“Brasil redoblará sus esfuerzos para crear legislaciones, tecnologías y mecanismos que nos protejan de la intercepción ilegal de comunicaciones y datos. Mi gobierno hará todo lo que esté a su alcance para defender los derechos humanos de los brasileños y proteger el fruto del ingenio de nuestras compañías”, afirmó este martes Dilma Rousseff, durante la apertura de la Asamblea General de la ONU. Sus filosas palabras apuntaron contra el corazón del espionaje norteamericano: la NSA y sus largos tentáculos, que supieron espiar a la propia mandataria y a Petrobras. Y tuvieron como destinatario a Barack Obama, a quien Dilma responsabiliza por el ciberespionaje.
Pero la protesta de la jefa de Estado no quedó sólo en palabras. Rousseff diseñó un plan para liberar la provisión de internet en Brasil del control de Washington y de sus gigantes tecnológicos. Para eso, el Palacio del Planalto pretende instalar miles de kilómetros de fibra óptica submarina, que comunique al país con Europa, evitando así el paso por los Estados Unidos. Además, creará un servicio de correo electrónico encriptado para la administración pública, para evitar el hackeo de las cuentas. Y, mediante un proyecto de ley que ya analiza el Parlamento, forzará a Facebook, Google y otras empresas a instalar sus servidores en Brasil, para que almacenen los datos de los brasileños en el país y estén sometidas a la legislación nacional.
“La posición brasileña es proteger el libre tránsito de información en internet, la privacidad de las personas y la libertad de expresión. Lo hará en dos frentes: uno multilateral, en el cual propuso un marco internacional para que el uso de internet asegure esos derechos individuales; y otro interno, donde busca herramientas tecnológicas que disminuyan la posibilidad de interceptaciones ilegales”, reveló a PERFIL una alta fuente diplomática brasileña, que calificó como “insólitas” las críticas norteamericanas.
“Tiene que haber una gran inversión en infraestructura. Hay que aumentar el tendido de fibra óptica y armar nodos de internet propios. Es cortar el cordón umbilical de internet de Estados Unidos”, confió a este diario Miguel Elías, abogado especialista en Derecho Informático y director del sitio InformáticaLegal.com.
Para 2016, el plan de Dilma le originaría a Silicon Valley pérdidas económicas por 35 mil millones de dólares. Brasil representa un gran negocio para las empresas tech: sus 68 millones de cibernautas convirtieron al país en el segundo mayor mercado mundial de Twitter y YouTube y en el tercero de Facebook. “La esperanza que tiene Brasil es que las medidas frenen el control que los Estados Unidos tiene en términos de infraestructura y que sean una presión para cambiar sus prácticas”, afirmó recientemente Marilia Maciel, investigadora de la fundación Getulio Vargas.
Para lograr esos objetivos, es clave la ley Marco civil de internet, que dormía en el Congreso brasileño desde 2011 y fue reimpulsada este mes por Rousseff. La iniciativa legal –una especie de Constitución de la web– busca establecer los derechos y responsabilidades de los usuarios, basados en el principio de la defensa a la neutralidad de internet. También estipula que los gigantes de Silicon Valley almacenen los datos de los brasileños en servidores instalados en el gigante sudamericano y no en los Estados Unidos, como sucede actualmente.
Las revelaciones del “topo” Edward Snowden desataron una paranoia antiespionaje que, en el caso de Brasil, motivaron que Rousseff comience a diseñar un escudo cibernético para bloquear a los James Bond de la era cibernética.