INTERNACIONAL
Sumas y restas para el conservador y la socialista

El ballotage en Francia, calculadora en mano

Es sabido que los sufragantes del centrista Francois Bayrou pueden definir el ballotage, aunque no enteramente. No parece haber dudas sobre el voto a la " izquierda de la izquierda", pero es más enigmático el comportamiento del bloque anti-inmigrante.

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Aunque el 80% de los franceses dice rechazar el tono abiertamente racista y antidemocrático de Jean-Marie Le Pen, un mejor resultado del denostado Frente Nacional hubiera terminado de redondear la sonrisa de los partidarios de Nicolas Sarkozy en la noche electoral de Francia.

El panorama, está claro, favorece al ex ministro del Interior. La brecha entre el candidato de la UMP y su rival socialista, Ségolène Royal, se ubicó dentro de los márgenes más optimistas que manejaban los sarkozistas (31,11% a 25,82%), lo que da al consevador la tranquilidad necesaria para afrontar estos quince días de campaña.

Por el lado de Le Pen, el voto vergonzante que suele hacer trampa a los encuestadotes no distorsionó las muestras en esta oportunidad. El neo fascismo bajó hasta 10,52% luego de haber arañado el quinto de los votos en 2002, primero en las generales y luego en ballotage frente a Jacques Chirac. Sí, en cambio, fue algo superior a lo imaginable la cosecha del otro ultraderechista en liza, Philippe de Villiers (“inmigración cero”) , que se ubicó sexto, con 2,24%.

Es previsible que buena parte de este bloque antiinmigrante, que suma 13%, apoye a Sarkozy en el ballotage; de allí que un mejor resultado de Le Pen y De Villiers hubiera prácticamente asegurado la victoria del oficialista.

De todas formas, no sería del todo acertado trasladar íntegramente ese porcentaje a favor del candidato de la oficialista Unión por un Movimiento Popular. Es cierto que en ese segmento conviven sufragantes convencidos, con algún grado de intelectualización del voto, que tienen una tendencia repulsiva a cualquier expresión progresista o de izquierda. Más aún se verán tentados de apoyar a Sarkozy en esta oportunidad, quien recogió en primera vuelta parte de su agenda.

Sin embargo, una porción del voto neofascista en el mundo reconoce causas de las más insólitas, viscerales, y su devenir es entonces menos pronosticable y más dependiente de gestos, rostros, imaginaciones e impresiones superficiales.

En cambio, aunque los dirigentes trotskistas y comunistas proclaman a los cuatro vientos que socialdemócratas y progresistas son tan capitalistas como conservadores y liberales, su electorado generalmente no absolutiza la premisa. El segmento suele inclinarse en masa para bloquear el acceso al poder de la oferta ubicada más a la derecha.

Está probado. Ocurrió en Francia en 2002, en Chile en 2000 y 2006 y en Buenos Aires en 1999 y 2003, entre decenas de ejemplos. Por ese lado, más allá de que los candidatos de la “izquierda de la izquierda” lo expliciten, Royal tiene a mano casi íntegramente el 11% que recogieron seis expresiones del sector.

Entre ellas, fue destacable la del joven cartero Olivier Besancenot (4,11%), que supo acorralar a dirigentes de los grandes partidos en debates públicos, y demostrativa de la crisis que padece el PCR fue la cosecha de Marie-George Buffet. El apoyo a Arlette Laguiller (Lucha Obrera), que peleó en seis presidenciales desde 1974 y alcanzó casi 6% en 2002, ahora se redujo a un exiguo 1,34%.

Cerraron la oferta el campesino anti McDonald’s José Bové, la ecologista Dominique Voynet y el trotskista Gérard Schivardi, que no sumaron más que 3% entre todos.

Las encuestas ya esperanzan a Sarkozy. Los votantes de Francois Bayrou (18,54%), que supo dar un tono centrista a su campaña tras un pasado y una identidad partidaria afín a la derecha, podrán tener más conexiones históricas con la UMP que con el PS. El factor centrista arroja algún elemento más de duda, habida cuenta de que Royal era lo más moderado que podía ofrecer el PS y Sarkozy, lo más derechista del oficialismo.