INTERNACIONAL
Nuevo aniversario

Coronavirus: Israel apuesta a las start-up para salir del confinamiento

El país conmemora hoy su Día de la Independencia mientras comienza a explorar formas de reactivar su economía gracias a su perfil de "Start-up Nation".

0429_telaviv
Tel Aviv es sede de miles de empresas de alta tecnología que compiten con Silicon Valley. | Cedoc

 En Israel, Iom Haatzmaut, el Día de la Independencia, que se conmemora hoy, es una jornada muy importante. Con tantos vecinos hablando explícitamente de echarlos al mar y "recuperar" el territorio desde el río Jordán hasta el Mediterráneo, los israelíes se aferran, simbólicamente, a cada aniversario de la creación del estado.

   En esta semana, cuando por el calendario judío se celebran 72 años de la declaración de independencia proclamada por David Ben-Gurión el 14 de mayo de 1948 (el 5 de Iyar del 5708), los festejos serán raros: en el país están más preocupados por cómo sobrevivir a las consecuencias económicas de la pandemia de coronavirus que por los cohetes de Hamas o las amenazas de Irán y Hezbollá.

   Después de la gran crisis económica que tuvo su pico en 1984, cuando la inflación anual alcanzó cerca del 450 por ciento anual, la clase dirigente israelí se puso los pantalones y activó, en 1985, un plan de estabilización que básicamente encarriló los números del país hasta la actualidad.

Esto no le gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
Hoy más que nunca Suscribite

Manuel Trajtenberg: economía y democracia

   El plan implicó fuertes medidas de ajuste y austeridad, privatizaciones y la instalación de una casta de tecnócratas en el banco central para controlar severamente la emisión monetaria y el déficit fiscal. Lo más importante de todo, la enorme mayoría del país estuvo de acuerdo en apretar todos esos tornillos y hacer un poco de orden en casa.

  Atrás quedó así la mítica Israel pionera de los inmigrantes europeos que crearon un país casi socialista, con sólidos sindicatos y un enorme gasto militar. Los años épicos de Golda Meir y Moshé Dayan.

   Desde entonces, en Israel las cosas pasaron a tener más que nada el color del dinero, con un salto clave de calidad cuando en los años '90 comenzó a gestarse la StartUp Nation, el ecosistema de alta tecnología o high-tech que, en la actualidad, compite con el Silicon Valley estadounidense.

   Para muchos analistas, en ese fenómeno tiene mucho que ver, para bien o para mal, el inoxidable primer ministro Benjamin Netanyahu. El líder del derechista partido Likud ocupó por primera vez la jefatura del ejecutivo precisamente entre 1996 y 1999, y entre 1996 y 1997 fue simultáneamente ministro de Ciencia y Tecnología.

   Netanyahu, se reconoce en los pasillos de incontables convenciones internacionales de alta tecnología que se llevan a cabo en el país, fue el catalizador de la renovación, el hombre que empujó para dejar atrás a la nación de kibutzim y plantaciones de naranjas y convertirla en una potencia del high-tech.

   La cuestión es que, en este país donde se combina dramáticamente lo muy antiguo con lo muy moderno, Netanyahu es otra vez el primer ministro y la crisis está golpeando nuevamente a las puertas de Jerusalén. Y de Haifa, Tel Aviv, Beer Sheva y Nazaret.

Netanyahu: el nuevo "hombre fuerte democrático.

   Todos los países alrededor del mundo están en este momento revisando su fuerza económica para ver cómo afrontarán la salida de la pandemia, haciendo un inventario de puntos fuertes y puntos débiles. En el caso israelí, un ejemplo interesante para quienes estudiar qué puede deparar el futuro, todas las miradas de esperanza están puestas en el sector de la alta tecnología, en los emprendedores que inventaron la StartUp Nation.

   Israel es, en algunos sentidos, el canario en la jaulita que mostrará si economías avanzadas o que apuestan a la tecnología podrán seguir respirando en el nuevo escenario post-coronavirus.

  Mientras el país levanta de a poco las restricciones y el aislamiento social aplicado para frenar el avance del Covid-19, los datos económicos "son, de entrada, bastante malos", con un déficit fiscal estimado entre el 11 y el 12 por ciento del PBI, le explica a PERFIL el analista Adrián Filut.

