El próximo martes, la Duquesa de Alba, popular personaje de la vida española, se casará por tercera vez a sus 85 años. El novio, Alfonso Díez, tiene veinticinco años menos que ella y es un simple funcionario público a quien las nuevas leyes no permiten jubilarse. El atípico casamiento se ve envuelto de ingredientes dignos de una telenovela mexicana. Viudas, romances, peleas familiares, ambición, celos y herencias.
Se dice que ella es “la más Grande de España”, y no es por su edad. Cayetana Fitz-James Stuart y Silva, duquesa de Alba de Tormes, es la mujer que más títulos y ‘grandezas’ atesora entre la aristocracia española, su popularidad es solo comparable con la de la Familia Real.
Descendiente de reyes ingleses y de Cristóbal Colón, sus privilegios aristocráticos son muy antiguos y aun mayores que los del propio rey español: la duquesa tiene, por ejemplo, el derecho único entre los católicos de no tener que hacer una reverencia ante el Papa y el de entrar en la catedral de Sevilla a caballo, si se le antoja.
Su popularidad en Europa siempre fue tan grande que cuando se casó por primera vez en 1947 con Luis Martínez de Irujo muchos británicos temieron que el esplendor de su enlace pudiera opacar el casamiento de la princesa Isabel (la actual reina, Isabel II).
Debido a la magnitud de su importancia social y de su fortuna, su compromiso matrimonial -el tercero de su vida- puso nerviosos a sus hijos, preocupados por el futuro del tesoro de la Casa de Alba. El hecho de que Alfonso Díez sea un funcionario público -empleado del Instituto Nacional de la Seguridad Social- y tenga 25 años menos, no ayudó en nada.
Los hijos de la duquesa se dieron a la tarea de “boicotear” el matrimonio hasta que ella repartió anticipada la herencia, y asunto resuelto. “Lo hice porque quise. Nadie me ha presionado”, aclaraba la aristócrata.
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“El amor es más fuerte que nada en la vida. Pude hacer realidad mi deseo, era una cuestión de esperar, de convencer a unos y a otros. La decisión fue difícil, pero no la más compleja de mi vida porque yo la tenía muy clara”, dijo Cayetana en una entrevista. “Para mí, el amor no tiene edad. Alfonso es una persona estupenda. Me ha cambiado la vida totalmente. Es muy inteligente, es muy culto, entiende mucho de arte... Me hace feliz”.
Sus hijos finalmente debieron aceptar la boda a regañadientes, y a fuerza de ver asegurada la tajada de la multitudinaria herencia repartida por anticipado. El padrino será el hijo mayor de la duquesa, Carlos, el heredero de la dinastía, pero no se sabe si irá el tercero, Jacobo, que se enojó con su madre.
Cayetana tuvo el desacierto de llamar “mala y envidiosa” a Inka, esposa de Jacobo. Afortunadamente, la señora se arrepintió públicamente de esas palabras, pero todavía es un misterio si los Condes de Siruela (tal es el título de Jacobo e Inka) presenciarán el casamiento en la capilla del Palacio de las Dueñas.
Y por supuesto, en el telenovelón que mantiene en vilo a España tampoco faltarán los “ex”. La buena de Cayetana tuvo la idea de enviar invitaciones a todas las exparejas de sus hijos, incluido un torero -protagonista asiduo de las revistas- que fue esposo de Eugenia, la única hija de la duquesa.
No se sabe si el rey Juan Carlos viajará a Sevilla para presenciar el casamiento, pero como hizo en sus dos matrimonios anteriores, la duquesa pidió audiencia privada en palacio para presentarle su novio al rey. Aunque hace un tiempo se dijo que el rey estaba en contra de esa unión, y que había llamado por teléfono a la señora para pedirle que desistiera, según el diario ABC no hubo nada de eso: “Para la duquesa era muy importante esta audiencia ya que, leal a la Corona, consideraba que su obligación como duquesa de Alba supone contar con la aprobación del rey”.
Los medios españoles están encantados, porque hace muchos años no hay una boda de tanta resonancia. El diario «El Mundo» confirma lo atípico que tiene este evento: “Por mucho que los novios lo intenten, las palabras 'original' y 'boda' no pueden ser compatibles. Todo (léase invitaciones, flores, vestidazo o recordatorios con tarjetita colgando) se repite como un guiso contundente a pesar de los esfuerzos, no importa el lugar ni los nombres de los contrayentes. A no ser que la dama se llame Cayetana y, por cumplir con sus deseos, remueva los cimientos de una casa como la de Alba”.
En su edición de este sábado, el diario «El País» cuenta el frenesí mediático que despertó este atípico casamiento en Sevilla: “En la ciudad ya es todo un acontecimiento. Se instalan vallas en las inmediaciones del palacio, y los más listos han hecho temporada con el merchandising: camisetas e imperdibles de ‘I love DQS’ se venden en las esquinas de Triana y Santa Cruz”.
El casamiento y su historia incluso trascendieron las fronteras españolas. El diario ingles «Daily Mail», por ejemplo, dice: “El dinero realmente no puede comprar el amor: una duquesa española da su fortuna para poder casarse con un plebeyo”. Afirma que Cayetana dividió su fortuna entre sus seis hijos para convencerles de que su futuro marido está “ensimismado con ella más que con su dinero”. Para el Daily Mail, como para lo españoles, a la duquesa lo demás le importa poco, y a los 85 años sólo quiere ser feliz