“Jair Bolsonaro es el peor adversario de sí mismo”. Así definió Fernando Gabeira, escritor y periodista brasileño, las dificultades que enfrenta el presidente de Brasil para alcanzar su reelección. Las ofensas a periodistas, las frases misóginas y el desconocimiento de la crisis alimentaria que tiene en vilo a su país, figuran entre los factores que más conspiran contra el presidente y agilizan las chances de su principal competidor, Lula da Silva, de ganar en la primera vuelta.
Uno de los hechos que impactó fuerte esta semana fue la agresión verbal sufrida por la periodista Vera Magalhaes, de TV Cultura y columnista de Estado: un diputado bolsonarista la atacó durante un debate televisivo de candidatos a gobernador de San Pablo; más aún, filmó la provocación con su propio celular.
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El episodio cayó mal inclusive dentro de la campaña del oficialismo, que busca transmitir una imagen presidencial menos belicosa. Pero el presidente optó por el silencio y evitó cuestionar el incidente.
Otro contratiempo desgastante para Bolsonaro, también esta semana, tuvo como protagonista a un empresario que es uno de sus partidarios más conocidos. El hombre fue grabado por las cámaras de televisión en el momento en que le entregaba una bolsa con alimentos a una mujer muy pobre. Fue entonces que le preguntó a quién iba a votar, y la señora replicó que a Lula. De inmediato, el bolsonarista le exigió que le devolviera los paquetes de ayuda.
Según captó la consultora Datafolha, estos sucesos derivaron en un aumento del rechazo a Bolsonaro. Pasó de 51% a 53% la proporción de brasileños que asegura que jamás votará en el jefe de Estado. En simultaneo subió la reprobación del gobierno de 42 a 44%. Esos datos revelan la dilución de medidas que, en teoría, debían beneficiarlo; entre ellas, la reducción del precio de los combustibles y la desaceleración inflacionaria.
Tampoco sirvió de estímulo electoral su decisión de aumentar la ayuda financiera a los más vulnerables, que sólo regirá hasta el 31 de diciembre. En la memoria de los sectores sociales de ingresos bajos quedó grabada la interrupción del Auxilio de Emergencia durante la pandemia, que solo duró cuatro meses.
La encuesta de Datafolha publicada esta mañana revela que hoy el jefe del Palacio del Planalto, con 33% de apoyo, está estancado y muy atrás de Lula, con 45% de las intenciones de voto. Además, el líder petista tiene un nivel de rechazo inferior al de su antagonista.
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Mauricio Moura, autor del libro “Elección disruptiva: por qué venció Bolsonaro” donde describe las causas de su victoria en 2018, explicó las razones del impasse en la campaña bolsonarista. “Ocurre que, en estos últimos 4 años, la narrativa de outsider de la política (que dominaba entonces) perdió fuerza. La pregunta que todos se hacen es si el presidente merece la reelección. Y lo que muestran las encuestas es que él está frágil en esa condición, porque son más los que lo censuran que aquellos que lo aprueban”.
De acuerdo con las declaraciones de este economista y escritor, entrevistado por Globo, hay otro componente de peso: “El mercado de votos para la segunda vuelta es de la oposición. Aquel que vota a Ciro Gomes (tercero en el ranking, con 8% de sustentación) ya impugnó a Bolsonaro. Y lo mismo ocurre con Simone Tebet (en la cuarta posición con 5%). Para ganarle a Lula, el presidente precisaría recibir todos los votos de los otros dos, lo que de por sí configura un escenario difícil”.
A juicio de los analistas, Lula todavía tiene abierta la posibilidad de resolver la batalla definitiva el próximo 2 de octubre. El nivel de votos válidos (que excluyen los blancos y nulos) que obtendría hoy es de 48%. Si finalmente prospera la estrategia desplegada por su campaña al apelar al “voto útil”, podría dar el salto a “50% más un voto” con atracción de electores de Gomes y Tebet.
Para especialistas como Felipe Nunes, director de la encuestadora Quaest, Bolsonaro tiene que ampliar su presencia a todo el espectro social, sin focalizar en sectores donde ya es mayoritario como los evangélicos. Fue ese consejo el que llevó al candidato a vestir las ropas de la moderación y hasta ensayar un discurso contemporizador. El intento duró poco.