   "La última vez que hubo un gran déficit fue en 1974, en la llamada 'década pérdida' de la economía israelí entre 1974 y 1984, a la salida de la Guerra de Yom Kipur, cuando se registró una recesión terrible", sumada a "una necesidad de aumentar el gasto público de manera dramática en seguridad", recuerda Filut, una de las firmas destacadas del diario Calcalist.

   El periodista reconoce que por ahora "no se sabe si va a haber una 'década perdida' o no. De todas maneras, advierte, los números pintan una realidad difícil, "aun teniendo en cuenta que las diferencias con 1974 son abismales".

  Por ejemplo, meses después de la traumática guerra de octubre de 1973, que terminó con una ambigua victoria militar israelí, el porcentaje del PBI destinado a los gastos de seguridad era de alrededor del 15 por ciento, mientras que ahora gira entre el 7 y el 8 por ciento, según las cifras que señala Filut.

   Además, añade, Israel entró a la crisis del coronavirus "en una situación muy buena en todos los parámetros macroeconómicos". 

   De todas maneras, estos datos positivos -en contraste con crisis como la post-guerra de Yom Kipur o la locura inflacionaria de 1984- se matizan con, entre otros datos, una posible caída del PBI de alrededor del 6,3 por ciento para 2020, según el pronóstico del Fondo Monetario Internacional.

   Filut es relativamente optimista, pero también tiene una mirada cruda sobre la "exit strategy" que se prepara para superar el coronavirus, tanto en Israel como en el resto del mundo. 

   "La cuestión es que cuanto más duro es el 'lockdown', más salvas vidas pero más recesión se genera", dice el analista. "En estos casos, lo que vemos es que la salud pública va en contra de la economía", agrega.

   Volviendo al escenario local, ahí el periodista tiene menos dudas, y considera que el sector de la alta tecnología en Israel es "una de las luces al final del túnel".

   Para redondear una descripción, hay que tener en cuenta que Israel -un país de extensión geográfica mínima y prácticamente sin recursos naturales más allá de los recientes hallazgos de gas natural en el Mediterráneo- es el hogar del mayor número de startups o empresas emergentes per cápita del mundo.

   Con poco más de nueve millones de habitantes, en el país existen una 1.400 startups y una veintena de "unicornios", las empresas emergentes que valen más de mil millones de dólares. Se estima que solamente Estados Unidos y Gran Bretaña tienen más "unicornios" que Israel.

   En Tel Aviv y sus alrededores se gestaron muchísimas empresas que culminan en "exits" millonarios, es decir, adquisiciones de parte de fondos de inversión o compañías más grandes a través de cheques con números exorbitantes.

   Como ejemplos: el coloso Intel pagó 15.300 millones de dólares para quedarse con MobilEye, una startup israelí clave en el sector de los automóviles de manejo autónomo. También el caso de la empresa de juegos online (gaming) Playtika, adquirida en 4.400 millones de dólares, o Waze, la app de navegación que salió en 1.100 millones.

   Solamente en el 2019, los "exits" de las firmas israelíes de high-tech alcanzaron 21.740 millones de dólares, un salto del 72 por ciento respecto de los 12.600 millones de dólares del 2018.

   Esos números explican por qué Filut pone a las empresas de este sector como la posible renovada locomotora para una recuperación económica israelí.

   Las empresas de alta tecnología y las startups fueron un elemento clave en la salida de la crisis del 2008, cuando afrontaron las consecuencias de esa explosión con una mezcla de ajuste y realismo, de "creatividad y flexibilidad", según el periodista israelí.

   En ese 2008, rememoró, los CEO de las firmas tecnológicas israelíes decidieron "cortar los salarios en un 20/25 por ciento y bajar un día de trabajo" semanal.

   "Eso fue lo que salvó la economía israelí en el 2008/2009, porque permitió la continuidad de las empresas con un mínimo de daño y salvó incontables compañías y puestos de trabajo", estimó. 

   Citando números recién publicados por la oficina nacional de estadísticas, Filut cuenta que el sector de la alta tecnología está sobreviviendo bien gracias a esa "creatividad y flexibilidad" que les permite, por ejemplo, tener al 58 por ciento de sus empleados trabajando desde casa.

   La encuesta preparada por la oficina de estadísticas mostró además que cerca del 31 por ciento de los empleados de empresas de tecnología siguieron yendo a sus oficinas, incluso durante lo peor de la cuarentena.

