El gobierno brasileño alcanzó la noche del viernes un acuerdo con los controladores aéreos para desactivar la huelga que forzó el cierre de los 49 aeropuertos comerciales del país y que generó un caos generalizado en las principales terminales de la región.
El ministro de Planeamiento y Presupuesto, Paulo Bernardo Silva, se comprometió junto a las autoridades brasileñas a atender reivindicaciones de los responsables de la seguridad aérea de Brasil, que a cambio de reanudarán las actividades laborales la mañana de este sábado, según un comunicado del abogado de los controladores, Normando Cavalcante.
El presidente Luis Inacio Lula da Silva pidió desde Estados Unidos, a donde viajó este viernes, dejar sin efecto el arresto de 18 controladores que se habían recluido en la torre de Brasilia, ordenado por las autoridades de Aeronáutica.
El gobierno se mostró dispuesto a revisar "los actos disciplinarios militares" como transferencias y despidos de controladores civiles y se comprometió a no sancionar a nadie por la huelga de este viernes, que paralizó el tráfico aéreo en todas los aeropuertos comerciales del país.
Además, prometió un diálogo "permanente" para aportar soluciones a la crisis y negociar una mejora salarial. En ausencia del presidente, el vicepresidente José Alencar, que estaba en Belo Horizonte (sudeste), fue citado de urgencia a Brasilia para comandar el 'gabinete anticrisis'.
La estatal Infraero --administradora de las terminales-- informó que seguían suspendidos todos los despegues de vuelos en los aeropuertos.
El nudo del problema está en el principal centro de control, el Cindacta-1 de Brasilia, que monitorea vuelos de los estados de Sao Paulo, Minas Gerais, Rio de Janeiro, Espirito Santo (sudeste), Goiás, Brasilia (centro), sur de Tocantins y Mato Grosso (centro), el 75 por ciento del tráfico aéreo brasileño.
Entre las terminales afectadas estaba la más transitada del país, Congonhas, en Sao Paulo. La paralización afectó a más de 90% del tráfico nacional al sumarse también los centros Cindacta-4 (Manaos, norte) y Cindacta-2 (Curitiba, sudeste). La tensión y el caos se apoderaron de los salones de los aeropuertos, donde miles de pasajeros formaban largas filas durante varias horas en medio de fuertes protestas, lo que generó incidentes y forzó a la policía a reforzar la seguridad.
El cierre de los aeropuertos fue decidido por las autoridades de la Aeronáutica luego de que unos 200 controladores iniciaran una huelga de hambre y se acuartelaran en Brasilia, en reclamo de mejores condiciones laborales y salariales y la desmilitarización del sector, subordinado a la Aeronáutica.
El ministro de Defensa, Waldir Pires, dijo el viernes en rueda de prensa, antes de estallar las medidas, que consideraba "legítimas" las reivindicaciones, pero advirtió: "no podemos quedar rehén de nadie, tenemos que atender los intereses del pueblo brasileño...".
Los controladores reivindican entre otras cosas, una mejora salarial, la desmilitarización de su profesión, la creación de una comisión para aportar soluciones a la crisis y que acaben "las persecuciones" y despidos de colegas responsabilizados por problemas del sector.
La crisis del sistema estalló hace seis meses, cuando los controladores comenzaron a trabajar a reglamento (con restricciones) exigiendo mejoras y la contratación de más efectivos tras el peor accidente de la aviación brasileña, que en setiembre mató a 154 ocupantes de un Boeing 737 de la compañía Gol.