¿Es el nuevo motor económico de Latinoamérica, como afirman sus defensores? ¿O es la resurrección de los principios del Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA), como sostienen sus detractores? Con paradigmas opuestos a los del Mercosur, la Alianza del Pacífico, el bloque económico que desde 2012 integran México, Colombia, Chile y Perú, se posicionó como el proyecto de integración comercial más ambicioso de la región en apenas un año de vida.
En una cumbre celebrada la semana pasada en la ciudad de Cali, el presidente colombiano Juan Manuel Santos aseveró que la Alianza “es el nuevo motor económico y de desarrollo de América latina y el Caribe”. Ni más ni menos. En esa reunión, los mandatarios de los países que integran el bloque acordaron eliminar las tarifas aduaneras al 90% de sus productos.
Los números reflejan el potencial de este bloque emergente. Según datos de la Comisión Económica para Latinoamérica y el Caribe (Cepal), la inversión extranjera directa (IED) que recibieron los miembros de la Alianza del Pacífico en 2012 creció 7,47% respecto del año anterior (ver infografía).
En cambio, la variación de la IED para el Mercosur fue de apenas 1,18%, mientras que cayó casi 12 puntos en la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA).
Al mismo tiempo, la Alianza del Pacífico es líder en comercio exterior en Latinoamérica. Impulsadas sobre todo por México, las exportaciones del bloque, el año pasado, fueron 20% mayores que las del Mercosur más Venezuela.
El dato resulta más llamativo si se tiene en cuenta que su población total es 16% menor. Como contraparte, las importaciones de la Alianza en 2012 fueron 30% mayores que las del grupo encabezado por la Argentina y Brasil.
“La Alianza del Pacífico es un negocio puro y duro, en lugar de la retórica gaseosa habitual que existe en buena parte de América del Sur –publicó la revista británica The Economist en un reciente artículo titulado “Una división continental”–. Bajo los gobiernos progresistas que rigen en el continente, se habló mucho sobre la integración regional pero se hizo casi nada para llevarla a la práctica: el comercio intraregional representa apenas el 27% del total”.
El semanario liberal británico destacó que la Alianza del Pacífico se propone regresar a los principios del “regionalismo abierto” que se adoptaron en Latinoamérica en los años 90, y que fueron la piedra angular del Mercosur en sus albores. Aquellos que critican a la Alianza advierten sobre los términos en los que se implementará esa apertura, y en favor de los intereses de quién o quiénes.
Además de acuerdos entre sí, los cuatro miembros de la Alianza del Pacífico tienen Tratados de Libre Comercio (TLC) bilaterales con los Estados Unidos. Ese país es el principal socio comercial de México, el mayor del grupo, cuyas exportaciones agrícolas se dirigen en un 80% a su vecino del Norte.
Y el auge actual de la Alianza coincide con los esfuerzos del gobierno del presidente Barack Obama por no perder influencia comercial frente a China en América latina y por inaugurar una “nueva era” en las relaciones con el continente, según afirmó esta semana el vice Joe Biden.
Los detractores de la Alianza afirman que ésta se propone desregular sectores estratégicos a instancias de Washington. “En lo económico, la Alianza del Pacífico es la más importante pieza de la contraofensiva estadounidense destinada ahora, ya mismo, a concretar un ALCA con otro nombre y, a la vez, para potenciar el papel de ‘caballos de Troya’ que Washington les tiene asignados a los gobiernos de la Alianza”, escribió ayer el politólogo argentino Atilio Borón en Rebelión.
Ya sea como blanco de elogios o de críticas, la Alianza se colocó en el centro de la agenda económica regional, quitando protagonismo en los debates al desvencijado Mercosur