchar sus recomendaciones y explicaciones, porque esta es una carrera que nunca termina de enseñar. Observar cómo se desenvuelven y cómo comunican me parece maravilloso. Lo importante es abrirse, tomar lo que sirve y seguir aprendiendo.
¿Cuáles son tus diferenciales en el rubro?
Este es un rubro muy amplio y diverso, que a cada sommelier le permite vivir experiencias distintas y desarrollar fortalezas propias. Algo que me identifica es la intención de transmitir el amor que este mundo tiene para dar, el mismo con el que me recibió a mí. Creo fundamental mostrarles a las personas el esfuerzo, la dedicación y las historias que hay detrás de cada botella. Busco conocer cada producto a fondo: más allá de cómo fue elaborado, de qué zona provien, etc. Me interesa mucho saber qué inspiró al enólogo o productor a hacerlo. Para mí, el enólogo es un artista que a través de su obra cuenta una historia, y tengo la suerte de tener una carrera que me permite transmitirla.
Si tuvieras que iniciar de nuevo, ¿qué harías diferente?
No cambiaría nada de mis comienzos en esta carrera. Fue amor a primera vista y hasta hoy se mantiene. Todo lo que viví en este trayecto lo llevé con pasión y cariño. Tuve la fortuna de rodearme de personas y experiencias que me ayudaron a crecer profesionalmente, pasando por distintas ramas: restaurantes, bodegas, eventos, ventas, comunicación y medios. Fueron pocos años, pero muy intensos, rodeados siempre de vino y felicidad.
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