Desde El Vaticano
Tempestad eléctrica en los pasillos vaticanos. Desde que el diario italiano Quotidiano nazionale (QN) informó sobre la existencia de una “pequeña mancha oscura en el celebro del Papa”, no tumoral –noticia tildada como “falsa” por el vocero de Francisco, el padre Lombardi–, nadie habla de otra cosa en Roma. ¿Hay un grupo de poder dentro del sínodo interesado en hacer circular la impresión de un papa frágil y cansado? ¿Se trata simplemente de una noticia falsa, publicada por error, sin segundas intenciones? ¿O se trata de una primicia periodística, bien averiguada, que las autoridades vaticanas no pueden, por obvias razones, confirmar? ¿Acaso no fue desmentido el Parkinson de Juan Pablo II, aunque fuera verdad?
La pelea entre los impulsores de las tres hipótesis alcanza intensidad de tribuna de fútbol. En el revuelo de revelaciones verdaderas y presuntas toma cuerpo la teoría del complot. QN escribe de un vuelo en helicóptero del neurólogo japonés Takanori Fukushima, desde la Toscana hacia el Vaticano, para una consulta reservada sobre las condiciones del Papa. El portavoz vaticano, Lombardi, lo desmiente: “Difusión de noticias infundadas, ningún helicóptero, el Papa está bien, quizás le duela un poco la pierna, nada más, miren cómo viaja”. Desde los colaboradores del neurocirujano llega una desmentida: “Nunca lo ha curado, ni visitado”. Sin embargo el diario hablaba de una consulta, no de una visita. “Fueron escritas muchas falsedades, nunca curé al Papa, lo vi sólo una vez y no creo que se acuerde de mí”, declara Fukushima desde los Estados Unidos.
Los teóricos del complot notan que desde cuando se abrió el sínodo, sobre temas muy controversiales para las internas de la curia, se disparó una serie de noticias importantes: el monseñor Krzysztof Charamsa declaró públicamente su homosexualidad, el L’Espresso publicó la carta reservada de trece cardenales al Papa, donde se revelan peleas secretas sobre la conducción del sínodo; y QN difundió la bomba sobre la salud papal. Entre los teóricos de la existencia de una estrategia apocalíptica en contra de Francisco, el cardenal Kasper hace referencia a un clima creado a propósito para influenciar el sínodo. Complot o no, lo que queda claro es que dentro de la Iglesia Católica son muchos los que mastican a Francisco pero no lo tragan. Una investigación del L’Espresso publicada ayer describe un ambiente muy poco atento a los pedidos del Papa adentro de su misma Iglesia. El periodista Fabrizio Gatti se hizo pasar por refugiado kurdo, con dos hijos y una mujer. Buscó un albergue en Europa, tocando a las puertas de 23 parroquias de Italia, Francia, Suiza y Alemania, incluidas algunas del centro de Roma. En 22 ocasiones, los religiosos le cerraron la puerta en la cara, pese al pedido de Francisco de acoger a los refugiados.
En la basílica de Santa Maria Maggiore, uno de los franciscanos responsables de la sacristía le contestó: “El Papa puede decir cualquier cosa, acá no es posible”.
¿Y si no existiera un complot contra Francisco, sino un boicot contra sus principales proyectos?