El ex presidente israelí Moshé Katzav fue condenado este martes a siete años de prisión por haber violado a dos mujeres cuando era ministro de Turismo (1998-1999) y cometer abuso sexual en la residencia presidencial, cargo que desempeñó entre 2000 y 2007. Este hecho no tiene precedentes en la historia de la dirigencia política israelí.
El ex jefe de Estado, de 65 años, también fue condenado a dos años de cárcel en suspenso y a una multa de 100.000 shekels (20.000 euros, 28.000 dólares). "Se equivocan. Es una mentira", gritó Katzav cuando el tribunal dictó sentencia, a pesar de haber admitido en 2007 su responsabilidad en estos delitos.
El 30 de diciembre, el ex jefe de Estado, de 65 años, fue declarado culpable por un tribunal de Tel Aviv de dos violaciones contra una de sus subordinadas de la época en la que fue ministro de Turismo en los años 90.
También fue declarado culpable de dos actos de indecencia, uno de los cuales con uso de la fuerza y acoso sexual, contra tres de sus empleadas del Ministerio de Turismo y más tarde de la presidencia, cuando fue elegido en 2000. Por otro lado, el ex presidente fue declarado culpable de obstrucción a la justicia.
El anuncio de la pena, muy esperado tras el veredicto de culpabilidad del 30 de diciembre, concitó gran atención en el país. La corte, compuesta por un árabe cristiano (el presidente del colegio George Kara) y por dos juezas judías, rechazó las declaraciones de inocencia del imputado y no cedió al pedido de clemencia, salvo para postergar al 8 de mayo la ejecución de la condena.
"No me hicieron hablar, la mentira venció", dijo Katzav durante la lectura de la pena, y luego se abrazó con su hijo y empezó a sollozar.
Los abogados defensores anunciaron que apelarán la sentencia y su posición es que Katzav fue víctima de un "complot". Los jueces reconocieron la credibilidad de al menos dos de las acusadoras, ambas empleadas del Ministerio de Turismo. "El acusado infringió en modo grave los valores más elevados del respeto del hombre, de la inviolabilidad de su cuerpo... así como el principio del correcto funcionamiento del Estado", dijeron.
Estas palabras encontraron un eco en el primer ministro, Benjamin Netanyahu, quien describió el día como "una jornada de dolor y vergüenza" para el país, pero también "de orgullo" por un sistema judicial que, dijo, es capaz de mostrar que la ley puede ser igual para todos.