Gustavo Petro, Federico “Fico” Gutiérrez y Sergio Fajardo fueron los vencedores de las consultas de izquierda, derecha y centro que se eligieron del domingo 13 de marzo en Colombia de cara a las presidenciales del 29 de mayo.
El resultado final de las primarias, coincidentes con las legislativas, se conoció este lunes. En la cuenta, vaya sorpresa, faltaban 400.000 votos del Pacto Histórico, la coalición de izquierda liderada por Petro. Corregido el error, la bancada de senadores de la izquierda subió de 16 a 19 escaños.
La derecha, leal al expresidente Álvaro Uribe, denunció un fraude a favor de Petro y pidió un nuevo escrutinio. Lo rechazaron todas las fuerzas políticas. Sólo la posibilidad de reabrir las urnas sumió a Colombia en una crisis sin precedente.
El Pacto Histórico es la primera minoría en el Senado y la segunda en la Cámara de Representantes por detrás del Partido Liberal. El Congreso, con una destacada presencia de los partidos tradicionales (Liberal y Conservador) presagia una gran fragmentación.
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Las últimas encuestas ponen a la cabeza a Petro con el 32 por ciento de los votos, pero también reflejan un fuerte crecimiento de Gutiérrez, candidato por la coalición de centro derecha Equipo por Colombia, apéndice del uribismo. Del cuatro por ciento de intención de voto pasó al 23 por ciento.
Petro anunció este miércoles que su compañera de fórmula será la activista ambiental Francia Márquez, de ascendencia africana. Negra, madre soltera, campesina y con escasez económica, obtuvo el segundo lugar en las primarias.
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Márquez, en realidad, le ganó la pulseada a Petro. Los argumentos del candidato para elegirla fueron su necesidad de entregar esa posición a otros sectores que podrían llegar con votos y fortalecerse en las urnas.
De ahí, la intención de Petro de formar una alianza con el Partido Liberal y su máximo dirigente, el expresidente César Gaviria. Tarea difícil frente a la desconfianza del liberalismo en Petro, empeñado en la estatización del sistema de pensiones o la subordinación del Banco Central a la Casa de Nariño (sede del gobierno). Y también, como ocurrió en Chile con Gabriel Boric, la renuencia de los militantes del Pacto Histórico a tender lazos con la política tradicional, definida como corrupta y reticente al cambio.