   Esos números contrastan con el 25 por ciento de empleados que siguieron trabajando en casa a través de toda la economía nacional.

   Es decir que, mientras gran parte de la economía estaba de rodillas ante el Covid-19, las "high-tech" tenían a más del 80 por ciento de sus planteles trabajando. 

Hospital subterráneo, robots y apps: el cóctel de Israel contra el coronavirus.

   Mirando hacia el futuro cercano, el analista plantea un problema importante que tiene preocupada a toda la economía israelí en general, pero más que nada al high-tech, un sector que en enorme medida depende, tanto en productos como en servicios, de la exportación.

   "Si la recuperación mundial, en especial en Estados Unidos y en Europa, no va a ser relativamente importante, las empresas israelíes de high-tech van a tener mucho menos demanda", explica.

   En eso coincide la emprendedora Clara Cohen, quien, en conversación con PERFIL, pide "no olvidar que la mayor parte del capital de inversión en el ecosistema de la alta tecnología israelí proviene del exterior".

   Cohen, nacida en Argentina y al frente de la consultora israelí Savant, destacó además los serios problemas que seguirá causando el parate de la aviación comercial, en especial en el "factor humano, ya que los inversionistas extranjeros quieren conocer las startups en las que van a poner su dinero, respirar su mismo aire", algo que se hará complicado si no vuelven los aviones a aterrizar en Tel Aviv.

   Aunque dificultades de ese tipo van a provocar "atrasos en muchos procesos" de inversión, Cohen señaló que, "sin embargo, hay sectores del ecosistema que están simplemente en auge".

   Obviamente el auge empieza por las startups relacionadas con la medicina, en particular aquellas que puedan estar relacionadas de alguna manera con el coronavirus, pero también la ciberlogística y la inteligencia artificial, entre otras.

   "Creo que la crisis del Covid-19 vino a acelerar procesos y, en algunos casos, como el área de telemedicina por ejemplo, la pandemia va a favorecer al sector", estimó.

   La consultora apuesta además por el famoso "mindset" israelí detrás del fenómeno de la StartUp Nation, ese carácter local típico que combina dentro del ecosistema de la alta tecnología una agresividad rayana en la descortesía y la habilidad de afrontar obstáculos con ideas nuevas, que muchos acreditan a los años obligatorios del sofisticado servicio militar.

   "La sociedad israelí es quizás la más flexible que conozca, se adapta muy rápidamente a los cambios y sabe estar en incertidumbre -asegura-. Y, por encima de todo, es muy resiliente".

   En un país muy aficionado a las discusiones políticas, Cohen no podía dejar de lado una alusión a la situación actual, a la que calificó de "casi surrealista" a causa de las tres rondas de elecciones y el impasse en la formación de gobierno que solamente terminó cuando se decidió armar un ejecutivo de unidad, justamente a causa de la crisis del coronavirus.

   También Filut se refirió a la situación política, en su caso apuntando a las polémicas que provocó la seguidilla de órdenes ejecutivas que dictó el gobierno de Netanyahu para enfrentar al coronavirus.

   Aunque en un primer momento se aceptaron a regañadientes, medidas como el rastreo a través del teléfono celular de las personas portadoras del virus siguen causando preocupación. En este caso, por ejemplo, la Corte Suprema ya le dijo al gobierno que, si quiere seguir con este seguimiento, deberá aprobarlo a través una ley propiamente dicha.

La inteligencia israelí rastreará celulares para evitar contagios.

   Estas intromisiones en las libertades individuales, advirtió Filut, pueden tener serias consecuencias en el ecosistema de la alta tecnología. Ese sector, afirmó, está conformado por emprendedores y trabajadores de fuerte perfil democrático y liberal.

   "En el corto plazo, las consecuencias no se percibirán de manera contundente, pero en el largo plazo, si vemos un cambio de régimen político para mal, también veremos a la alta tecnología israelí afectada en forma negativa", completó.

   A corto y largo plazo, la salida de la crisis del coronavirus comenzará a mostrar las eventuales cicatrices en el tejido social y económico del país. Aunque, según señala Cohen, "en Israel, a diferencia de otros países, los cambios son tan rápidos, de un día a otro, que probablemente en una semana ya estaremos hablando de otra realidad cotidiana".