La estrategia legal del capitán Francesco Schettino es clásica: mostrarse ante la Justicia italiana como el chivo expiatorio en la causa por el naufragio del Costa Concordia en 2012, frente a la isla mediterránea de Giglio. Luego del operativo sin precedentes de esta semana para reflotar el buque hundido, el excéntrico Schettino volverá mañana al banquillo como principal acusado por la tragedia naval que dejó treinta muertos y dos desaparecidos.
Mañana se reanudarán las audiencias del juicio que comenzó en julio. Schettino se recluyó en su casa de la ciudad de Metta di Sorrento, cerca de Nápoles, para preparar su defensa legal junto a sus abogados y su esposa. Se enfrenta a una pena de hasta veinte años de prisión por los presuntos delitos de homicidio culposo múltiple, abandono de la nave, naufragio e inacción por no haber informado inmediatamente a las autoridades portuarias sobre el accidente.
El juez a cargo aceptó una reducción de la pena para otros cinco imputados, acusados por los delitos de homicidio culposo involuntario múltiple, lesiones culposas y naufragio. Así, el único proceso que sigue en curso es el de Schettino, quien también había pedido pactar la pena pero recibió una negativa en primera instancia por parte de la fiscalía. Casi 350 testigos deberán declarar en la cita judicial en la ciudad de Grosseto y casi todos lo harán en contra de Schettino. La sentencia del tribunal llegaría en la primera mitad de 2014.
Los argumentos de los abogados del capitán son difíciles de sostener. Dicen que el arrecife rocoso contra el que chocó el crucero no figuraba en las cartas náuticas, pese a que aparecía incluso en los mapas turísticos de Giglio. Aducen que Schettino no abandonó deliberadamente la nave, sino que salió de ella por accidente, pese a que una grabación de aquella noche revela que ni siquiera quiso regresar al buque para ver cuántos cadáveres había dentro.
Los letrados afirman que el comandante es sólo una pieza en una cadena de responsabilidades más amplia, y hasta sostienen que la maniobra final que hizo luego de la colisión sirvió para evitar una tragedia mayor. Cierto o no, el apodo de “Capitán Cobarde” ya se instaló en la opinión pública italiana, y el descrédito de Schettino parece irreversible: esta semana, el Ministerio de Transporte suspendió la licencia marítima del capitán.
En la fatídica noche del accidente, Schettino se acercó en forma imprudente a la isla de Giglio para impresionar con un “saludo” a los pasajeros, pero chocó con los escollos y produjo una abertura de 70 metros en la popa del barco. Cuando tomó dimensión de lo que había hecho, abandonó el Costa Concordia y dejó a los pasajeros a su suerte.