Algo más de una cuarta parte del mundo, unos 58 países, tienen o tuvieron aborto legal. La mayoría de ellos, con más de 40 años de experiencia (muy pocos países legalizaron con posterioridad al uso masivo de la ecografía), en la década de los ’80.
Ahora todos nos preguntamos qué nos aguardaría como país, si acaso el Senado de la Nación, pese a manifestar una amplia posición de rechazo, aprobara el proyecto de aborto legal.
Solo alcanza con observar una pirámide poblacional de cualquiera de estos países, y encontraremos que de “pirámide” ya solo conserva el nombre, mas no la figura. Las franjas de población mas jóvenes, aquellas que coinciden con nacimientos en la era del aborto legal, son tan bajas que apenas superan a los mayores de 75 años, otorgando una lúgubre figura de “urna” o rombo, en lugar de la pirámide tradicional correspondiente a los países sin aborto. Esta simple figura se traduce en millones (sí, millones) de habitantes faltantes a consecuencia del aborto legal, que en España, por ejemplo, cobró la vida de 3 millones de españoles desde su legalización en 1985.
Todos estos países hoy atraviesan crisis económicas y previsionales por falta de mano de obra que contribuya a solventar el sistema jubilatorio, apenas compensado por mano de obra inmigrante del África y Oriente medio. Crisis que suponía evitaría el aborto de niños pobres, pero que resulta irrelevante a la sola mención de que hoy, en España, en Italia, o en Estados Unidos por caso, falta entre un 20% y un 40% de población, no por una decisión de planificación familiar, sino porque no se les permitió nacer. Para poder tomar dimensión del impacto, basta con imaginar que si nuestro país hubiera legalizado el aborto hace 40 años, hoy en la próxima cena con amigos, faltaría uno de cada tres de ellos, simplemente porque habría sido abortado antes de nacer.
En nuestro país, el paso del proyecto por la Cámara de Diputados dejó al relieve un sistema democrático débil a las presiones partidarias, y la amarga sensación de que pese a lograr un debate por momentos serio y objetivo, prevaleció una vez más, la ideología partidaria por sobre la ciencia, la estadística, o la simple comparación con la experiencia de aquellos países mencionados, que hoy se encuentran en proceso de restricción o abolición.
Pasó el proyecto de aborto legal, y en su derrotero dejó también a una sociedad dividida, una vez más, para conveniencia de un sector minoritario que aspira sin dudas a explotar el rentable negocio del aborto legal en estas latitudes, pero cual flamante capítulo de la división social de nuestro país, a los tradicionales enfrentamientos sumamos ahora la fractura entre verdes y celestes, que lejos está de contribuir a la ansiada unidad nacional. A juicio de los expertos, resulta improbable que el proyecto de aborto pueda superar el test de constitucionalidad, incluso si llegara a pasar la Cámara alta. Pero aún en ese escenario, habremos asumido el costo nada feliz de tener que recomponer, una vez más, el tejido social dañado por enfrentamientos innecesarios.
(*) Presidente de la Fundación Mas Vida.