INTERNACIONAL
FIN DE LA ERA BOLSONARO

Economía, Amazonía y polarización: los desafíos de Lula da Silva para "arreglar" Brasil

Con más del 99% del escrutinio, Lula da Silva (50,84%) superó a Jair Bolsonaro (49,16%) y encarará su tercer mandato presidencial en un contexto económico y social hostil.

Lula da Silva
Lula da Silva celebró su victoria electoral este 30 de octubre. | AFP

El triunfo de Luiz Inácio Lula da Silva lo convertirá en presidente de Brasil por tercera vez, luego de que venciera a Jair Bolsonaro en un balotaje electrizante por lo ajustado. El calamar encabezará lo que será su tercer mandato al frente del Palacio del Planalto con una agenda cargada de desafíos.

"Han intentado enterrarme vivo y hoy estoy aquí para gobernar este país", dijo en el discurso de celebración Lula, que será investido presidente el 1 de enero de 2023. Desde San Pablo, la metrópoli que vio nacer su carrera política, Lula aseguró que en su gestión buscará "arreglar al país" luego de cuatro años de mandato del cuestionado presidente Jair Bolsonaro.

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A partir del 1° de enero, Lula, por su lado, se topará con inmensos desafíos, en un país con pobreza extrema récord, desigualdad, violencia política, incertidumbre económica y una derecha fortalecida no solamente desde el discurso sino en el Congreso.

Lula da Silva
Con más del 99% del escrutinio, Lula (50,84%) superó a Bolsonaro (49,16%), el primer presidente que no logra la reelección desde 1997.

El brasileño reconoció que gobernará el país en una "situación muy difícil", en la que, a diferencia de sus mandatos anteriores, casi la mitad del país lo rechaza y existe una derecha consolidada. Sin embargo, se mostró confiado ya que cuenta con la mayoría del apoyo popular para encontrar una salida para Brasil a través de los instrumentos de la democracia. Prometió que la economía brasileña "volverá a girar" y que las minorías estarán incluidas en el presupuesto y también los productores agrarios y los pequeños empresarios.

Los desafíos económicos del gobierno de Lula da Silva

Tal como él mismo afirmó, el flamante presidente de Brasil tendrá tan solo cuatro años para enderezar la situación económica y social del gigante sudamericano. "Todo el mundo sabe que un ciudadano con 81 años no puede querer la reelección”, indicó la semana pasada, luego de cumplir años y anticipando que este será su último gobierno ya que no aspirará a la reelección.

A lo largo de su campaña, Lula destacó sus logros socioeconómicos de cuando era presidente, como la salida de la pobreza de más de 30 millones de brasileños gracias a iniciativas sociales en parte financiadas con el "boom" de las materias primas. Estas políticas permitieron que abandonara el Planalto con un 80% de imagen positiva y un crecimiento del producto superior al 7%.

No obstante, en este tercer período Lula contará con un escenario menos favorable: a pesar del repunte del crecimiento y caída de la inflación y del desempleo, está lejos de la prosperidad de los años 2000, en sintonía con la crisis económica global.

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Lula dio un discurso triunfal desde su búnker de San Pablo.

Si bien el país registró mejoras en la economía en los últimos meses, en parte gracias a medidas que comprometieron el gasto público por parte de Bolsonaro, todavía la primera economía de Latinoamérica debe lidiar con la recesión heredada de la pandemia de coronavirus, que dejó un desastre sanitario de 688.000 muertos, y la acentuación provocada por la guerra en Ucrania. Para lidiar con este aspecto, se espera que Lula, todavía cauto respecto a su programa económico, encare un proyecto liberal para apuntalar la economía de la mano de Henrique Meirelles, cuidando el equilibrio fiscal.

La gobernabilidad y el desafío ambiental

Lula deberá gestionar en medio de un clima de tensión en torno a la polarización del país que pareciera estar partido en dos, en línea con el escrutinio que arrojó la elección más reñida desde el retorno a la democracia en 1989. "A partir del 1 de enero de 2023, gobernaré para 215 millones de brasileños y no solo para los que votaron por mí", declaró el co-fundador del Partido de los Trabajadores (PT).

Por otro lado, la escalada de violencia política y el aumento de ciudadanos que portan armas será otro de los desafíos que deberá encarar el nuevo presidente, más aún teniendo en cuenta que su antecesor flexibilizó la normativa respecto a la tenencia privada.

Bolsonaro planea una marcha el 7 de septiembre, con participación de miembros de las fuerzas policiales y militares.
La oenegé Foro Brasileño de Seguridad Pública calculó en septiembre que hay unos 4,4 millones de armas en manos privadas en Brasil.

"No hay dos Brasiles. Hay un solo pueblo, una sola nación. A nadie le interesa vivir en un país dividido en permanente estado de guerra. Estas personas están cansadas de ver al otro como un enemigo. Es hora de deponer las armas que nunca debieron empuñarse", expresó Lula, haciendo alusión al resto de partidos políticos.

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La gobernabilidad, por su parte, será otro de los aspectos a tener en cuenta, especialmente en relación a la composición del Congreso y las gobernaciones de estados fuerte, como San Pablo, en manos de bolsonaristas. El nuevo presidente deberá utilizar sus dotes de simpatía y pragmatismo para convencer al cuerpo de legisladores para que aprueben su programa de gobierno, algo que puede ser complicado considerando que el Partido Liberal de Bolsonaro tendrá la mayoría en Diputados con 99 bancas contra las 80 del PT.

Por último, Lula prometió encarar la agenda ambiental luego de la debacle que provocó la desregulación de la explotación de la Amazonía, el "pulmón del mundo", por parte de Bolsonaro, lo que le valió a Brasil críticas y aislamiento de la comunidad internacional. "El planeta precisa de una Amazonía viva", consignó Lula, quien convocó a la cooperación internacional para trabajar en una política de deforestación cero en la región.

El expresidente Lula da Silva (2002-2010) volvió al ruedo político el año pasado tras su excarcelación, después de que sus condenas por corrupción relativas al escándalo del Lava Jato fueran anuladas por el Supremo Tribunal Federal. A sus 77 años, el político más influyente de los últimos cuarenta años consagró su resurrección este domingo a pesar del "empate técnico".

CD / ED