INTERNACIONAL
50 aniversario

Crece el misterio en torno al asesinato de JFK

El próximo viernes se cumplen cinco décadas del crimen que conmocionó al mundo. El 59% de los estadounidenses desconfía de la versión oficial. Nuevas hipótesis sobre el caso.

Rumbo a la muerte. Kennedy y su esposa Jackie sonríen en la caravana de Dallas. Muy pocos minutos después, recibirá un disparo.
| Cedoc Perfil

Ante los grandes hechos de la historia, las sociedades demandan grandes explicaciones. Tal vez por eso el asesinato de John Fitzgerald Kennedy haya motivado más teorías conspirativas que ningún otro hecho del siglo veinte. El próximo viernes se cumplirán cincuenta años de misterio y oscurantismo en torno al crimen de Dallas, y la mayoría de los estadounidenses sigue convencida de una única cosa: el tirador Lee Harvey Oswald no pudo haber actuado solo.
Hasta el día de hoy, la teoría oficial es la que se desprende de las conclusiones de la famosa Comisión Warren, creada en 1963 por el sucesor de Kennedy, Lyndon B. Johnson, para investigar el magnicidio. La comisión sostuvo que Oswald no formó parte de ninguna conspiración y que mató a Kennedy guiado por su turbación personal. Afirmó que no hubo un segundo francotirador en escena. Y negó que Jack Ruby, el mafioso que ejecutó a Oswald dos días después del asesinato de JFK, tuviera algo que ver con la muerte del presidente.
Según una reciente encuesta de Associated Press, sólo el 24% de los estadounidenses cree en la versión oficial, mientras que el 59% la considera falsa y el 16% no está seguro. Entre los escépticos está el actual secretario de Estado, John Kerry, quien hace poco dijo tener “serias dudas” de que Oswald haya actuado en soledad.
Durante cinco décadas proliferaron decenas de libros, películas y documentales que señalaron falencias y llamativos agujeros en las investigaciones de la CIA y el FBI de J. Edgar Hoover. Las dudas obligaron a que en 1976 se estableciera un comité de la Cámara de Representantes para investigar el asesinato. Sus conclusiones fueron muy diferentes a las de la Comisión Warren: consideraron probable la existencia de un segundo tirador y la participación de Oswald en una conspiración. Pero el comité no pudo identificar los integrantes de la trama.
De las muchas investigaciones recientes que revisan el crimen de Dallas, la más reveladora es la aparecida en el libro JFK. Caso abierto. La historia secreta del asesinato de Kennedy, del periodista del New York Times Philip Shenon. En base a testimonios de los primeros investigadores, el autor demuestra cómo los servicios de inteligencia estadounidenses boicotearon las pesquisas desde el principio. Revela detalles tan escabrosos como la desaparición del cerebro reventado de Kennedy del hospital donde le realizaron la autopsia. También reseña una reunión secreta en un yate de uno de los abogados de la Comisión Warren con Fidel Castro, en la que el líder cubano habría negado su participación en la trama y hasta habría expresado su admiración por JFK.
Las teorías conspirativas sobre el asesinato de Kennedy no variaron mucho en los últimos cincuenta años. Cuentan con escaso o nulo apoyo documental. Una de ellas apunta al vicepresidente Johnson y a la CIA. Otra plantea una venganza de la mafia, ligada al jefe sindical Jimmy Hoffa, por la febril actividad del Departamento de Justicia durante el mandato de JFK. El hecho de que un empresario cercano al hampa ejecutara a Oswald alimentó la especulación.
Una tercera hipótesis habla sobre un complot entre Cuba y la KGB soviética. La génesis de esta teoría es, sencillamente, que Lee Harvey Oswald se exilió en la Unión Soviética entre 1959 y 1962, luego de haber desertado del Ejército de su país.
A su vez, la teoría de la “bala mágica” sostiene que los tres disparos efectuados por Oswald no pudieron haber herido al gobernador John Connally, que acompañaba a JFK, por lo que ese día debió haber actuado otro tirador. En 1994, un convicto llamado James Earl Files aseguró que él había sido el segundo en apretar el gatillo, pero sus dichos nunca fueron probados y resultaron inverosímiles.
De la enorme cantidad de indicios conspirativos, lo único comprobable es que, aquel 22 de noviembre de 1963, el operativo de seguridad alrededor de la caravana de Kennedy
fue llamativamente desastroso. Todo lo demás es puro
misterio.