Cuando la población de Hawai ojeó sus celulares el 13 de enero a las 8:07 de la mañana, leyó la peor notificación posible: “Amenaza de misil balístico en dirección a Hawai. Busque refugio inmediato. Este no es un simulacro”. Sonaron las sirenas de emergencia. Las familias se refugiaron en sótanos. Madres llamaron a sus hijos porque pensaban que podría ser su último diálogo.
Las amenazas del presidente Donald Trump y del líder norcoreano Kim Jong-un proporcionaban a Hawai una buena razón para creer que el misil era real. Situada en el Océano Pacífico, a media distancia entre la península coreana y California, el archipiélago es un objetivo alcanzable para Pyongyang, cuyo programa bélico busca desarrollar un misil nuclear de larga distancia.
Pero nada de eso sucedió. Un empleado de la Agencia de la Dirección de Emergencias de Hawai se había equivocado al iniciar un simulacro del sistema de alertas del Estado. En vez de una falsa alerta enviada a los empleados de la agencia, mandó la notificación a todos los celulares de la zona. Trece minutos más tarde, el gobierno publicó una desmentida en sus redes sociales, pero tardó más de media hora en enviar otra notificación.
Las Fuerzas Armadas estadounidenses están a cargo del sistema de defensa antimisiles, que consiste en un complejo conjunto de satélites y sensores, apostados en el espacio, en barcos navales y en territorio propio y extranjero. Personal del Comando Norte y del Pentágono lo monitorean a cada segundo, y pueden detectar un lanzamiento en cuestión de minutos. Luego, el oficial de turno hace tres cosas al mismo tiempo: pone en marcha los sistemas de defensa, contacta una red de agencias gubernamentales y manda un mensaje al consejero de seguridad nacional. Esta etapa incluye una comunicación con la agencia estatal para que puedan mandar una alerta a la población. Por eso, la plantilla dentro del sistema de defensa sabía que la alerta no era real, porque los militares siempre son los primeros en enterarse.
Steven Pifer, experto en el control de armas nucleares del Brookings Institution en Washington, sostiene que las capacidades de defensa incluyen cohetes que pueden interceptar un misil intercontinental, pero no es un sistema fiable. La tecnología para que lo sea no existe, por lo que hay un desbalance en la ecuación de ataque y defensa. La defensa más poderosa es la amenaza de represalia.
“En una crisis, hay lideres enemigos que reaccionan en el momento con mala información, y pueden equivocarse”, agregó Pifer. Es fácil pensar que una alerta falsa podría iniciar una guerra nuclear por accidente. Pifer dice que el peligro no reside en las Fuerzas Armadas, sino en la falta de comunicación entre los líderes de cada país. Pifer teme que Trump, sin información precisa, reaccionaría atropelladamente. “Estoy preocupado en que él tuitee algo, y el otro líder piense: ‘Bueno, me va a atacar,’ y lance un misil real. Esto es lo que pone nerviosa a la gente”, dijo.