En la segunda etapa de una de las giras más peligrosas de su pontificado, Francisco llegó ayer a Uganda, tras una primera estadía en Kenia, en la que pidió mayor inclusión, llamó a rechazar la corrupción y condenó el fundamentalismo. El Papa recorrió barrios marginales de Nairobi, en los que afirmó sentirse “como en casa”, en una declaración que recordó su etapa como arzobispo de Buenos Aires y evidenció que no teme por su seguridad.
Antes de emprender vuelo hacia Uganda, visitó Kangemi, una villa miseria ubicada en las afueras de la capital keniata, donde viven más de cien mil personas sin cloacas ni servicios, en viviendas fabricadas con chapas y maderas. A los vecinos los llamó “hermanos de las periferias”. En su alocución, denunció la “marginación humana” nacida de las “heridas provocadas por las minorías que concentran el poder, la riqueza y derrochan con egoísmo mientras la creciente mayoría debe refugiarse en periferias abandonadas, contaminadas, descartadas”.
“En verdad, me siento como en casa compartiendo este momento con hermanos y hermanas que, no me avergüenza decirlo, tienen un lugar preferencial en mi vida”, aseguró. Jorge Bergoglio pidió agua potables y cloacas para los habitantes de esos barrios, a los que ensalzó por sus “valores evangélicos”. “Ustedes son capaces de tejer lazos de pertenencia y de convivencia que convierten el hacinamiento en una experiencia comunitaria donde se rompen las paredes del yo y se superan las barreras del egoísmo”, agregó.
En otro tramo de su discurso, dijo que la corrupción existe por doquier y se encuentra también en el Vaticano. “La corrupción nos sustrae la alegría, las personas corruptas no viven la paz. La corrupción no es un camino de vida. Es un camino de muerte”, aseveró.
En un encuentro con 50 mil jóvenes en el estadio Kasarani de Nairobi, Francisco pidió una reconciliación entre las distintas etnias del país, que empañaron de violencia las elecciones de 2007, cuando se enfrentaron las tribus de los Kikiuyu y Kalinjin, dejando casi 600 muertos y 250 mil desplazados.
Contra el terrorismo. Además, Francisco condenó el radicalismo religioso, en un país golpeado por atentados terroristas del grupo islamista Al Shabab. El Pontífice se preguntó por qué “los jóvenes llenos de ideales se dejan atrapar de este modo por el radicalismo religioso, se alejan de la familia, de la vida”.
Tras dejar Kenia, el Papa llegó a Uganda, donde fue recibido con una ceremonia de bienvenida encabezada por el presidente, Kaguta Museveni, en el poder desde 1986. En Entebbe, también recibió al mandatario de Sudán del Sur, Salva Kiir Mayardit, con quien dialogó 20 minutos sobre la guerra civil y la violencia que azota a ese joven país. El Sumo Pontífice también llamó a cuidar el medio ambiente, uno de los ejes de su papado, y ensalzó la política de Uganda de recepción de migrantes.
Cómo sigue la gira. Francisco visitará hoy el memorial de mártires anglicanos y católicos de Namugongo, asesinados por no renunciar a su fe. Allí, se reunió con catequistas y docentes. El domingo viajará a la República Centroafricana, donde culminará con la gira que lo llevó a Africa, el continente con mayor desigualdad, donde pisan cada vez más fuerte decenas de grupos terroristas.
Ataque yihadista en Nigeria
Un terrorista suicida de Boko Haram provocó ayer al menos 21 muertos en Nigeria al hacer estallar el cinturón explosivo que portaba en una procesión de la que participaban cientos de chiitas nigerianos. Un segundo atacante fue detenido antes de que pudiera detonar su carga. El ataque se produjo durante la procesión anual de los chiitas nigerianos, que va desde Kano, la segunda ciudad del país, hasta la antigua urbe islámica de Zaria, dijo Aliyu Yusuf Kakaki, vocero de la comunidad chiita en Kano.
Muy activo en el noreste de Nigeria, Boko Haram es un grupo yihadista sunita, que quiere crear un califato islámico e impone su estricta versión de la sharía, la ley musulmana, y considera “apóstatas” a los musulmanes chiitas. En los últimos seis años, el grupo ha provocado más de 20 mil muertes y ha forzado a más de dos millones de personas a dejar sus hogares, según Amnistía Internacional.