El expresidente de Brasil, Luiz Inácio “Lula” da Silva, volvió al ruedo político para reconquistar el poder en la segunda vuelta presidencial este 30 de octubre. El líder del Partido de los Trabajadores se prepara para disputarle el mando del Palacio de Planalto a su némesis, el presidente ultraderechista Jair Bolsonaro.
Tras ser excarcelado, el ex sindicalista y favorito en las encuestas basó su campaña electoral en la “vuelta a sus orígenes” obreros. Su aspiración a un tercer mandato presidencial se basa en la promesa de repetir los logros económicos y sociales que marcaron su gestión (2003-2010) y por la que fue considerado “uno de los mejores presidentes de la historia de Brasil”.
"Luchamos la mayor de todas las batallas contra el hambre y vencimos. Hoy sé que preciso cumplir nuevamente esa misión", declaró Lula al oficializar su candidatura para 2022, en recuerdo de su paso por la presidencia por la que fue multipremiado tras sacar a 30 millones de brasileños de la pobreza, según datos oficiales.
Pero la vuelta de este autodefinido "joven de 76 años", casado en terceras nupcias con Rosangela da Silva, se da luego de la anulación de su condena por corrupción, en el marco de la megacausa Lava Jato, un fantasma que aún lo persigue y que es utilizado por sus adversarios políticos en su contra.
Lula, el autor del “milagro económico” de Brasil
La larga trayectoria política de Lula comenzó en su nordeste natal en donde la pobreza y el abandono de su padre endurecieron su carácter. Tras radicarse con su familia en la industrial San Pablo, Lula trabajó en varios oficios hasta que consiguió trabajo en una fábrica metalúrgica, desde donde construyó su base de poder sindical.
En 2003 se convirtió en el primer jefe de estado brasileño salido de la clase obrera, después de tres tentativas electorales frustradas, y cosechó un enorme prestigio internacional como autor del "milagro" económico brasileño, empujado por el viento a favor de los altos precios de las materias primas pero también por su habilidad “para negociar” con el sector privado.
Así fue como logró la reelección después de haber superado el escándalo del "Mensalao", una millonaria contabilidad ilegal montada por el PT -partido que cofundó en 1980- para comprar el apoyo de congresistas.
Tras conseguir la sede del Mundial de FIFA (2014) y los Juegos de Río (2016), Lula dejó el poder con un amplio apoyo popular que alcanzó el 87% de aprobación. Su sucesora, Dilma Rousseff, fue presidenta hasta 2016, cuando fue objeto de un 'impeachment' que acabó con 13 años de gobierno del PT.
El escándalo del Lava Jato y la absolución
La imagen pública del popular líder del PT se vio alterada luego de ser vinculado al "Lava Jato", la mayor red de corrupción de la que se tenga registro en el país, que involucró una inmensa red de sobornos de la petrolera estatal Petrobras.
A pesar de los cuestionamientos al proceso judicial de Lula, en 2017 el juez anticorrupción Sergio Moro lo condenó a nueve años y medio de prisión. El motivo fue la supuesta obtención de un apartamento tríplex en primera línea de playa de una constructora a cambio de contratos públicos. Un año después fue encarcelado por corrupción y lavado de dinero, tras un mediático atrincheramiento en el Sindicato de Metalúrgicos en San Bernardo del Campo, en el cinturón industrial de San Pablo.
La imagen de Lula preso dio vuelta al mundo, y sus seguidores denunciaron que el expresidente fue víctima de Lawfare, como se conoce a la persecución judicial de opositores políticos. No obstante, Lula mantuvo su influencia en la política brasileña y apoyo popular, a pesar de que una parte de la sociedad lo condenara.
Por su parte, Lula se declaró siempre inocente y se consideró víctima de una conspiración política para favorecer al ultraderechista Bolsonaro, quien “usó” el escándalo como trampolín hacia la presidencia en 2018, con base en un discurso anticorrupción que atrajo a la clase media.
Luego de su excarcelación por el Tribunal Supremo de Justicia, el exsindicalista volvió al ruedo político. Si bien mantuvo por un tiempo en suspenso su candidatura, cuidó su imagen internacional con giras por el extranjero.
Finalmente aumentó sus apariciones públicas en tono electoral y fue cuestionado por algunas declaraciones, entre ellas sobre la guerra en Ucrania, luego de responsabilizar a los presidentes Volodimir Zelenski y Vladimir Putin en igual medida. Además, trató de “genocida” a Bolsonaro por los 680.000 muertos a causa de su gestión de la pandemia de coronavirus.
La historia de Lula, marcada por las tragedias personales
Luiz Inázio da Silva es el séptimo hijo de un matrimonio analfabeto del nordeste brasileño. Radicado en la industrializada metrópoli de San Pablo, el pequeño Lula tuvo que dejar la escuela para ayudar a su familia: fue vendedor ambulante y lustrabotas. A los 15 años inició su formación de tornero que le costó un meñique luego de manipular una máquina. Hacia finales de 1970, ya como titular del sindicato de los metalúrgicos, lideró una histórica huelga que desafió a la dictadura militar (1964-1985).
Lula, a quien el expresidente estadounidense Barack Obama (2009-2017) calificaba años atrás como "El hombre", sumó tragedias personales. Desde un cáncer de laringe en 2011, pasando por el fallecimiento de su segunda esposa, Marisa Leticia, en febrero de 2017, hasta la pérdida de un hermano y un nieto de 7 años, ya estando preso y sin posibilidades de conseguir un permiso para asistir al funeral.
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