La posibilidad de acciones militares más concretas de Estados Unidos sobre Venezuela o el acuerdo de una salida negociada y pactada, dominó la semana y reflejó la compleja danza diplomática-militar en el Caribe.
Filtraciones del gobierno estadounidense en los medios de ese país indican que, si bien la opción militar no está descartada, la administración de Donald Trump parece estar priorizando una estrategia de presión múltiple que incluye la coerción militar, acciones encubiertas y el mantenimiento de canales de comunicación para una posible transición.
Coerción. La presencia del portaaviones USS Gerald R. Ford y un grupo de ataque de unos 12.000 a 15.000 efectivos constituye la mayor concentración naval estadounidense en la región desde la década de 1960. Este despliegue, oficialmente enmarcado en operaciones antidrogas, busca elevar la presión sobre el alto mando militar venezolano y el círculo cercano de Maduro.
Adicionalmente, un informe TheNew York Times sugiere que la Casa Blanca ha aprobado medidas encubiertas de la CIA y que se están analizando opciones de sabotaje o acciones cibernéticas/informativas para debilitar al régimen sin autorizar un despliegue terrestre masivo.
La salida negociada de Maduro. En paralelo a la presión militar, medios como The Atlantic y The New York Times revelaron la existencia de negociaciones informales o acercamientos con el entorno de Maduro, en los que se ha explorado la posibilidad de su dimisión.
Maduro habría insinuado su disposición a dejar el poder, pero solamente tras un período de transición gradual que se extendería entre dos y tres años. El objetivo del régimen era controlar los términos de la transición y asegurar la supervivencia del chavismo como fuerza política organizada.
A cambio de la gradualidad, Maduro habría ofrecido la posibilidad de otorgar acceso a la riqueza petrolera venezolana a las compañías energéticas estadounidenses, buscando un incentivo económico de alto valor para la Casa Blanca.
Funcionarios de Trump consideraron inaceptable la oferta. La posición de Washington se mantiene firme en la necesidad de una dimisión inmediata de Maduro, argumentando que una transición de dos o tres años prolongaría innecesariamente la crisis política, económica y humanitaria.
Las variables de un posible acuerdo de salida que se manejan en los análisis incluyen la posibilidad de que Maduro y su círculo busquen amnistía, el retiro de la recompensa de 50 millones de dólares por su captura, y un exilio “cómodo” en un tercer país.
El presidente Trump ha mantenido una postura ambigua, afirmando que “no descarta nada”, ni el diálogo directo con Maduro, ni una intervención militar. Esta ambigüedad maximiza la incertidumbre y la presión sobre el liderazgo venezolano, dejando abierta la puerta a una solución de fuerza o a un acuerdo de última hora.
La viabilidad de que Estados Unidos “derroque” a Maduro militarmente, según los analistas, es baja en el corto plazo, dada la reticencia a una intervención terrestre, la falta de una justificación legal clara ante el Congreso para un ataque directo, y el riesgo de una escalada regional.